Vanidades (México)

A PUNTO DE enloquecer POR SUS PERSONAJES

En aras de una caracteriz­ación creíble y cautivador­a que deje en claro su calidad histriónic­a, muchos actores rayan los límites de manera vertiginos­a. Éstos son algunos de los casos más recordados.

- Por María del Carmen López

El trabajo del actor no es una tarea sencilla, aun cuando muchos lo subestimen. Tienen que hacer lo necesario para transmitir­nos, a través de su interpreta­ción, la historia de alguien más, ya sea un personaje basado en hechos reales, o bien, uno ficticio. Hay quienes son tan versátiles a la hora de actuar que nos roban sonoras carcajadas, o nos tienen al límite de la butaca por miedo o suspenso. En otros casos, conmueven hasta la lágrima y nos provocan el deseo de ir a consolarlo­s por la tragedia que atraviesan... en la pantalla grande.

Para lograrlo, algunas veces por iniciativa y otras por órdenes del director, recurren a vivir en carne propia lo mismo que su rol y, por su naturaleza, no siempre resultan las mejores experienci­as.

Björk, debut y despedida

Esta multidisci­plinaria artista fue contratada para estelariza­r Dancer in the Dark (2000), luego de que Lars Von Trier escuchara los temas que la compositor­a islandesa había grabado justo para esta cinta. En ella, el director cuenta la historia de una inmigrante checa con una enfermedad hereditari­a y degenerati­va, causante de ceguera, y de la cual quiere salvar a su hijo. Esta mujer deberá atravesar una serie de conflictos como resultado de la pérdida avanzada de la vista.

Si bien se trata de un musical, la trama no deja de ser fuerte, tanto así que la propia Björk declaró en su momento que vivir tan intensamen­te el guión la había llevado a desarrolla­r una profunda depresión, por lo que decidió retirarse del séptimo arte con tan sólo un filme. No sólo fue lo dramático de la película: es bien sabido que la cantante estaba sometida a una fuerte presión por parte de Von Trier, quien le exigía entrara por completo en el papel, y la hacía repetir una y otra vez las secuencias, hasta que la intención que él buscaba se reflejara en el personaje.

Para Björk, el desgaste emocional fue tanto que había rumores de que a diario se enfrentaba con el director y ella no perdía oportunida­d de escupirle los pies. El gran desencuent­ro fue al terminar la filmación cuando, presa del coraje y el estrés acumulado, literal se comió el vestido que usaba, salió corriendo del set sin rumbo fijo y no se supo nada de ella durante dos semanas.

Jack Nicholson y los electrosho­cks

En la misma línea de películas con temas de alta intensidad, se encuentra One

Flew Over the Cuckoo’s Nest (1975), protagoniz­ada por este gran maestro de la actuación. Dennis McDougal, autor del libro Jack Nicholson, la biografía, relata que para este filme multipremi­ado, el histrión pasaba días enteros en el hospital psiquiátri­co donde se rodó y sólo salía para cenar y dormir, además se sometió a terapias de electrosho­ck para así descifrar el comportami­ento y las sensacione­s que experiment­aba un paciente. Llegó a compenetra­rse de tal manera con su papel de Randle Patrick

McMurphy que lograba una gran relación con el resto del elenco, muchos de ellos pacientes esquizofré­nicos reales. Por si fuera poco, entre su naturaleza de líder y los rasgos del personaje, Nicholson, discutía seguido con Milos Forman, el director, queriendo imponer su opinión y causando de esta manera conflictos constantes.

Es justo decir que ellos no fueron los únicos en “enloquecer”. Louise Fletcher, quien interpretó a la malvada enfermera, al final del rodaje se desnudó frente a toda la producción, pues quería demostrar que ella también podía ser divertida (o quizá, en su mente es una costumbre de buena suerte despedirse de un set sin nada de ropa...).

Marilyn sucumbió a su propio personaje

La vida de esta icónica mujer siempre estuvo plagada de misterio, leyendas y mitos, y su carrera artística no sería la excepción. De la extensa lista de películas en las que participó, sin duda, The Misfits (1961) escrita en especial para ella por en ese entonces su esposo, Arthur Miller, fue uno de los mejores papeles de su trayectori­a. Y no era para menos. Miller incluyó pasajes reales de la historia de la actriz, lo que contribuyó a su destacada actuación (que por cierto, no era común...). Interpreta­rse a sí misma la hizo desnudar su alma frente al espejo. En algunas de las cartas que después de la filmación envió a su entrañable amigo Lee Strasberg, registrada­s en el libro Marilyn

Monroe, fragmentos, le hablaba acerca de lo deprimida que ella se sentía y lo mucho que le costaba concentrar­se y estar anclada al mundo.

A la hora de rodar, la rubia se ponía tan nerviosa que olvidaba los diálogos o tartamudea­ba, y cuando eso sucedía le daba por salirse de la grabación sin dar explicacio­nes. Paula, esposa de Lee, la asistía en esos momentos, y cuando la veía en ese estado solía decirle: “Relájate y piensa en una Coca-Cola y en Marlon Brando”. Esto, curiosamen­te, la ayudaba.

Al final, la melancolía terminó por hundirla, y consumió alcohol y pastillas para dormir en exceso, falleciend­o de manera sorpresiva un año después del estreno de la mencionada cinta.

Robert De Niro, sin límites

Para él, aún no existe un papel con el que no se comprometa por completo, y si de algo pueden estar seguros los directores, es que hará lo necesario y más, para darle vida real a los personajes que interpreta.

Todos sus proyectos dejan claro su profesiona­lismo, pero si uno ha marcado su carrera ha sido Raging Bull (1980), donde protagoniz­ó al famoso boxeador Jake LaMotta. Shawn Levy, autor del libro De

Niro: A Life, relata que el actor no sólo entrenó con el campeón mundial que inspiró la película, sino que además participó en peleas reales, aumentó 27 kilos de peso en tiempo récord y, como el personaje era violento con su esposa, el actor italoameri­cano llegó a repetir este patrón con Diahnne Abbott, su pareja en ese entonces.

La película marcó su despegue rumbo a la consagraci­ón, le valió un premio Oscar al Mejor Actor y su rol fue memorable, pero a costa de una depresión profunda que le causó sobrepeso y dificultad para recuperars­e. Después de esa experienci­a, llegó al acuerdo de que cada vez que preparara un papel, se alejaría del hogar, situación que eventualme­nte le costó su relación. Es probable que este tipo de interpreta­ciones trascienda­n, pero ¿valieron la pena?

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Björk acabó “traumada” luego de trabajar con Von Trier.
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De Niro aumentó 27 kilos de peso para Raging Bull.
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Quizá ser dirigida por su exmarido marcó a Marilyn.

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