PASOLINI
HACE 95 AÑOS EN BOLONIA, ITALIA, NACIÓ UNO DE LOS ARTISTAS MÁS CONTROVERSIALES DEL SIGLO XX. 53 AÑOS DESPUÉS FUE ASESINADO, Y SU MUERTE AÚN ES UN MISTERIO. POETA, CINEASTA, NOVELISTA Y MILITANTE, NOS ENSEÑÓ QUE ESCANDALIZAR ES UN DERECHO, Y SER ESCANDALIZ
APier Paolo lo mataron una noche de noviembre. Su madre, doña Susanna, le decía “Pieruti” de cariño. A él lite
ralmente lo molieron a golpes. Y un poco más que eso: una vez muerto, sobre su cadáver tirado en la arena de una pequeña playa romana, pasaron las llantas de un Aston Martin no una, sino varias veces. Dijeron que el asesino era un prostituto de 17 años, y esa versión se tomó como cierta durante muchos años. Nadie tuvo que inventarlo, ya que el mismo chico lo confesó; Giuseppe Pelosi, a quien sus conocidos llamaban “Pino”, dijo la mañana después del incidente, el 3 de noviembre, que Pier Paolo había intentado violarlo. Según contó, el cineasta lo había llevado a aquel lugar y, luego de unos manoseos, quiso tener relaciones con él. Pino lo rechazó y eso los llevó a los golpes, lo que terminó en un asesinato en defensa propia. Lo del carro, aseveró, no había sido a propósito. Había atropellado el cuerpo “sin querer”, mientras escapaba de ahí en el auto que irónicamente pertenecía a Pasolini.
Aunque su declaración pasó por verdadera y fue sentenciado a nueve años y siete meses de cárcel, pocos creyeron su historia. Pino era un adolescente enclenque, físicamente incapaz de provocar esos estragos en un hombre robusto como Pier Paolo, de complexión atlética y experto en artes marciales. Era inexplicable que el joven no tuviera ni un rasguño en todo el cuerpo y que, en cambio, Maria Teresa Lollobrigida, la mujer que halló a Pasolini, confundiera sus restos con basura, por lo dañado que estaba. Creciendo con el enemigo Nadie supo por qué lo hizo, pero el boloñés Anteo Zamboni pagó caro su atrevimiento. Tenía 15 años. Era un niño y ya desde entonces un anarquista, o al menos así fue como pasó a la historia. Eran los 20, los años iniciales del fascismo, Benito Mussolini, primer ministro de la República Italiana, había organizado un desfile conmemorativo de la Marcia sobre Roma, acontecida en 1922, cuando nació Pier Paolo. Cuatro años atrás, Mussolini y su Partido Nacional Fascista habían hecho un recorrido desde las principales ciudades de Italia hasta Roma para forzar a las autoridades a renunciar a sus cargos. Con gala de violencia y usando sus famosas camisas negras, il Duce impuso su régimen. Aquel 31 de octubre todo parecía transcurrir con normalidad en el festejo, pero de pronto sonó un disparo. Una bala amenazó la vida de Mussolini, quien salió “milagrosamente” ileso del atentado. El autor del crimen, Anteo, fue identificado y detenido de inmediato. Los fascistas presentes hicieron notoria su ira y lincharon al rebelde. Además de los golpes lo apuñalaron 14 veces, le dieron un tiro con un revólver y lo estrangularon.
“El criminal logró colocarse en primera fila entre la muchedumbre y, al pasar el vehículo presidencial, se adelantó e hizo fuego con una pistola que disimulaba en su bolsillo”, narró sobre ese día el diario español El Siglo Futuro. ¿Pero quién, en medio de la multitud, identificó al agresor de Mussolini? Su oficial de caballería: Carlo Alberto Pasolini, padre de Pier Paolo.
En sus declaraciones, Carlo Alberto no sólo señalaba al agresor, sino que aseguraba que usó su propio brazo para proteger al dictador. Para él llegaron reconocimientos, y para los padres de Anteo, 30 años de prisión por instigación. Carlo, a decir del escritor italiano Nico Naldini (primo hermano de Pier Paolo por parte de su madre), era un hombre que parecía cargar una gran culpa. La teoría de Naldini tiene que ver con una verdad que fue desde entonces un secreto a voces: que el atentado a Mussolini había sido un asunto planeado, que Anteo no disparó y que fue el chivo expiatorio de un evento cuyo objetivo era ganar pretextos para reprimir más al pueblo y exaltar la figura del dictador.
