BARBIE ELIGIÓ BIEN
Desde que era pequeña, me gustó mucho tener muñecas, siempre jugaba a eso con mi hermana y era realmente divertido. Ahora estoy bastante sorprendida por la gran cantidad de muñecas que tengo, aunque todavía me encanta encontrarme con ellas en los bazares, ventas de garaje o supermercados random. Es lo más divertido, estoy creando mi propio universo de Barbie; pero admito que no es un hobby barato.
Mi obsesión llegó tan lejos que yo me quería ver igual que una Barbie y me sometí a numerosas cirugías para estar idéntica a ella. Eso sí, no podía olvidar que también quería mi propio Ken.
Un día fui al gym y no pude creerlo. Por fin encontré a mi ser amado, el Ken que había soñado. Conversamos por días y lo invité a una boda. Yo tenía muy claro mi objetivo con él; pero quería conocerlo más. Se llegó el día del evento y cuando llegamos a la fiesta todos estaban asombrados por nuestra belleza y perfección. Lo sabía, elegí bien.
Después de una noche asombrosa entre cena, baile, fotos con los novios y selfies con los invitados, nos fuimos a la cama. Ahí hice la gran revelación. Me di cuenta de que no era el Ken que presumía ser.
En la mañana, nos despedimos tiernamente e hicimos nuestras cosas todo el día, cada uno por su lado. Llegó la noche y nos fuimos a dormir de nuevo. Esta vez me levanté en la madrugada, fui con sigilo al jardín y regresé a la alcoba con unas tijeras para podar arbustos. Pronto le corté ese pedazo de carne que tenía de más. Por el intenso dolor, Ken se levantó asustado y casi entre lágrimas, pero con voz muy fuerte me gritó: “¿Qué te pasa? ¿Estás loca?”
Con su miembro en mi mano, separado de él y sacudiéndolo como un trofeo en la intimidad, asentí sin alarma alguna: “No te asustes, cariño. No eras un Ken de verdad y sólo te quité ese trozo de piel que tenías de sobra. Ahora sí estás completo”.