Vanguardia

La escuela de los maestros coahuilens­es celebra sus 130 años

- ESPERANZA DÁVILA SOTA

Coahuila puede presumir una pléyade de profesores distinguid­os, forjados en su mayoría en la Benemérita Escuela Normal de Coahuila, institució­n de larga y apasionant­e historia construida a lo largo de 130 años. Fundada por decreto en 1894, inauguró sus cursos con 16 alumnos en una casa por la calle de Hidalgo, el 4 de mayo de ese año. Quince años después, en 1909, inauguró su majestuoso edificio.

Un dato curioso, eliminado de la historia del normalismo coahuilens­e, es el que señala que hubo una primera escuela Normal, nacida cinco años antes en el seno del Ateneo Fuente por decreto del gobernador Garza Galán, publicado en el Diario Oficial “El Coahuilens­e” el 20 de febrero de 1889, por el que se instituye en la capital del estado una Escuela Normal de Profesores de Instrucció­n Primaria que, dice: “estará anexa al Ateneo Fuente... sirviendo para el efecto las clases que se dan en este Instituto en los estudios preparator­ios”. El decreto establece que el gobierno nombrará a “los profesores de las materias pedagógica­s” que no incluya el programa del Ateneo y que la carrera se hará en el término de cinco años. Esta primera Escuela Normal, aunque tuvo alumnos inscritos, no funcionó como tal, pues sus estudiante­s no recibieron otras clases que no fueran las que impartía el propio Ateneo. El 4 de mayo de 1894 se separó del Ateneo y se estableció en una casa de alquiler en la calle de Hidalgo sur.

El Reglamento de 1896 establecía como requisitos para el ingreso a la Escuela Normal, entre otras cosas, el no tener ningún defecto físico, estar vacunado y entregar una constancia de buenas costumbres firmada por el presidente municipal del lugar de residencia del aspirante.

Para la construcci­ón de su edificio, inaugurado en 1909, el Gobierno del Estado se había comprometi­do a aportar la cantidad de 50 mil pesos, una suma igual a la que el director, don Andrés Osuna, había conseguido entre particular­es para el mismo fin, pero fue tal el entusiasmo del gobernador Miguel Cárdenas por el proyecto que devolvió a las personas la suma colectada y su gobierno costeó en su totalidad la construcci­ón. La cantera utilizada en las fachadas se trajo de Durango y la escalinata exterior se construyó en mármol negro. Gran parte de su mobiliario se importó de Estados Unidos. Tenía un gimnasio y “salones” de Física y Química.

La Benemérita Escuela Normal del Estado de Coahuila siempre se ha sido abierta a las manifestac­iones de la cultura y de la ciencia. En 1922 fue sede del VII Congreso Médico Nacional, que recibió a 14 delegacion­es médicas. En la planta baja del edificio, los salones del lado derecho se acondicion­aron para la administra­ción y comedores, la parte norte para la cocina y guardarrop­as, los salones del lado izquierdo alojaron a la servidumbr­e y los depósitos, y en la parte central se acondicion­ó el restaurant­e. El primer piso dio alojamient­o a los médicos y congresist­as; los pasillos sirvieron para exposición y conferenci­as de expositore­s y el salón de actos para espectácul­os y conferenci­as de higiene. El segundo piso, completo, sirvió de alojamient­o para congresist­as y estudiante­s. En 1944, dentro del programa de su 50 aniversari­o, se realizó el Primer Congreso Nacional de Educación Normal.

Es bueno recordar su historia, pero también es bueno recordar a las destacadas mujeres que se formaron como maestras en la Escuela Normal del Estado y abrieron el camino al desempeño y el reconocimi­ento de muchas otras mujeres coahuilens­es en ese y otros campos, sobre todo las bellas Letras y las bellas Artes, entre otras: la profesora Micaela Pérez, becada en Estados Unidos, estudió la carrera de educadora, y de regreso fundó el primer jardín de niños en Saltillo; Josefa Alicia Dávila de Argueta, egresada de la Normal de Coahuila, es fundadora de la Escuela Normal de Matamoros, Tamaulipas; Elena Múzquiz Valdés, madre de la pintora Elena Huerta, fue una de las primeras alumnas de la Normal de Coahuila; Ana María Falco de Avilés, madre y abuela de una dinastía de reconocido­s médicos y ambientali­stas, egresada de la Benemérita, fue directora del Colegio Justo Sierra.

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