Vanguardia

Café Montaigne 289

- JESÚS R. CEDILLO

“Pegado al paladar tengo el olor de la piel de Camilla. Su perfume ‘Fleurs de Rocaille’ no me da tregua ni reposo. Le confieso lo siguiente, maestro Cedillo: su sombra me persigue y su hálito embriagado­r se afeita conmigo diario, en el espejo de mi camarote. Diario, señor Cedillo. Estoy en tierra. ¿Tierra firme? Ja. No hay tierra firme, jamás. Sólo la sólida presencia del viento…. Suyo.

Phillipe Lowell (rúbrica)”.

El anterior recado/nota/ epístola me lo ha enviado el marinero y poeta, el maestro Phillipe Lowell (Puerto de Essex, Inglaterra, 1965), en un paquete el cual contenía lo siguiente: una botella de ron “Abuelo” de Panamá (una delicia), una licorera de fino metal para traerla en el saco o en el portafolio. Y lo mejor, cinco poemas. Cinco nuevos poemas de su factura. Estoy contento y muy halagado.

El fiero marinero me ha enviado sus textos de su puño y letra. Su grafía perfecta me hizo temblar. Un honor para mí inmerecido. Sobra decirlo, voy a mandarlos a enmarcar para tenerlos en mi estudio. Antes de transcribi­rlos aquí y acotarlos, quiero señalarle a usted el tono ligerament­e melancólic­o de la nota. Es un tono como una ave planeando en jardín ajeno; sus parcas palabras del recado anterior, me lo parecen a mí. ¿A usted qué le transmiten?

“En la historia –leo en un añoso Libro de Estampas–, la forma y belleza

de Cleopatra, Helena, Berenice, Magdalena… Han eclipsado a cuanto varón ha nacido. Sí, son los recuerdos y memoria

de los libros, memoria y recuerdos impostados

en mis ojos. Memoria y recuerdos no míos. Mis recuerdos entonces son ficticios,

tinieblas, polvo. Nada tal vez. Pero recuerdos vivos”.

Caray, este poema largo (apenas es el liminar) tiene muchos vericuetos y vertientes: usted, yo y la humanidad creemos conocer a don Quijote de la Mancha y a su fiel escudero Sancho Panza. Hablamos de la belleza de la mujer dorada de Troya, Helena, como si hablásemos de la belleza y porte de nuestra vecina. Hablamos de los amores poliédrico­s de Giacomo Casanova y nos sabemos al dedillo sus andanzas… aunque nunca hemos conocido a nadie de ellos. Nunca les hemos visto el rostro. Pero los conocemos más, y nos son más entrañable­s, a nuestros compañeros de trabajo. Lea el remate del poema de Lowell.

“Por lo anterior entonces, tengo pocas cosas que contar sobre Camilla.

No la conozco, sólo la observo. Ella camina, yo palidezco. Camilla es un epigrama de Horacio: ‘Sin ella no hay camino ni empedrado. Sin ella ni hay uvas ni vino Para escanciar. Nada’”.

ESQUINA-BAJAN

Literatura dentro de literatura. La cita de Horacio es milimétric­a. Gran pretexto usarla y apoyar su melancolía sobre la ausencia de su musa. Aunque, usted lo sabe, lector, las ausencias son presencias. Presencias aun más fuertes y ominosas a la misma corporeida­d del ser humano señalado. Y bueno, la negación es afirmación, el poeta dice en su verso “tengo pocas cosas / que contar sobre Camilla…”, y si usted lo ha notado, nos está regalando todo un libro, su libro “Un Día en la Vida de Camilla”. Le transcribo y comparto un poema más:

“¿Qué es lo que se añora y en ocasiones,

jamás llega? La mañana. ¿Adivinanza, acertijo? No. Es la constancia de la monotonía. El juego ingrato de los Dioses sobre los hombres

y la ciudad.

El final del juego fácilmente se adivina:

La muerte”.

Insisto, creo se nota inmediatam­ente: el tono nostálgico, lúgubre y asaz cansino de estos buenos poemas, los cuales nos mueven el esqueleto. La poesía del navegante y escritor Phillipe Lowell me ha recordado y, como siempre, aquella teoría de uno de nuestros más grandes poetas mexicanos, José Gorostiza, el cual en un ensayo habló de los únicos tres temas de la poesía: el amor, la vida y la muerte. Y sobre este cosmos gira aquello lo cual nos hace humanos.

El paquete enviado por el maestro Lowell ha llegado a mi residencia, pero no trae dirección del remitente. Sólo su firma. Es decir, ¿dónde está? ¿En qué parte del mundo se encuentra? ¿Está en América? Aunque como él lo señala, no hay tierra firme, todo lo sólido se desvanece en el aire. Juro que Lowell está en Panamá, por el envío de tan apetitoso ron.

LETRAS MINÚSCULAS

Paciente, espero su nueva epístola de ultramar…

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