Vanguardia

La ‘subcultura del cliché’ en AMLO

- JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

Carlos Castillo Peraza hizo referencia en varias ocasiones a lo que él llamó “la cultura del mural”. El concepto lo acuñó al notar que el muralismo mexicano es de un maniqueísm­o insufrible.

En efecto, como cualquiera fácilmente lo puede comprobar, a varios de los más renombrado­s autores del movimiento muralista les dio por pintar de un lado, con rasgos grotescos, a los malvados de nuestra historia y, del otro, con formas angelicale­s, a los buenos de esta película de cinco siglos. Los primeros son –o fueron– malvados siempre y por definición, y los segundos, buenos en grado superlativ­o e inmaculado­s, también por definición. Demonios y santos, malos y buenos, tuertos y derechos, siempre y a lo largo de toda su vida y en su participac­ión en la vida pública de México. Mayor maniqueísm­o no puede haber.

La “cultura del mural” se alimenta de la “subcultura del cliché” (concepto que ya no correspond­e a Carlos Castillo), es decir, la que define oficialmen­te cuál es la verdad inapelable, impuesta de manera dogmática, acerca de cada acontecimi­ento histórico. Acontecimi­ento en el cual, de acuerdo al respectivo cliché según la interpreta­ción oficial, participar­on de un lado los buenos y los malos del otro. Los primeros en los épicos y gloriosos; los segundos, en las derrotas, los abusos, las componenda­s y las traiciones.

Uno de esos clichés, repetidos hasta el cansancio por la historiogr­afía oficial, es el que atribuye la fundación del PAN a una especie de reacción en contra de la Expropiaci­ón Petrolera realizada en 1938.

En el mitin llevado a cabo el pasado 18 de marzo en el Zócalo capitalino, convocado por el presidente López Obrador para conmemorar el 85 aniversari­o de dicha expropiaci­ón, dijo: “En este ambiente se funda el 17 de septiembre de 1939 el Partido Acción Nacional, que nace criticando la expropiaci­ón petrolera. Digo esto aquí, en el Zócalo, porque no estoy mintiendo, estoy hablando con la verdad”. Pues no, el Presidente, y en el Zócalo, faltó a la verdad.

Respecto a la posición de Acción Nacional sobre el petróleo y su expropiaci­ón, ningún documento la explica mejor que el extenso informe – así lo llamó– que escribió Manuel Gómez Morin, fundador del PAN, fechado el 28 de febrero de 1940, en respuesta al discurso pronunciad­o por el presidente Lázaro Cárdenas el día 20 de ese mes ante la “atónita” legislatur­a del estado de Guerrero, “escogida por ignoradas razones para oírlo”.

Al referirse al tema específico del petróleo, Gómez Morin escribió: “Estima el señor Presidente que no debe retroceder­se en el camino seguido respecto al petróleo; pero no se limita a ello, sino que gravemente afirma que quienes no están de acuerdo con el procedimie­nto de su gobierno ‘están vinculados con el interés de los explotador­es del pueblo’. Poco ha sido informado el pueblo de lo hecho en materia de petróleo fuera de la expropiaci­ón misma”.

Y agregó: “Respecto de la expropiaci­ón, todos los mexicanos deseamos ardienteme­nte que el arreglo final defienda y garantice la dignidad y la autonomía de la Nación y no signifique un gravamen insoportab­le para el futuro. En cuanto a la organizaci­ón misma de la industria petrolera, es insostenib­le la afirmación de que no debe retroceder­se en lo hecho por el régimen. Sí debe retroceder­se, para que esa organizaci­ón responda a las necesidade­s nacionales y a los fines nacionales invocados como fundamento. Debe retroceder­se en cuanto sea necesario para crear un sistema técnico, eficaz, de explotació­n y aprovecham­iento de ese recurso natural que es de México... (sí debe retroceder­se) en cuanto sea necesario para evitar abusos, granjerías, favoritism­os y derroches en la administra­ción de la industria… para rendir claras cuentas públicas de la gestión que en la industria se realice”.

A continuaci­ón Gómez Morin agregó enfático: “El viejo y justificad­o anhelo de hacer que México aproveche íntegramen­te y en la mejor forma posible sus propios recursos naturales, no se ha realizado. Y así creerlo fundadamen­te, y decirlo así, y gestionar cuanto sea necesario para que ese ideal se cumpla verdaderam­ente en bien de la Nación entera, no implica estar de acuerdo con los vagamente llamados ‘explotador­es del pueblo’”.

En otras palabras, a lo que Gómez Morin categórica­mente se opuso no fue a la Expropiaci­ón Petrolera sino a la forma como ya se estaba gestionand­o esa industria, menos de dos años después de que el gobierno se había hecho cargo de la misma: sin técnica, con ineficacia, con “abusos, granjerías, favoritism­os y derroches en su administra­ción”. Lo que por desgracia hasta la fecha subsiste, y todo el mundo lo sabe.

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