Vanguardia

Mantener intrigados a los americanos

‘Si me pusiera este traje mi mujer se negaría a salir conmigo. ¡Me lo llevo!’

- CATÓN

“¿Me amas?” –le preguntó don Cucurulo a su mujer. Respondió ella: “Sí”. Le preguntó de nuevo: “¿Me extrañas cuando voy de viaje?”. Contestó la esposa “Sí”. Quiso saber él: “¿Te preocupas si me enfermo?”. Y ella: “Sí”. Volvió a inquirir don Cucurulo: “¿Me eres fiel?”. “¡Ay, Cucú! –exclamó en este punto la señora. ¡Cómo te has vuelto preguntón!”… El cuento que sigue puede ser tildado con razón de absurdo y cruel, ambas cosas al mismo tiempo. Los escoceses, ya se sabe, tienen fama de ser excesivame­nte ahorrativo­s. Un escocés cenaba con su esposa en restorán. De pronto el enorme y pesado candil se desprendió del techo y cayó sobre la señora. De inmediato el escocés llamó al mesero y le pidió: “Cuentas separadas, por favor”… El joven Picio era muy feo. Al decirlo quizá falto a la caridad cristiana, pero no a la verdad. Le propuso matrimonio a Loretela, que había visto pasar ya su abril y mayo. “Está bien –aceptó ella. Al fin y al cabo te vas a pasar la mayor parte del tiempo en el trabajo, y en la noche lo hacemos con la luz apagada”… La linda Susiflor le comentó a su amiga Rosibel: “Cada día es más difícil encontrar marido”. “Es cierto –confirmó Rosibel. Sus esposas los cuidan demasiado”… En el departamen­to de ropa para caballero el vendedor le mostró un traje a don Chinguetas. El tal traje era color morado con rayas verdes, cafés y anaranjada­s. “¡Qué combinació­n! – exclamó al verlo don Chinguetas. Si me pusiera este traje mi mujer se negaría a salir conmigo. ¡Me lo llevo!”… La señorita Himenia invitó a merendar en su casa a don Plasmodio, maestro de Ciencias Naturales en la secundaria de la localidad. Le sirvió una rebanada de pastel de chocolate –“Lo compré con mis propias manos”, le dijo orgullosa– y le ofreció un té de hojas de naranjo. El invitado llevó la conversaci­ón por el rumbo de su especialid­ad. Le dijo a su anfitriona: “Un elevado porcentaje del cuerpo humano es agua”. La señorita Himenia se inclinó hacia él y le preguntó con sonrisa sugestiva: “¿Y no tiene usted sed?”… Recienteme­nte Putin visitó Pionyang, capital de Corea del Norte. El líder Kim Jongil le mostró una extraña construcci­ón en forma de enorme gusano de yeso color rojo, de 30 metros de alto, que salía del techo de una construcci­ón oval y terminaba en una como boca de corneta. Le comentó: “En realidad no sirve para nada, pero tenemos muy intrigados a los americanos”… Doña Macalota, hecha una furia, le pidió al fotógrafo: “¡Retire usted inmediatam­ente mi foto de su aparador!”. “¿Por qué, señora? –se azaró el artista. Salió usted muy bien en el retrato”. “Sí –admitió doña Macalota. Pero el letrero junto a mi fotografía dice: ‘Como esta, 150 pesos la docena’”… El jefe del burócrata le dijo: “El empleado que ingresó la semana pasada está haciendo el doble de trabajo que usted”. Explicó el tipo: “Es que es nuevo, jefe, pero en poco tiempo se va a componer”… Don Poseidón entró en la sala donde estaba Glafira, su hija, con el novio, y se indignó sobremaner­a al ver que el galancete la hacía objeto de caricias más que ardientes. “¿Qué hace usted, majadero, bribón, desvergonz­ado? –le gritó en paroxismo de ira. ¡Retire inmediatam­ente las manos de donde las tiene puestas!”. “Pero, señor –adujo el galancete. Usted me dijo que tratara a su hija con mucho tacto”… El doctor Ken Hosanna examinó a su paciente, que se veía agotado, abatido, feble, laso. En el curso del interrogat­orio clínico se enteró de que el hombre hacía el amor los siete días de la semana. “Es demasiado –le indicó. Por lo menos descanse el domingo”. “Imposible, doctor –opuso el tipo. Es el día que lo hago con mi esposa”… FIN.

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ESMIRNA BARRERA

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