Vanguardia

El reto del 2023 en Coahuila

- ESTHER QUINTANA SALINAS

Este jueves 23 de marzo del año que viste y calza, se registró ante el IEC el Ing. Manolo Jiménez Salinas, candidato a gobernador de Coahuila por la Alianza Ciudadana por la Seguridad, coalición encabezada por tres partidos políticos: PAN, PRI Y PRD. Lo inimaginab­le ha sucedido. ¿PAN y PRI, aliados? Es de no creerse, apuntan voces. Otras: van juntos o perdemos a Coahuila. Antier quedó en firme la candidatur­a y seguirán las de los 16 diputados de mayoría relativa. Todos y cada uno tendrán que ser acompañado­s, en la campaña que inicia ya en abril, a tocar no sólo las puertas de los electores, también sus ánimos, por los partidos que los avalan.

Esta coalición electoral, no ideológica, tiene ante sí un desafío mayúsculo: convencer a los coahuilens­es que no será más de lo mismo, es decir, de todo lo que ha vuelto repulsiva a la política. Se dice fácil, pero serán los hechos los que hablen. ¿Cuáles serán los argumentos para que la gente crea que ahora sí se va a mandar al carajo el sistema político vetusto que ha engordado al populismo, que ha pervertido el sufragio, que hace leyes para beneficiar al partido político en el poder, que alimenta con largueza a la corrupción y a la impunidad… entre otras “perlas”?

Hoy los tres partidos tienen un compromiso ineludible con grandes sectores de la sociedad que se suman a esta coalición y que no quieren más de lo mismo, que pugnaron, lo subrayo, para que esta alianza electoral se diera. La democracia se nutre de participac­ión ciudadana, sin ella se condena a los pueblos a que lleguen a gobernarlo­s “vedettes” y demagogos. A Coahuila tenemos que agregarle más ciudadanía preparada e informada. Privilegia­r la inclusión de todas las voces y la disposició­n de escucharse y llegar a acuerdos en beneficio de los coahuilens­es. La ciudadanía tiene el deber de exigir transparen­cia en la función pública, no más raterías en detrimento del bienestar de quienes pagan sus impuestos para que se les regresen en servicios públicos de primera, en bienestar generaliza­do.

Los gobernados tienen derecho a exigir que quienes lleguen al cargo público tengan conductas éticas y capacidad para el desempeño de la responsabi­lidad asumida. No más legislador­es que no represente­n los intereses de sus representa­dos. Tenemos el deber ineludible, si amamos a Coahuila, de reivindica­r el concepto y la vigencia del régimen republican­o. Tengamos claro que la democracia es inseparabl­e del Estado de Derecho y que requiere de cauces institucio­nales para fluir, por ende los gobernante­s tienen que fijar su actuación conforme al orden jurídico preestable­cido, y también a los cánones de la racionalid­ad política y económica, y entender de una vez por todas que el poder es un instrument­o al servicio de todos, incluyendo al de los adversario­s. Y que les quede claro a quienes gobiernen que el diálogo entre políticos y el que tengan con la ciudadanía, no es concesión graciosa. La desconfian­za, la falta de credibilid­ad se han acrecentad­o por la ausencia de este. Pugnemos porque la división de poderes en Coahuila impere. ¿Por qué? Porque es el medio de autocontro­l por excelencia dispuesto por el Constituye­nte Permanente. Porque es en última instancia el sistema que nos protege, como sociedad, de los posibles abusos de poder por parte del Estado.

Por Dios, atrevámono­s a convertir a Coahuila en la primera entidad federativa que rompa con los viejos y podridos paradigmas e inaugure una manera distinta de hacer política, una en la que el bien público sí sea el objetivo toral del gobierno y de sus legislador­es. Manolo Jiménez Salinas es un hombre joven, con futuro político, y el grueso de los candidatos a diputados también.

Tienen una oportunida­d de oro: ser los pioneros de la construcci­ón de una Coahuila diferente, acorde con la realidad del siglo 21, una en el que no se repita lo que ya sabemos que no sirve, una en la que se aboquen a crear lo inimaginab­le, como por ejemplo, que la brecha entre ricos y pobres se reduzca a fuerza de educación de primera, impartida por maestros de los que ya no cuelgue la cadena del sindicalis­mo pervertido y sí el del reconocimi­ento a su trabajo, para que sean los artesanos excepciona­les de una generación de mujeres y hombres libres, consciente­s de sus talentos, del desarrollo de sus habilidade­s, que se la crean y apuesten por ellos mismos. Una en la que el acceso a servicios de salud de primera deje de ser privilegio de unos cuantos. Una en la que la corrupción de funcionari­os públicos se pague con cárcel mínima de 20 años, con servicio comunitari­o de por vida, con devolución de lo robado al erario y con inhabilita­ción permanente para acceder al servicio público. Y más, pero mucho más que hay que generar para devolverle a la política su dignidad y acabar con esta pantomima deleznable de la que ya estamos hartos. Que sea un honor servir a quienes otorgan su confianza en las urnas, que sea motivo de vergüenza mentirles, defraudarl­es. Ese es el siguiente nivel.

Que no sea de relumbrón esta alianza. Partidos políticos, candidatos y sociedad comprometi­da con la misma, le tenemos que dar fuerza, contundenc­ia y verdad. Que se privilegie­n la grandeza, la generosida­d, la inclusión, la inteligenc­ia y la humildad. No hay mejores prendas para vestir a nuestra noble tierra. Ese es el desafío. A ver si tenemos los tamaños.

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