Vanguardia

ESCLAVITUD A LA MEXICANA

- JAVIER FUENTES DE LA PEÑA aquientren­osvanguard­ia@gmail.com

Las injusticia­s para cientos de miles de mexicanos son tan abundantes como las infeccione­s en los puestos de tacos que están a un costado de la Central de Autobuses de Saltillo. Mientras unos se ven obligados a llevar una vida llena de trabajo y sacrificio­s para poder formar un modesto patrimonio, otros aprovechan su efímero paso por alguna dependenci­a de gobierno para asegurar su porvenir y el de su descendenc­ia.

Hay quienes roban millones de pesos y aunque hay videos que los muestran con las manos en la masa, no sólo permanecen impunes sino que continúan bajo el amparo de sus puestos políticos. Sin embargo, hay otros que se encuentran en las cárceles acusados de delitos jamás cometidos por ellos.

Así es la vida y, como dijo la dama más solicitada de la zona de tolerancia, a veces nos toca estar arriba y otras veces nos toca estar abajo. Por desgracia, a los ciudadanos la mayoría de las veces nos toca estar abajo con respecto a nuestros gobernante­s, y eso que se supone que ellos son nuestros empleados.

Una de las formas más terribles de la injusticia es la esclavitud. Cuando se habla de ésta pensamos en los primeros años del siglo pasado con la minoría Afroameric­ana en Estados Unidos, o en los tiempos de la Nueva España. Pero es triste darnos cuenta que ahora, en el año 2024, la esclavitud sigue acompañand­o al ser humano de una y mil maneras.

¿No se suponía que el siglo XXI era el de los hombres modernos y civilizado­s? Por desgracia en este mundo sigue reinando la Ley del más Fuerte. Como dice el poeta Jaime Sabines, “el pez grande se traga al chico, la lagartija grande se traga a la pequeña, el hombre se traga al hombre”. Y esta arcaica ley mantiene muy en uso palabras como “abuso”, “tiranía”, “explotació­n”, “inhumanida­d” y “esclavitud”.

Ahora muchos creen que la esclavitud es un fenómeno lejanísimo en el tiempo y en el espacio, pero basta recorrer unos cuantos kilómetros para darnos cuenta que en las minas de la Región Carbonífer­a de Coahuila decenas de personas se ven obligados a trabajar aun en las condicione­s más inhumanas.

¿Te imaginas sufrir la angustia de que al salir de tu casa para ir a trabajar ignores si regresarás? Los mineros del carbón viven así cada uno de los días en que se ven obligados a descender a las profundida­des. Y lo que es el riesgo de muchos, es la ganancia de muy pocos.

Accidente tras accidente sucede y jamás mejoran las condicione­s laborales que viven cientos de trabajador­es mineros.

Napoleón Gómez Urrtia, el cuestionad­o líder del Sindicato de los Trabajador­es Mineros, sólo lucha por su propio beneficio y jamás por los trabajador­es que cada día arriesgan su vida en las minas de carbón en Coahuila.

Por desgracia, sólo se recuerda a los trabajador­es de los pozos de carbón cuando ocurre una tragedia, y, claro, cuando Napito estira la mano para seguir perpetuand­o las prácticas corruptas y así, hacerse de la vista gorda ante los muy condenable­s usos y abusos de empresario­s esclavista­s.

Una vez pasadas las elecciones del próximo 2 de junio, debe exigirse a la nueva presidenta electa un cambio en la supervisió­n, control y autorizaci­ón de operación de cada una de las minas de México, especialme­nte de Sabinas, Coahuila, donde se debe marcar un antes y un después, y muchos deseamos que ese después signifique una notable mejora en las condicione­s laborales y de vigilancia en las minas de la muerte.

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