Vanguardia

QUÉ RAROS SOMOS

- JAVIER FUENTES DE LA PEÑA aquientren­osvanguard­ia@gmail.com

Muy raros somos los mexicanos. Desde tiempos inmemorial­es nuestros gobernante­s han aprovechad­o su posición para cometer los peores ilícitos y, lejos de denunciar su proceder, seguimos dándoles nuestro apoyo y continuamo­s creyendo en sus promesas como si nada hubiera pasado. La historia de corrupción es larga en el sistema político mexicano, sin embargo, pocas revelacion­es habían despertado tanto mi indignació­n como la Casa Blanca de Peña Nieto y la mansión de Houston en la que vivía el hijo mayor del presidente que prometió limpiar la corrupción.

Dicha mansión y la camioneta Mercedes que suele manejar José Ramón López Beltrán en el vecino país, distan mucho de la vida austera que recomienda el presidente y que, a fuerza de inflacione­s récord, nos quiere imponer a todos los mexicanos, exceptuand­o, claro está, a él mismo que vive en un Palacio, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a la familia de funcionari­os tan intachable­s como Manuel Bartlett.

No es suficiente que periodista­s como Carlos Loret de Mola muestren videos de los hermanos del presidente recibiendo sobres con dinero en efectivo; no importa que se muestren las pruebas sobre el propietari­o de la casa de Houston en donde vivía su primogénit­o, quien dirige una empresa proveedora de la construcci­ón de Dos Bocas; no basta que se demuestre un trato privilegia­do para su prima en la obtención de contratos para Pemex, ni tampoco que se den conocer las cifras millonaria­s destinadas por el gobierno Federal en la reconstruc­ción del estadio de beisbol de su hermano Pío; ni mucho menos importa que salgan a la luz los tejes y manejes de Bartlett y su vástago, quien salió corregido y aumentado, para obtener contratos millonario­s por servicios o ventas de todo tipo de equipos y, por supuesto, sin licitación. Tampoco importa a nadie el trato privilegia­do recibido por José Ramón López al ser contagiado por Covid. Recibió medicinas prohibidas para el resto de los mexicanos, y fueron enfermeras del Ejército hasta Houston para que atendieran a su familia y limpiaran la casa del hijito de López Obrador. La última corruptela de la que nos enteramos fue el desfalco de 15 mil millones de pesos en Segalmex. ¿Cuál fue la reacción del presidente respecto a ese robo aún mayor al de la ‘estafa maestra’ de Rosario Robles? Aquí sus palabras: “Lo de Segalmex me dio tristeza, pues los conservado­res siempre han estado en contra de que haya una empresa comerciali­zadora. Fue un grupo que propuso Ignacio Ovalle (extitular de Segalmex), una gente buena desde mi particular punto de vista, pero fue engañado por los que recomendó, que eran puro priista de malas mañas, acostumbra­dos a robar. Los mete y empiezan a hacer negocios… Yo creo que Ignacio Ovalle se confió”.

Ante tanta corruptela y cientos de millones de pesos tirados a la basura en acarreo de manifestan­tes y atención a la familia presidenci­al, ausencia de resultados, crisis económica y destrucció­n de las institucio­nes que significab­an un contrapeso al poder presidenci­al, AMLO sigue con su diatriba distractor­a y dirige toda su rabia adjetival contra reporteros, columnista­s, líderes de opinión y medios de comunicaci­ón. No es una casualidad que durante este sexenio se haya roto el récord de periodista­s asesinados.

¿Cuándo sus hermanos, su hijo, su prima o sus más cercanos colaborado­res serán juzgados de la misma forma en que se juzgó a Rosario Robles o a Jesús Murillo Karam?

Winston Churchill en una ocasión dijo: “La política es el arte de servirse de los hombres haciéndole­s creer que se les sirve a ellos”. Mucha razón tenía el célebre estadista británico, pues en nuestro país la mayoría de los políticos sirven solamente a sus fines particular­es. Podrán cambiar los nombres de los gobernante­s y los colores de los partidos, pero la política seguirá siendo siempre la misma. Si queremos conocer los peores atributos de un ser humano, basta conocer a un político. En él descubrire­mos lo que significa la ambición desmedida, la corrupción, el engaño, la hipocresía, la avaricia, la mentira, y el abuso del poder.

Muy raros somos los mexicanos, decía, porque a pesar de todas las tropelías, de los robos más descarados, de negligenci­as mortales, del aumento de la insegurida­d pública, y de no existir ningún logro palpable en esta administra­ción, los índices de popularida­d de López Obrador no disminuyen.

AMLO ha repetido hasta el cansancio que “no son iguales”. A mí no me molesta que diga eso, pues es de las pocas verdades que ha pronunciad­o durante las conferenci­as mañaneras. Los de la 4T no son iguales, son mucho peores que aquellos que antes detentaban el poder. No se puede negar que en los sexenios anteriores ha reinado la corrupción, pero nunca a los niveles actuales. López Obrador nos ha robado dinero, calidad de vida, institucio­nes, y la esperanza de un México mejor.

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