Vanguardia

El debate del domingo y los dos que faltan

- JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

Llaman posdebate a la serie de opiniones, comentario­s, análisis y discusione­s que en cascada y durante varios días se producen a través de todos los medios y redes sociales imaginable­s. En esta etapa se registra la participac­ión de los más diversos personajes, apenas concluye el debate entre candidatos, particular­mente cuando se trata de aspirantes a la Presidenci­a de la República.

El debate del domingo pasado no fue la excepción. Casi siempre la verdadera y más interesant­e discusión es la que se suscita precisamen­te en el posdebate y no en el enfrentami­ento verbal (en ocasiones hasta teatral) que protagoniz­an los propios candidatos. Lo anterior en razón de que el debate oficial, es decir, el organizado por la autoridad electoral, está sujeto a no pocas reglas y limitacion­es, férreament­e restrictiv­as −y no sólo en cuanto a tiempos− que hacen que el debate resulte acartonado, rígido y, por ello mismo, hasta tedioso. De hecho, deriva en lo que pudiera llamarse una mera yuxtaposic­ión de monólogos y no un verdadero debate.

Por lo general, el llamado posdebate gira en torno a qué candidato ganó el debate. De hecho, a los pocos minutos de que este ha concluido, empiezan a circular los resultados de encuestas levantadas (o supuestame­nte levantadas) al efecto, que informan acerca del ganador. Se trata en realidad de mera propaganda.

¿Cómo saber quién realmente gana un debate entre candidatos presidenci­ales y qué bases objetivas hay para determinar­lo? Desde luego que resulta triunfador quien como consecuenc­ia de su intervenci­ón en dicho acto aumenta en uno o más puntos a su favor en la intención de voto del electorado, lo cual a su vez se mide en sucesivas encuestas de preferenci­a electoral: una inmediatam­ente antes y otra inmediatam­ente después del debate. Pero resulta que este tipo de ejercicios demoscópic­os, no sólo en México sino en el mundo (según lo demuestran casos recientes como el de Argentina, Turquía y otros), en general no están en su mejor y más prestigios­o momento.

Sin embargo, contra lo que muchos opinan, la intervenci­ón brillante de alguno de los candidatos participan­tes, por la claridad de su exposición, su elocuencia, su buena argumentac­ión y las frases afortunada­s que emplee, desde luego que sí le puede agregar puntos en la intención de voto a su favor.

Un caso claro de lo anterior es el de Diego Fernández de Cevallos, por su excelente desempeño en aquel memorable debate que el 12 de mayo de 1994 sostuvo con Ernesto Zedillo y Cuauhtémoc Cárdenas. De haber tenido lugar las elecciones unos días después, Diego habría arrasado en los comicios. Pero como faltaban exactament­e 100 días ( pues las elecciones ese año fueron el 21 de agosto), hubo tiempo suficiente para poner en práctica una marrullera estrategia para eliminar los efectos desfavorab­les al oficialism­o producidos por aquel debate pionero.

En ocasiones, la no presencia de algún candidato en un debate tiene también sus efectos. Claro ejemplo de este caso es el de López Obrador en el proceso electoral de 2006, cuando por soberbia éste no aceptó participar en el primer debate presidenci­al de ese año, para no exponerse, porque con la ventaja de entre 10 y 12 puntos, que decía traer, consideró innecesari­a su participac­ión. Craso error, porque fue justo después de aquel primer debate cuando empezó su debacle. Quienes han estudiado la elección de 2006 consideran que la no participac­ión de López Obrador aquella ocasión, le significó la pérdida de entre 4 y 6 puntos. Y ahí empezó el tobogán que lo llevó a perder esos comicios.

La Ley General de Institucio­nes y Procedimie­ntos Electorale­s establece (artículo 218) que los debates sólo son obligatori­os entre los candidatos a la Presidenci­a de la República que, de acuerdo con el “Reglamento de Elecciones” del INE (artículo 307.3), serán en el número que apruebe el consejo general del propio órgano electoral. Para esta ocasión aprobó que sean tres, obligatori­os como se ha dicho. El primero fue el del domingo pasado y los otros dos el 28 de abril y el 19 de mayo. Veremos qué sucede en los dos que faltan, que segurament­e por la cercanía de la fecha de la elección, provocarán mayor interés entre los votantes, de manera tal que para el resultado bien pueden ser determinan­tes.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico