Vanguardia

Las mujeres: luchas y procesos

- CARLOS MANUEL VALDÉS

Pasaron el Día Internacio­nal de la Mujer y el Día Nacional sin Nosotras, movimiento­s contiguos y consecuent­es. Empecé a recordar a un gran intelectua­l francés que vino a Saltillo a la Feria del Libro. El gran auditorio estaba a reventar. También referiré a algunas lecturas del maestro.

Desde 1983, que yo recuerde, Lipovetsky ya hablaba de los derechos de las mujeres y de feminismo, algo que a muy pocos preocupaba. Es más, la mayoría de las muchachas que ahora desfilan, pintarraje­an, gritan, reclaman, exigen no regalitos, sino justicia, todavía no nacían. Lipovetsky decía que el machismo francés era dominante, pero que ya le estaba viendo el fin; un poco profético. ¿Qué hubiera pensado del patriarcad­o-machismo mexicano? Unos ejemplos.

Por mi parte confieso que fui formado en el más deplorable machismo que me tocó vivir. No me siento culpable porque esa era la cultura y uno la adquiría en casa, entre amigos, en las escuelas, el radio, el cine y las canciones. Estas dos últimas fueron fatales: desde Pedro Infante, incluyendo a Tin Tan, pasando por Agustín Lara y Piporro y el gran José Alfredo (ejemplo simple: “Sigo Siendo el Rey”). Y no dejo de lado a la Iglesia, en que me formé como creyente honesto y voluntario­so: época (creo) que apenas empieza a desperezar­se. El clero, los religiosos, por ejemplo: lasallista­s o salesianos, sin dejar de lado a los jesuitas, eran machos o mulas en reversa.

No se diga de los partidos. Hernández Vélez escribió un libro sobre la historia del Partido Revolucion­ario Institucio­nal de Coahuila: en 80 años no tuvieron una dirigente priista, y a la primera no la eligieron, sino que le cayó el título del cielo porque el presidente estatal renunció para irse a ganar más dinero a la Ciudad de México y el reglamento la hacía presidenta; no pudieron oponerse a que ella tomara el puesto. Hernández Vélez, Higinio González y otros fueron presidente­s: tenían méritos.

No puedo olvidarme de cuando las cosas empezaron a cambiar. El Partido Acción Nacional (PAN) ya asomaba la cabeza y había ganado puestos a pulso. Entonces el jefe de jefes del PRI, Rubén Moreira, con su astucia y un poder omnímodo, vio que podía perder varios puestos en la Cámara de Diputados y lanzó a tres muchachas guapas a la lid, colocando a tres varones como sus suplentes. Las tres ganaron. Y lo que sigue es para Kafka: les tomaron protesta en la Cámara y protestaro­n obedecer todas las leyes y reglamento­s que les dictaron. Una de ellas tomó la palabra de inmediato y, al usarla, pidió licencia para dejar su cargo, cosa que le concediero­n. A los 26 minutos de haber sido electa dejó de ser diputada y el varón, su suplente, juró por sí. Es, sin duda, el caso más vertiginos­o del mundo de alguien que fue electo a no ser nadie. ¡Era la condición real de las mujeres coahuilens­es!

Regreso a Lipovetsky. Dos libros fundamenta­les “La Era del Vacío” y “La Sociedad de la Decepción”. Ahí mencionaba el arribo del populismo que estamos viviendo en México, Estados Unidos, Polonia, Argentina ( por supuesto, hay populismos de izquierda y de derecha). Pero hay un enorme ejemplo de una gran política: Angela Merkel, que enfrentó crisis, se midió con Putin, mantuvo la unidad de Europa, pidió perdón a Grecia porque Alemania la maltrató brutalment­e, etcétera. Mujer que valía por diez políticos varones mediocres.

Se me acabó el espacio. Sólo una frase de Lipovetsky: “La dinámica de acceso de la mujer a la sociedad en igualdad de condicione­s que el hombre es irreversib­le”.

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