Según los recuerdos de infancia de Naldini, recopilados por los editores Patrick Rumble y Bart Tesla en el libro Pier Paolo Pasolini: Contemporary Perspectives, su tía Susanna nunca quiso a Carlo. Su único amor había sido un guapo joven veneciano llamado Attilio, que desapareció de su vida antes de la Primera Guerra Mundial. Por ese entonces, ella, hija de campesinos, conoció a Carlo, un sargento de infantería, que estaba forjando una consistente carrera militar para evitar la ruina en su familia. Eran aristócratas con títulos nobiliarios y una
gran fortuna, pero él pertenecía a la rama pobre. Escaló cuanto pudo en el ejército para recuperar su carácter noble, y el encumbramiento lo encontró con el atentado de Zamboni. Se comprometió con Susanna en 1914 y más o menos un año después, ella se embarazó.
Aún no se casaban, de modo que fue un asunto escandaloso. Susanna se escondió en la provincia de Mantova con unos parientes hasta que dio a luz a un niño, al que llamó Carlo. Lamentablemente el bebé era muy débil y sólo vivió unos meses. En 1922, ya pasada la boda, nació Pier Paolo. Quién sabe si la experiencia previa de perder a un hijo fue lo que provocó el amor excesivo de Susanna hacia su Pieruti, pero desde el primer momento fueron inseparables. Ni con su segundo hijo Guidalberto, nacido en 1925, tuvo un lazo así de fuerte. Esto enfureció a Carlo, quien jamás recibía pasión de su esposa. Los celos provocaron una permanente distancia entre Pier Paolo y él, y además fueron motivo de una constante violencia doméstica. En una entrevista que dio en 1971, Pier Paolo narró una noche normal de su infancia: “Esperaba con terror la hora de la cena porque sabía que llegarían las escenas… inicialmente hubo en mí una negación de la madre, que me generó una neurosis infantil. Tal neurosis me hizo volverme inquieto, poniendo en cada momento en tela de juicio el hecho mismo de estar en el mundo… Cuando mi madre estaba a punto de parir empecé a padecer escozores en los ojos. Mi padre me inmovilizaba en la mesa de la cocina, me abría el ojo con los dedos y me echaba colirio”. Carlo maltrataba a Susanna Pier Paolo, por lo tanto, cada día odiaba más a su padre y amaba más a su madre, a quien protegió cuanto pudo. Cuando cumplió 28 años se la llevó a Roma, para iniciar ambos una vida alejada del que fue un violento progenitor y marido. Esta mala relación con Carlo la dejó registrada en el poema “Who is Me”, en el que, entre otras cosas personales, confiesa: “Con el ocaso del fascismo comenzó el ocaso de mi padre / Lo del fascismo es una excusa, con la que también / justifico mi odio / injusto, hacia ese hombre: debo sin embargo / confesar que es un odio / horriblemente mezclado con compasión”.
El complejo edípico de Pier Paolo, además de hacerlo santificar la figura de su madre, lo llevó a rechazar todas las imágenes paternas que encontró a su paso. Para Maria Laura Gargiulo, autora de la biografía El anti-títere. Pasolini y los motivos de disenso, las figuras contrapuestas del padre carnicero y la madre víctima influyeron en su postura política. Explica Gargiulo: “Pasolini hizo determinadas elecciones influido por la infancia terrible que tuvo y por la relación con su padre. El hecho de que desde muy joven comenzara a militar en partidos de izquierda se explica en su necesidad de estar junto a las víctimas y ayudarlas”. Pero sin todo lo acontecido con su padre, por negativo que fuera, Pier Paolo no hubiera sido quien fue. Él mismo lo admitió: “Yo, quizás de manera inconsciente, era enemigo suyo y él, inconscientemente, era profundo enemigo mío, pero en realidad fue quien me empujó a tomar la carrera que he tomado”. Poeta incómodo Estudió Historia del Arte y Literatura en la Facultad de Letras de la Universidad de Bolonia. Antes, ya había hecho notar su sensibilidad y su inteligencia prodigiosa: escribía poemas desde los siete años y a los 19 comenzó a publicarlos. Justo a esa edad fue reclutado por el ejército. Durante la Segunda Guerra Mundial fue capturado por los alemanes, pero logró escapar. Tiempo después se integró al Partido Comunista. Al cumplir los 35, inició su actividad más fuerte en la escritura y, además de poesía, publicó ensayos y novelas. En todo su trabajo literario, sea o no ficción, sus obsesiones pueden notarse con fuerza y claridad: su interés por la vida de los proletarios y los campesinos, su desprecio a la cultura de consumo y los medios masivos, su oposición a la globalización homogeneizadora y la cultura dominante.
