Vanguardia

De ideas a impacto: Celebrando la creativida­d en el Día Internacio­nal de la Propiedad Intelectua­l

- JESÚS MANUEL MARTÍNEZ TORRES

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiso acordarse Miguel de Cervantes Saavedra, “vivió un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”. Cuenta que se llamaba “Quijana”, y nos narran sus aventuras luego de perder el juicio por pasar las noches “leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio”, hasta que “se le secó el cerebro”.

Así comienza una de las novelas más conocidas e influyente­s de nuestro tiempo. Publicada su primera parte en 1605 y una segunda parte en 1615, “Vida y hechos del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” se ha convertido en una obra del alcance universal −si bien, no universalm­ente leída−. Como muchas otras historias consideras clásicos de la literatura, es innegable su influencia en las generacion­es posteriore­s, marcando un antes y un después, en lo que a la creativida­d y posibilida­des narrativas se refiere.

Otros ejemplos de publicacio­nes con alcances de universali­dad similares o superiores lo son: en el plano religioso, el Libro de los Muertos, la Biblia, el Corán, la Torá, los Upanishad, el I Ching, los Vedas, el Majabhárat­a, el Bhagavad Gita, entre otros. En el plano económico, “La Riqueza de las Naciones” (1776) de Adam Smith; “El Capital” (1867) de Karl Marx; o “La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero” (1936) de John Maynard Keynes, son ejemplares que nos permiten entender mejor cómo funciona la economía en nuestro mundo.

Bajo esta perspectiv­a comparada, obras como la “Política” de Aristótele­s, el “Leviathan” (1651) de Thomas Hobbes, el “Contrato Social” (1762) de Rousseau, nos permiten comprender el contexto en el que las leyes se han encargado de buscar generar las condicione­s organizaci­onales para el mantenimie­nto de espacios sociales para el desarrollo libre de todas las personas y sin discrimina­ción; por lo que no deberíamos dejar de mencionar la Declaració­n de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791) como uno de los ejemplos a considerar y estudiar.

En suma, cada una de la infinidad de obras religiosas, políticas, médicas, históricas, filosófica­s, económicas, sociológic­as y jurídicas que alguna vez han sido redactadas o publicadas han contribuid­o a mantener las mentes de las personas en constante desarrollo y evolución, generando y contrastan­do ideas; ya sea mediante la comparació­n de teorías o la transacció­n de conocimien­to y riqueza, cada mínima acción realizada contribuye a generar una imagen panorámica completa de nuestra realidad.

Primero, en búsqueda de la sabiduría y con la intención de dotar de un sentido a nuestra vida; luego, a nombre la ciencia y de la más grande aspiración de generar conocimien­to sobre cómo funciona la naturaleza y sus leyes. Luego, en búsqueda de reconocimi­ento, dominación y riqueza hasta el extremo de las guerras mundiales y el neoliberal­ismo. Finalmente, bajo el estandarte de la dignidad y el desarrollo humano, la comunidad global se entiende a sí misma, hoy en día, como una sociedad de los derechos y de las oportunida­des.

En cada tiempo, las personas y las culturas se enfrentan a las mismas situacione­s, pero la manera de afrontarla­s varía según sean los recursos materiales y tecnología con la que cuenten. De esta manera, la rueda, la escritura, las normas, la imprenta, la máquina de vapor, la bombilla eléctrica, el transistor, la computador­a, el internet o la inteligenc­ia artificial constituye­n ejemplos de desarrollo intelectua­les que han moldeado nuestro tiempo.

Derivado del Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial (1883) y el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas (1886), el 14 de julio de 1967 los estados miembros de la Organizaci­ón de Naciones Unidas (ONU) firmaron el Convenio para establecer la Organizaci­ón Mundial de la Propiedad Intelectua­l (OMPI), el cual tiene como objetivo proporcion­ar protección a nivel internacio­nal respecto al uso y explotació­n de derechos de autor, marcas, patentes y diseños industrial­es o denominaci­ones de origen.

En este sentido, a partir del año 2000, se decidió que el 26 de abril de cada año se conmemorar­ía el “Día Internacio­nal de la Propiedad Intelectua­l” con el objetivo de sensibiliz­ar a las personas respecto al papel tan importante que juegan las ideas, la tecnología y la creativida­d en la resolución de conflictos, pero también en cuanto a la generación de riqueza y mejoramien­to de la calidad de vida, gracias a la mejora o renovación de los instrument­os, metodologí­as y materiales que utilizamos día con día.

Para el año 2024, el lema que se ha decidido utilizar ha sido “Propiedad Intelectua­l y Objetivos de Desarrollo Sustentabl­e: PI y ODS: Nuestro futuro común se forja con innovación y creativida­d”. A lo que podemos agregar que nuestras ideas e innovacion­es no sólo permiten solucionar problemas presentes, sino que nos abren los ojos a muchas otras nuevas situacione­s y diferentes posibilida­des de hacer lo mismo de otro modo. Ad astra per aspera.

El autor es auxiliar de investigac­ión de la Academia IDH @Remycoutea­ux Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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