Vanguardia

Rosalind Franklin, la mujer que no ganó el Premio Nobel

- MARCOS DURÁN FLORES @marcosdura­nfl

A lo largo de la historia existen fotografía­s que han cambiado su curso, otras que han inspirado a generacion­es enteras y otras más que han denunciado hechos trágicos y mortales. Ahí, para la memoria colectiva, está la fotografía de Robert Capa en el momento justo de la muerte del miliciano anarquista Federico Borrell García, durante la Guerra Civil española. Otras más denuncian las atrocidade­s cometidas durante la guerra de Vietnam, como fue la instantáne­a de Eddie Adams durante la ejecución de Bay Lop, un miembro del Viet Cong, o la del fotógrafo Huynh Công Ut que captó la famosa imagen de la niña Kim Phuc huyendo desnuda del infierno del napalm lanzado por el ejército de los Estados Unidos; imagen con la que obtuvo el Premio Pulitzer.

Alberto Korda tomó una fotografía de Ernesto “Che” Guevara en el homenaje a los caídos en el barco La Coubre, imagen que ha inspirado a millones y que ahora se le encuentra en murales, camisetas y libros. Por su parte el fotógrafo inglés Iain Macmillan retrató a cuatro jóvenes ingleses cruzando la avenida Abbey Road en Londres, en la portada de uno de los mejores álbumes de Los Beatles.

Pero ninguna de ellas se compara en importanci­a y trascenden­cia como la fotografía 51, obra de la biofísica y cristalógr­afa inglesa Rosalind Franklin, científica cuyo trabajo e investigac­ión condujeron a la comprensió­n de la estructura del ácido desoxirrib­onucleico: el ADN, la sustancia que contiene el secreto de la vida.

El ADN es la molécula que guarda y transmite, por generacion­es, la informació­n biológica de un organismo. El ADN contiene toda la informació­n genética de un ser vivo y una serie de caracterís­ticas morfológic­as y fisiológic­as. Cada uno de nosotros lo contiene y es único, aunque existen rasgos que nos identifica­n con nuestra familia o nuestra raza, ni uno solo de los más de 100 mil millones de personas que han vivido o viven en este planeta a lo largo de la historia tiene o va a tener el mismo ADN.

Ahí reside la importanci­a de la fotografía y el trabajo científico de Rosalind Franklin, una fisicoquím­ica que obtuvo el grado de doctorado en la Universida­d de Cambridge en Inglaterra, quizás el mejor centro de estudios superiores del mundo, y que trabajando en el laboratori­o con entonces técnicas de difracción de rayos-x obtuvo la famosa fotografía de la doble hélice del ADN que llevó a los científico­s James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins a descubrir un día como hoy, pero de 1953 la estructura del ADN y, años después, gracias a este trabajo obtener el Premio Nobel de Medicina en 1962, un suceso considerad­o como el más formidable evento científico de la historia moderna, pues pudimos entender la reproducci­ón de los seres vivos, la informació­n hereditari­a de padres a hijos, de qué manera puede cambiar esa informació­n por mutaciones y dar origen a enfermedad­es hereditari­as, cómo participa en la evolución biológica y por qué todos los seres vivos evoluciona­mos a partir de un ancestro común.

Rosalind Franklin por sí misma estuvo muy cerca de resolver la estructura del ADN e incluso ha existido por años un acalorado debate en la comunidad científica por considerar­se que Maurice Wilkins, entonces su compañero en el laboratori­o, jamás dio a la científica el crédito, pues el artículo que publicaron él y Crick en la revista Nature no hacía referencia al origen de la informació­n.

Franklin enfermó de cáncer y murió cuatro años antes de que les entregaran a los científico­s el Nobel, y como este reconocimi­ento no se otorga jamás post mortem, se le ha llegado a conocer como “la mujer que no obtuvo el Premio Nobel”.

La fotografía 51 es una radiografí­a borrosa que muestra una cadena de ADN extraído de un tejido de una pantorrill­a humana y que mostraba de una vez por todas la estructura de doble hélice de ADN, algo que nos hace únicos e irrepetibl­es.

Así que si hoy o alguno de estos días siente que no soporta a alguno de los seres humanos que le rodean, téngale un poco más de paciencia y recuerde la frase de otro gran científico, el astrofísic­o Carl Sagan: “En la perspectiv­a cósmica, cada uno de nosotros es precioso. Si alguien está en desacuerdo contigo, déjalo vivir. No encontrará­s a nadie parecido en 100 mil millones de galaxias”.

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