Prolífico y activo, desde muy joven fue identificado como un intelectual en potencia. Durante los años 40 estuvo comprometido en el Partido Comunista y fue un destacado profesor en una preparatoria de Valvasone. Pero Pier Paolo tenía un gran problema: ser él. Marxista, católico y homosexual. Cada uno de los pilares de su personalidad parecía repeler al otro, aunque de ellos fue su preferencia sexual lo que más pesó. Debido a eso el partido lo expulsó y, también, los demócratas católicos justificaban su presión constante contra el hecho
de que diera clases. Un día, estos últimos consiguieron su cometido gracias a un error del mismo Pier Paolo, quien en sus veintitantos protagonizó un escándalo sexual que involucraba a chicos de 16 años o incluso menores. De lo que pasó se sabe poco, pero sirvió para dejar clara su orientación ante la sociedad. Fue durante ese torbellino que se mudó con su madre a Roma.
Para huir de los ojos de la sociedad burguesa a la que pertenecía, buscaba la libertad en los “bajos mundos”, donde entablaba relaciones amistosas con obreros y campesinos, y sexuales con prostitutos y chicos de la calle. Su conocimiento sobre “la vida de la clase baja” lo hacía evidente en su obra literaria con tal precisión que el cineasta neorrealista Federico Fellini lo contrató para hacer los diálogos de su película Las noches de Cabiria (1957). La colaboración funcionó tan bien que Pasolini coescribió la que es, quizá, la película más famosa de Fellini: La dolce vita (1960), protagonizada por Marcello Mastroianni, Anita Ekberg y Anouk Aimée.
Fue entonces cuando se enamoró del cine como medio de expresión. Tenía entonces 40 años y una carrera reconocida en la literatura. Cuentan que Fellini, quien lo había acogido como aprendiz, le insistía con que debía probar la dirección. Cuando lo hizo con su primera cinta, Accattone (1961), en la que se narran los conflictos vitales de un proxeneta, Fellini dio la espalda a su discípulo escandaloso. Pero Pasolini no vio su ánimo afectado ante las reacciones que recibía su obra, sino al contrario. Sobre su iniciado romance con el cine, habló en varias ocasiones. En una de ellas, en conversación con el periodista Gideon Bachmann, contó: “Al principio, cuando comencé a hacer cine, pensé que era sólo la adopción de una técnica distinta, casi diría, de una técnica literaria distinta. Pero luego advertí, poco a poco, que era la adopción de una lengua diferente. Entonces abandoné la lengua italiana, con la cual me expresaba como hombre de letras, para adoptar la cinematográfica. Al hacer cine, en cierto sentido, he renunciado a mi lengua, es decir, a mi nacionalidad”.
A Accattone siguieron, entre otros filmes, Mamma Roma y El evangelio según San Mateo, donde su madre aparece en el papel de la Virgen, Edipo Rey, Teorema, Medea, con Maria Callas de protagonista, y su “trilogía de la vida”, compuesta por El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches. Al final de su vida se encontraba trabajando en lo que sería su trilogía de la muerte, de la cual sólo llegó a rodar la dura y muy escandalosa Salò o los 120 días de Sodoma, inspirada en el libro homónimo del Marqués de Sade. Todas tenían en común el uso de actores no profesionales y de escenografías reales. Le obsesionaba encontrar la iluminación perfecta, a la que consideraba “la síntesis de un filme” y siempre dejaba muy clara su manera de pensar. Así lo contó a Bachmann: “Cuando miro las cosas tengo un ojo racional, crítico, que tomo de mi cultura laica, burguesa y luego marxista. Entonces hay un ejercicio crítico continuo de mi razón sobre las cosas del planeta. Pero mi visión real, la más antigua, la más arcaica, que tuve al nacer y formé en mi primera infancia, mi visión original, es una visión sagrada de las cosas. Veo el mundo como casi todos los que tienen una vocación poética, es decir, como un hecho milagroso y casi sagrado”.
