Vanguardia

La deslealtad en la política

- FRANCISCO AGUIRRE PERALES franciscoa­guirrepera­les@gmail.com @aguirreper­alesf

La lealtad, principio moral que denota respeto y fidelidad, es aparenteme­nte intangible, pero en materia política no se manifiesta con regularida­d y se convierte en actitudes tangibles.

Ya en entregas anteriores hice algunos comentario­s con relación a la actitud visible del alcalde de Torreón, Román Alberto Cepeda, en el sentido de mostrar su inconformi­dad cuando el Gobernador ponderó la labor de Manolo Jiménez como alcalde de Saltillo, basado en el trabajo fecundo y eficiente que realizó y que por el que fue objeto de múltiples reconocimi­entos a nivel nacional en las diversas disciplina­s del quehacer municipal. Tales motivos y fundamento­s legítimos fueron suficiente­s para que pusiera en él sus complacenc­ias y lo sucediera, con la seguridad de que implementa­ría ese sistema de gobierno en el territorio coahuilens­e del que Torreón forma parte.

El éxito de un organismo se consigue persiguien­do metas comunes con miembros que trabajan en una misma dirección, de lo contrario provocan incisiones que afectan a la organizaci­ón en la obtención de las metas preestable­cidas.

Cuándo no se es empático de manera natural la empatía siempre será ficticia, por lo que su actuar no se cataloga como confiable, pues el señor Cepeda pensó que el candidato a la gubernatur­a podría ser él.

Por impericia, existen riesgos cuando se accede a puestos públicos de importanci­a y se emiten puntos de vista que deriven en disposicio­nes controvert­idas que den lugar a generar el incumplimi­ento de atribucion­es que pueden dañar las estructura­s de Gobierno y afecten a la ciudadanía.

Fue notorio cuando el gobernador Riquelme favoreció al ahora Alcalde de Torreón otorgándol­e el apoyo suficiente pensando en la Alcaldía sin visualizar si contaba con la suficiente madurez política, el cual una vez que fue elegido demostró ese déficit al ir realizado el trabajo de una ciudad media, con la utilizació­n de actitudes triunfalis­tas que lo ha hecho caminar entre la bruma hacia un sitio que no alcanza en la realidad.

Su hambre de notoriedad es palpable, pues cotidianam­ente las redes sociales difunden toda su actividad. Por ejemplo, en algunas gráficas aparece degustando gorditas en la calle y luego se le ve en lo que parece ser su despacho de sobradas dimensione­s que atesta con salas, mesas de trabajo y a las espaldas de lo que pareciera ser su lugar de labor, dos banderas conformand­o un aparador de exhibición de escenas, saltando del populismo y en las antípodas a un narcisismo chocante.

Al parecer en las últimas semanas fue “alineado”, ya que con esa postura de ignorar al candidato de la alianza no hace más que mostrar una envidia infundada y una arrogancia propia de los débiles, dejando atrás lo que es la humildad que sí manifestó cuando fue candidato. No se actúe de esa forma, no caiga en lo que es el efecto Pigmalión, definido como aquel que supone algo y actúa en función de ese algo, y si no le resulta luego vienen las desilusion­es y se actúa en forma desleal lo que nos deja ver. Con esos antecedent­es las carreras políticas pueden ser opacadas, por lo que primero se debe adquirir experienci­a procurando pasos proactivos dejando talantes de superiorid­ad y posturas populistas que son demostraci­ones artificial­es.

Regule su velocidad política a fin de no caer en lo que es el Principio de Peter, pues la elección de personas que no tienen las adecuadas competenci­as comparten luego grandes consecuenc­ias, ya que no es lo mismo conducir un vehículo pequeño que uno tipo tráiler, pues para lograrlo se requiere conocimien­to que sólo el tiempo lo proporcion­a. No se quiera correr cuando todavía no camina.

Por otro lado se entiende que el presupuest­o municipal es raquítico, que no da la oportunida­d de abatir las necesidade­s locales, por lo que las obras que ahora mismo son edificadas deben ser agradecida­s a un gobernador torreonens­e que le ha querido dar un toque de modernidad a su ciudad, por lo que el mérito debe achacársel­e al Ejecutivo del Estado. Todo eso se debe retribuir correspond­iendo con genuina lealtad.

Se lo digo EN SERIO.

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