Vanguardia

BECAS A JÓVENES EMPRENDEDO­RES

- JAVIER FUENTES DE LA PEÑA aquientren­osvanguard­ia @gmail.com

Desde hace tiempo he pensado en la posibilida­d de encontrar una nueva forma de subsistenc­ia, es decir, en un negocio propio. Pero algo me dice que estoy desprovist­o de las cualidades que debe poseer todo buen comerciant­e. En una ocasión, por ejemplo, a dos amigos y a mí se nos ocurrió la idea de criar jabalíes con la intención de vender su carne en restaurant­es de la región. Después de un minucioso análisis del proyecto decidimos proceder de una forma más activa y fue así que nos aventuramo­s en el mundo de la ganadería.

Después de haber hecho una serie de estudios del posible mercado de la carne del jabalí y de los insumos necesarios, calculamos lo que cada uno de los socios debíamos invertir. Tomando en cuenta que uno de los socios contaba con unas porqueriza­s, y que otro de ellos podía conseguir a un jabalí semental, no era tan exagerada la suma que teníamos que destinar para arrancar nuestro nuevo sueño.

La primera decepción que nos dejó nuestro negocio naciente fue al conocer las mentadas porqueriza­s. Estaban casi en ruinas, pero después de unas semanas de arduo trabajo quedaron flamantes. Fines de semana enteros nos la pasamos limpiando las gracias que antes habían dejado los cochinos más cochinos que puede haber en este planeta. Aquella fue la primera vez que dudé en la viabilidad de nuestro negocio, pero seguí adelante y no permití que aquella triste experienci­a me desanimara.

Al día siguiente, mis amigos, o mejor dicho mis socios y yo nos levantamos temprano para ir por nuestro semental, o mejor dicho, para evitar malas interpreta­ciones, por el semental de las jabalinas. Estaba en un rancho de Tamaulipas, así que el trayecto era largo. Al llegar lo primero que escuchamos fue un grito que nos inquietó. El ranchero se rió y dijo: “Valientes ganaderos van a ser ustedes que se asustan con los gritos de los jabalíes”. El comentario nos ofendió un poco y su risa burlona más. Cortantes en la conversaci­ón, le pedimos que nos ayudara a subir en la camioneta al semental. Después de mucho batallar, logramos amarrar las patas del animal y lo echamos en la caja de nuestro vehículo. El ranchero dijo también que nos regalaba dos jabalinas, pues si el semental estaba solo poco podía hacer y de nuevo lanzó una carcajada burlona que nuevamente hirió nuestro recién estrenado orgullo de ganaderos.

Por fin llegamos a Saltillo y al nuevo hogar de nuestros queridos animalitos. Pero cuál fue nuestra sorpresa que uno de los tres jabalíes ya no estaba y, para nuestra desgracia, era el semental. Después de mucho meditar y de consultar a los más prestigios­os veterinari­os de la localidad, llegamos a la conclusión de que dos jabalinas poco podían hacer por multiplica­rse. Ese fue el motivo por el que los tres socios llegamos a un acuerdo: “A la fregada con este negocio y con estos méndigos jabalíes”. Una de las jabalinas la regalamos y a la otra, que se llamaba Petrita, nos la comimos entre toda la bola de amigos.

Este fue el último negocio que traté de emprender y hasta hace pocos días logré reponerme de aquel fracaso.

Hoy las candidatas presidenci­ales hablan de dar becas a jóvenes emprendedo­res. Esto es muy bueno, pero más que la beca, es importante ofrecer a dichos jóvenes una guía profesiona­l para que no les pasen lo que a mis amigos y a mí nos pasó con el ambicioso proyecto de inundar de carne de jabalí a todos los restaurant­es de la Región Sureste de Coahuila.

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