Bajo estos parámetros, escribió y dirigió 26 películas en un lapso de 14 años. Además, hizo seis obras de teatro, editó una revista, publicó 22 libros de poesía, 11 novelas y 13 ensayos. En su última entrevista registrada en video, un periodista francés le preguntó: “¿Qué calificación profesional prefiere? ¿Poeta, novelista, dialoguista, guionista, actor, crítico o director de cine?”. Él respondió con voz suave, calmada, casi sin moverse: “En mi pasaporte pongo simplemente escritor”. Todos estamos en peligro Unas horas antes de ser asesinado, la tarde del 1 de noviembre de 1975, Pasolini recibió en su casa al periodista Furio Colombo, colaborador del diario La Stampa. La conversación fue retomada por el cineasta Abel Ferrara en su película ¿Quién mató a Pasolini? (2014), que registra las últimas 24 horas de la vida de Pier
Paolo según la versión oficial de los sucesos. El periodista narró con todo detalle aquel encuentro, que luego se consideró un acto profético del cineasta sobre su propia muerte. Habló de los males que aquejan al mundo, criticó al fascismo, a los medios de comunicación masiva, a los políticos y a las ideologías impuestas. Se refirió al poder como “un sistema educacional que nos divide entre los que subyugan y los que son subyugados”.
La entrevista, llena de este tipo de reflexiones, terminó al caer la tarde. Colombo cuenta que Pasolini le pidió que le dejara las preguntas para pensar mejor sobre ellas y escribir algunas notas. “Me expreso mejor escribiendo que hablando”, explicó. Poco antes había declarado: “Ya no quiero hablar más sobre mí mismo, quizá ya he dicho demasiado. Todo mundo sabe que una persona siempre paga por lo que dice. Y ahí están mis libros y mis películas pagando por mí. Quizá estoy equivocado después de todo, pero pienso que todos estamos en peligro”. A decir de Colombo, el riesgo fue un tema importante durante toda la charla, y era como si Pasolini hubiera presentido algo. El periodista le pidió que sugiriera un título para el artículo, y Pier Paolo respondió: “Ésta es la esencia pura, el significado final de todo esto: nunca sabes quién, en este momento, está pensando en matarte. Si quieres puedes llamar a este artículo: Por qué estamos todos en peligro”. Un caso abierto “El que rechaza el placer de escandalizado es un moralista”, dijo Pasolini al ser cuestionado por la temática crítica y sadomasoquista de Saló, película de la que habían sido robados algunos rollos antes del estreno. Se sospecha que un grupo moralista fue el responsable del hurto. Hay quienes dicen que Pasolini terminó yendo esa madrugada a la playa de Ostia debido a una extorsión, con la esperanza de que los rollos le fueran devueltos. En 2005, 30 años después del asesinato, el confeso Giuseppe Pelosi declaró públicamente y por vez primera, su inocencia. “He vivido 30 años en el terror, me habían amenazado a mí, a mi madre, a mi padre. Ahora mis padres están muertos y ya no tengo miedo”, aseguró. Narró en televisión que Pasolini le había ofrecido 20,000 liras por subir con él a su Alfa Romeo, que lo invitó a cenar y que “se comportó como una persona educadísima, un perfecto caballero”. Tuvieron sexo oral en el auto y luego salieron a la oscuridad de la playa, donde tres hombres de acento calabrés o siciliano comenzaron a atacarlos. A Pelosi lo amenazaron para que se mantuviera en silencio. A Pasolini, en cambio, “lo golpearon con una violencia inaudita”. Le gritaron cosas como “cerdo comunista” y “maricón”. Pelosi sostiene que él pasó el auto de manera accidental por el cuerpo del cineasta, pero las llantas del coche descartan esa versión. Hoy, hay teorías que aseguran que hubo un segundo auto en la escena. Se habla de un crimen de Estado, ya que en su novela inacabada, Petróleo, cuyos manuscritos fueron robados, Pasolini pensaba desenmascarar a los asesinos de un importante empresario petrolero. También se han mencionado a grupos de ultraderecha y democristianos como los responsables de su muerte, y en día, el caso sigue abierto. En una carta de 1966 dirigida a su amigo Alberto Moravia, en la que habla sobre sus aventuras nocturnas, confesó: “Soy un gatazo turbio que una noche será aplastado en una calle desconocida”. Pero no fue ese mundo el que lo mató. Cada paso en la investigación apunta más a que se trató de un crimen político. Pero, como haya sido, a Pasolini lo asesinó la intolerancia, la corrupción y los oídos sordos que aún hoy siguen acabando con las vidas de quienes se atreven a decir lo que piensan. ●