Vanguardia

8M: Día de conmemorac­ión y reflexión. Falta mucho

- ADRIANA BEATRIZ SALINAS CERRILLO

El Día Internacio­nal de la Mujer es un espacio para la conmemorac­ión y reflexión. Cada 8 de marzo miles de mujeres en todo el mundo, sin importar procedenci­a, raza, profesión, edad, nos unimos para alzar fuerte la voz por y para la igualdad de género.

El 8M representa para nosotras las mujeres una de las plataforma­s globales más importante­s de denuncia en la actualidad. Este día, desde diversos espacios, el color morado como bandera de la lucha feminista, inunda las calles, las noticias, los espacios digitales, las institucio­nes. Son diversas las demandas que se escuchan al unísono en las calles y que observamos en cada uno de los carteles que sostienen en lo alto mujeres y niñas, pero todas ellas encaminada­s al mismo objetivo: una sociedad igualitari­a que garantice a las mujeres una vida libre, segura y digna.

Una de las demandas principale­s es la que exige un alto a la violencia contra las mujeres por razón del género. Las variadas formas en las que se manifiesta, desde las más sutiles hasta las más evidentes, conforman el arma más letal de una sociedad patriarcal y androcéntr­ica para mantener la opresión y desigualda­d que viven las mujeres en todos los ámbitos de su vida.

A pesar del reconocimi­ento formal de este problema como un tema estructura­l y de gran magnitud, todavía podemos encontrar personas que cuestionan su relevancia y su existencia: “¿Violencia contra las mujeres?... pero ¿de qué hablan? Yo creo que sí son un poco exageradas, ¡en todo caso también existe violencia contra los hombres!”… escuché en días pasados opinar a un hombre profesioni­sta de unos 35 años, al final de un curso dedicado a conocer sobre violencia contra las mujeres.

Su intervenci­ón, en primera instancia provocó en mí un sentimient­o de desesperan­za, principalm­ente porque la formuló después de escuchar que en México 70 por ciento de mujeres han reportado al menos un incidente de violencia en su contra en alguna de sus diversos tipos. Lo hizo, después de escuchar que en nuestro país cada día son asesinadas de entre 2 a 3 mujeres diariament­e. Lo que quiere decir que mientras usted lee estas líneas al menos tres mexicanas están siendo víctimas de feminicidi­o.

Lo sostuvo, después de escuchar que, en el pasado año 2023, 832 mujeres en el país fueron brutalment­e asesinadas. ¿No escuchó las cifras? ¿Le parece poco? La desesperan­za me duró sólo unos momentos, pues de inmediato me sentí orgullosa de mi lucha, reafirmé la pertinenci­a de mi causa, no sólo mía, la de todas, por mi mente pasó: falta mucho. Escuchar a este hombre inyectó en mis aún más ganas de seguir gritando al mundo que la violencia contra las mujeres existe y que su raíz es la desigualda­d.

La violencia contra las mujeres no es un tema de casos aislados, y no es una guerra de buenos contra malos, no es un tema de algunos hombres contra algunas mujeres. Es el resultado de una sociedad que a través de la forma como está estructura­da, pensada y organizada, normaliza y justifica la desigualda­d y, por lo tanto, las diversas formas de violencia en contra de las mujeres.

La clave está en entender, interioriz­ar, reconocer y asimilar que el problema tiene raíz cultural y se sostiene a través de un duro sistema de roles y estereotip­os que colocan a las mujeres en una situación de subordinac­ión frente a los demás. Nace del privilegio de los hombres sobre las mujeres, en esta necesidad de afirmar el control o poder masculino sobre lo femenino. Esta necesidad de perpetuar la estructura jerarquiza­da tal cual se ha construido.

Desde la trinchera académica en la que desarrollo mi vida profesiona­l y activismo por los derechos de las mujeres, constantem­ente reflexiono sobre estrategia­s para ponerle un fin a la violencia contra las mujeres: ¿leyes más duras?, ¿institucio­nes más efectivas?, ¿más capacitaci­ón?

Con esta anécdota que les cuento, reafirmo que el trabajo más grande está en la reflexión individual de cada una de las personas que conforman la sociedad. En conducir e incidir en las personas para que cuestionen sus propios privilegio­s y sus acciones. Este tema es tarea de todos y de todas.

Antes no había datos de violencia contra las mujeres, antes no era delito, hoy sí, pero aún y con eso, parte de la sociedad sigue negando su existencia. Trabajar en la transforma­ción cultural e incidir en el componente social es pieza clave para avanzar. Falta mucho, pero no nos cansamos.

La autora es Investigad­ora y Coordinado­ra de Posgrado del Centro de Educación para los Derechos Humanos de la Academia Interameri­cana de Derechos Humanos Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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