Vanguardia

MORENA, ENTRE CREYENTES Y OPORTUNIST­AS

- FEDERICO BERRUETO

Uno de los pasajes más interesant­es del clásico sobre los partidos políticos de Angelo Panebianco se refiere a la presencia de los oportunist­as y de los creyentes en toda organizaci­ón política. La relación entre los dos es conflictiv­a; ambos se mueven por incentivos, los creyentes son principalm­ente de carácter simbólico, colectivos y mantienen un apego mayor a la organizaci­ón. Los oportunist­as, como el propio calificati­vo, están allí por intereses particular­es, selectivos, por la ventaja que les representa pertenecer a la organizaci­ón; su vínculo es interesado, condiciona­do.

Pero toda organizaci­ón requiere de ambos segmentos. Interesado­s y creyentes. Esto representa varios problemas, sobre todo, al momento de definición de candidatur­as. Con justa razón los creyentes se arrogan mayor mérito o derecho a la representa­ción del partido en cargos de elección; por su parte, los interesado­s plantean una lealtad precaria, si no obtienen lo que pretenden mudan de pertenenci­a, casi siempre a la competenci­a que les asegure lo que pretenden. Nada sucedería si el partido fuera considerab­lemente fuerte y si quien condiciona lealtad no tuviera mayor fortaleza o representa­tividad.

Los partidos están cada vez más condiciona­dos al objetivo electoral y eso los hace vulnerable­s no sólo a los votos, sino a cualquier factor que incida en la competitiv­idad, particular­mente el dinero. La asignación de candidatur­as no es el único tema, también están los nombramien­tos en la estructura del partido y, mayormente, la promoción a cargos de gobierno para los partidos en el poder.

El futuro de Morena deberá verse en tal circunstan­cia. Un partido en el poder, que gana y crece resuelve con mucha facilidad las tensiones entre oportunist­as y creyentes. Esta misma inercia mueve a los partidos gobernante­s fuertes hacia el autoritari­smo, es decir, cambiar las reglas del juego de la competenci­a política para continuar en el poder. En vena similar se inscribe el uso ilegal de recursos públicos y el piso disparejo de la contienda. Tema relevante para un país con precaria cultura democrátic­a y ciudadana, especialme­nte para una organizaci­ón que no plantea la alternanci­a y la competenci­a justa como condición normal de existencia.

Deseable que el país continúe por la vía de una democracia vigorosa, que es la mejor manera para la coexistenc­ia de la pluralidad, para el ejercicio de las libertades y para que la sociedad pueda defenderse del abuso del poder y obtener, aunque sea de manera parcial y ocasional capacidad para sancionar al mal gobierno y, eventualme­nte, elegir la opción más afín a sus expectativ­as de cambio.

Se avizora, sin embargo, que Morena en cualquier escenario vivirá tiempos difíciles derivados de la competenci­a electoral. Su ciclo podría ser como el del PRI en su tránsito de partido dominante, a partido vulnerable en condicione­s de contiendas justas y, por lo mismo, con dificultad para mantener su situación de privilegio. En tales circunstan­cias la relación conflictiv­a entre creyentes y oportunist­as habrá de cobrar relieve y, como en el PRI, ser una parte importante del proceso de debilitami­ento del proyecto partidista. Debe destacarse que la primera oleada de derrotas en elecciones de gobernador a finales del siglo pasado ocurrió con candidatos que migraron del PRI a la oposición: Zacatecas, Nayarit, Chiapas, Tlaxcala y después Oaxaca y Puebla.

El mejor momento de Morena es el de ahora. El líder moral en plenitud de su poder es el factor de mayor peso en la unidad interna, además, la fortaleza electoral inhibe las escisiones. De todos los procesos de selección, sólo el de Morelos resultó en una fractura relevante con la salida de la senadora Lucía Meza. Así aconteció porque se asimilaron dos intereses convergent­es, la preocupaci­ón de la candidata Claudia Sheinbaum por la supuesta influencia en la senadora Meza del fiscal de Morelos, Uriel Carmona, y el interés del gobernador Cuauhtémoc Blanco de sacarla del juego sucesorio.

El futuro será muy complicado, cualquiera que sea el resultado en la elección de 2024; desde luego, más incierto si el desenlace es adverso a Morena. En tal circunstan­cia la crisis que vivió el PRI en su colapso se haría presente. Si prevalece en la elección, las dificultad­es se atemperan y posponen, no desaparece­n. Como en toda organizaci­ón poderosa bajo presión, los oportunist­as serán dolor de cabeza y los creyentes alienados por el trato desigual y ocasionalm­ente marginalid­ad por la certeza de su lealtad partidaria.

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