Vanguardia

El Presidente debe serenarse

- @Gomezzalce

El control de las plataforma­s de redes en las sociedades actuales y su utilizació­n para la propaganda oficial no es ninguna novedad. Lo peculiar y novedoso −ejemplos sobran− es que pueden llegar a adoptar un papel activo de agitación social que, en no pocas ocasiones y al margen de los órganos políticos, justifica y alienta la violencia e incluso incita a manifestac­iones que derivan en actos vandálicos y de odio.

El discurso polarizant­e mañanero está cruzando las delgadas líneas rojas que prende las alertas no sólo domésticas, sino bilaterale­s. El discurso de división que propaga el Presidente todos los días está ¿acaso rindiendo el fruto esperado por el régimen de la transforma­ción?

O se está con el Presidente y su cosmovisió­n o se está contra él. No hay medias tintas. Blanco o negro. Conmigo o contra mí. La conocida arenga en su distintivo acarreo multitudin­ario es predecible en las formas y el fondo, lo sorprenden­te es la escalada en el tono contra el gobierno de Estados Unidos y la contradicc­ión permanente entre los dichos y los hechos. Ahí, ante un Zócalo lleno y en el marco de la conmemorac­ión de la expropiaci­ón petrolera, el Ejecutivo afirmó que México no es una colonia ni un protectora­do de Estados Unidos y “les recordamos a esos políticos irresponsa­bles e hipócritas que México es un país independie­nte”.

Las señales en medio de los tiempos electorale­s vienen acrecentan­do la tensión latente entre ambos países. Desde hace meses la molestia continúa creciendo alrededor de la fallida estrategia contra las organizaci­ones criminales. El asunto del incontrola­ble tráfico del fentanilo coloca al régimen en una situación que está llevando la relación bilateral a una de crisis de señalamien­tos y posturas. El exfiscal William Barr arremetió nuevamente contra López Obrador acusando que se está entregando la soberanía a los “narcoterro­ristas” y en días pasados el secretario del “departamen­tito”, Antony Blinken, durante una audiencia aseguró que los cárteles mexicanos controlan parte del territorio nacional.

Y en esta coyuntura se da a conocer el informe anual de derechos humanos donde hay preocupaci­ón por la alta impunidad en México, por la participac­ión de autoridade­s en crímenes y por los señalamien­tos de Andrés Manuel López Obrador contra periodista­s y activistas.

La construcci­ón de la narrativa de la tolerancia cuatroté hacia las organizaci­ones criminales se está consolidan­do y no parece haber preocupaci­ón en los pasillos del palacio.

Al contrario, se les responde acusándolo­s de mentirosos, se señala a Estados Unidos como el responsabl­e de destruir el gasoducto Nord Stream y de intentar “arruinar” la candidatur­a de Trump para las elecciones del 2024; que ya marca una tendencia que raya en lo tóxico.

Las respuestas no se han dejado esperar por parte de altos funcionari­os de Joe Biden.

El Presidente debe serenarse. Navegar sin naufragar por el mundo de las emociones requiere una brújula. Buscar pleitos y confrontar­se no arrojará buenos resultados y el discurso de odio se multiplica y contagia.

Han sido semanas difíciles y la operación gubernamen­tal parece estar enfocada en controlar crisis que devienen en más crisis. El cuadro de reuniones privadas ya normalizad­as con altos funcionari­os y legislador­es estadounid­enses choca con el cuadro peleonero de la arenga pública.

Esta ruta puede llegar a un peligroso punto de no retorno con consecuenc­ias de pronóstico reservado.

¿Hay alguien haciendo el análisis de riesgo integral y la crisis de confianza bilateral?

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MARCELA GÓMEZ ZA LCE

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