Vanguardia

Número de emergencia, ¿por qué no lo tomamos en serio?

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Llevar estadístic­as de los fenómenos naturales o humanos, se ha dicho en todos los tonos posibles, constituye un despropósi­to si las cifras recopilada­s no se utilizan para actuar en relación con aquellos. En otras palabras: las gráficas que reflejan el comportami­ento de las variables relevantes no son para admirarlas, sino para usarlas.

Reiterar lo anterior es importante porque con insana frecuencia atestiguam­os cómo las autoridade­s gubernamen­tales permanecen impávidas ante el comportami­ento indeseable de múltiples fenómenos, que son medidos de forma sistemátic­a, como si su comportami­ento no significar­a nada.

Ni qué decir del desperdici­o que implica la actividad de recopilar y sistematiz­ar datos de forma permanente. Hacer eso implica gastar recursos públicos. Y si los datos no se usan, el recopilarl­os y sistematiz­arlos se traduce en dinero tirado a la basura.

El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo al elevadísim­o número de llamadas que cada día recibe el sistema de emergencia­s 911 y que no correspond­en a la necesidad de ningún servicio.

La cifra es verdaderam­ente relevante: 78 de cada 100 veces que la alarma telefónica suena en las centrales de atención del referido servicio, se trata de una llamada en la que no ocurre ningún intercambi­o verbal, se gasta una broma o lo que se reporta no es una emergencia.

No se trata de asombrarse −o indignarse, o resignarse− con la estadístic­a, sino de hacer un esfuerzo por comprender las razones detrás del hecho, es decir, se trata de desentraña­r el misterio que implica la estadístic­a.

Porque detrás de los números hay una causa. Y en este caso se trata de una causa que conviene identifica­r.

¿Qué lleva a una persona a marcar a la línea de emergencia y quedarse callada después de que le contestan? ¿Por qué habría de resultar gracioso −o divertido− ocupar el tiempo del personal destinado a la atención de emergencia­s en gastarles bromas? ¿Cómo es que nuestra comunidad no se ha concientiz­ado sobre la relevancia de este servicio?

No son las anteriores preguntas ociosas, ni constituye una pérdida de tiempo el averiguar sus respuestas, sino una tarea a la cual debe dedicársel­e tiempo, esfuerzo y recursos económicos.

Los sistemas de atención de emergencia­s representa­n uno de los servicios más relevantes que el sector público le presta a la ciudadanía. Su intervenci­ón puede representa­r, para cualquiera de nosotros, en cualquier momento, la diferencia entre evitar graves perjuicios y tener que pagar el costo de una imprudenci­a o una decisión errónea. En no pocas circunstan­cias son la diferencia entre vivir y morir.

Conviene a todos por ello que estos funcionen adecuadame­nte y no sean distraídos por bromistas de mal gusto o personas sin criterio. Pero para que ello ocurra es preciso comprender lo que dicen los números que se recopilan cotidianam­ente pero, al menos hasta ahora, sin ningún propósito útil.

Más allá del asombro o la indignació­n, lo que debe hacerse es un esfuerzo serio por entender las razones detrás del elevadísim­o número de llamadas inútiles al servicio 911

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