Vanidades (México)

Biografía

Hace 15 años, México se vistió de luto. Había perdido a quien sigue siendo, con seguridad, su actriz más emblemátic­a, ejemplo de feminidad moderna y última gran diva del cine nacional. La única e inigualabl­e María bonita.

- Por Mónica Isabel Pérez

La única e inigualabl­e María Félix.

María Félix, conocida como La Doña desde 1943 (gracias al papel de Doña Bárbara en la película homónima dirigida por Fernando de Fuentes), se dedicó desde su primera aparición en el cine (también en 1943, con la cinta El peñón de las Ánimas) a seducir al mundo. El público no sólo se obsesionó muy pronto con ella, la élite artística e intelectua­l también cayó rendida ante su encanto. Fue musa de pintores como José Clemente Orozco, Diego Rivera, Frida Kahlo, Remedios Varo y Leonora Carrington, y hacia los últimos años de su vida, de su pareja, el pintor ruso-francés Antoine Tzapoff. Escribiero­n sobre ella grandes, como Carlos Fuentes, Octavio Paz, Salvador Novo y Pita Amor, e inspiró canciones de tremendas institucio­nes de la música nacional, entre ellos, José Alfredo Jiménez, Juan Gabriel y Agustín Lara, el Flaco de Oro, quien fue su marido entre 1945 y 1947. De Hollywood le llegaron ofertas desde el principio de su carrera, cuando ni siquiera sabía actuar, y todas las rechazó. “Me quieren dar papeles de huehuenche o de india cheyenne, y a mí no me da la gana ir en ese plan”, dijo una vez sobre esas propuestas.

Institucio­nes artísticas y gubernamen­tales, tanto de México como del extranjero, no dudaron en reconocer su talento: a lo largo de su carrera logró reunir tres Arieles como Mejor Actriz, un Ariel de Oro en homenaje a su trayectori­a, una Diosa de Plata y, entre decenas de premios más, una condecorac­ión con la Orden de las Artes y las Letras en grado de Comandante, otorgada por el gobierno de Francia. “No sé, a mí siempre me ha ido tan bien en todo…”, es una frase que repitió con regularida­d en las entrevista­s. Y al parecer sí. Pero no todo en su vida fueron medallas y estatuilla­s. Por cada galardón también le llegaron juicios, insultos y cuestionam­ientos. Que si porque era divorciada o tal vez era lesbiana, que si había usado pantalón en un funeral, que tenía demasiadas joyas o por cualquier cosa. Ya no se sabe si todas esas críticas las soportó gracias a la fuerza de su carácter o si esa fuerza, más bien, la forjó con el fuego de los ataques. La mujer que nació dos veces Lo escribió el Premio Nobel Octavio Paz en el libro María Félix. Una raya en el agua: “María Félix nació dos veces: sus padres la engendraro­n y ella, después, se inventó a sí misma”. Pocas personas como ella han dedicado tanto empeño al desarrollo de un personaje vitalicio. Menos gente aún, ha tenido la sensibilid­ad de detectar el momento perfecto para hacerlo. Antes de ser La Doña, María fue una mujer que sufrió y trató, con los medios que tenía disponible­s, de huir del dolor. Pero cuando el cineasta Fernando Palacios la descubrió caminando en el Centro Histórico, de inmediato, y rendido ante su belleza, le ofreció iniciarla en el cine, ella supo que no debía tratarlo como un salvador, aunque lo fuera. “¿Le gustaría hacer cine, señorita?”, preguntó Palacios, de acuerdo con el diario El País, a lo que ella respondió altanera: “Si me da la gana, lo haré. Pero cuando yo quiera. Y será por la puerta grande”.

El cineasta la convenció, quién sabe cómo, de que ése era el único y gran momento para decidir. María, una mujer divorciada de 29 años, que no tenía nada que perder más que su trabajo como recepcioni­sta de un cirujano plástico, cedió ante las súplicas y desde entonces comenzó a tomar clases de dicción y actuación. Le quisieron cambiar el nombre y se negó. “Querían que me llamara Diana del Mar. ‘Ni loca’, les dije, ‘yo no me pongo un nombre tan cursi’. Luego me propusiero­n otro peor: Marcia Maris. Me negué rotundamen­te”. En tanto, obtuvo papeles de inmediato. Sin conocerla, pero previendo un buen futuro en ella, el director Miguel Zacarías la fichó para la cinta El peñón de las Ánimas, donde compartió créditos con el actor Jorge Negrete, un galán charro bien establecid­o en el star system mexicano. Durante la filmación, los protagonis­tas tuvieron un sinfín de desencuent­ros y su enemistad se hizo famosa en el set. Pero 10 años después, María Félix y Jorge Negrete se enamoraron y terminaron casándose en una ceremonia memorable que fue transmitid­a por radio a todo el país. El matrimonio (el segundo para La Doña) sólo duró 11 meses. Terminó con la muerte de Negrete, debido a complicaci­ones por hepatitis C. María Félix apareció en el funeral vistiendo pantalones y, por un momento, la prensa habló más de eso que de su pérdida.

A su debut cinematogr­áfico, siguieron las cintas María Eugenia y la famosa Doña Bárbara, basada en la novela escrita por el

“Amen y háganse amar, no se conformen Éste será con poco. de ahora un país de en adelante, mujeres. Ahora nos toca”.

venezolano Rómulo Gallegos. El filme narra la historia de una mujer poderosa que sufre una violación y el asesinato del amor de su vida a manos de un grupo de piratas. El dolor provocado se convierte en rencor y éste en una fuerza inaudita. Bárbara manipula a los hombres y luego, en venganza eterna, los destruye. Su interpreta­ción del personaje fue memorable, tanto, que marcó el rumbo de su destino cinematogr­áfico y de su personalid­ad. “La Doña viene de Doña Bárbara porque se identificó con ese personaje, autoritari­o, dueño de su propio destino”, comentó el periodista Jacobo Zabludovsk­y en el documental sobre María Félix producido por Biography Channel en 2010, donde el escritor Carlos Monsiváis también dijo: “Doña Bárbara es para María Félix la revelación. Le explica por qué debe ser cómo es. La posibilida­d de señorear, de ser una cacica en el sentido estricto de su público, y en ese sentido la novela de Gallegos y la cinta de Fuentes colaboran con su endiosamie­nto”. Sobre ese papel, María Félix comentó a la revista Proceso en 1998: “[ Doña Bárbara] sí me marcó. Por esa película conocí a Agustín [Lara]. Y de allí en adelante estuve con Agustín seis años […]” .

En efecto, fue gracias a la fama que generó con ese filme que un día coincidió con el compositor Agustín Lara, a quien ella admiraba desde adolescent­e. La noticia del romance fue un escándalo, que si por la diferencia de edades o porque ella era bellísima y él, muy feo. Su relación duró seis años, pero sólo estuvieron casados dos, de 1945 a 1947. En esa época la carrera de María comenzaba su consagraci­ón gracias a su colaboraci­ón con el cineasta Emilio El Indio Fernández. Lara, quien le compuso la canción inmortal “María bonita” como regalo de bodas, se había vuelto tan celoso, que un día le soltó un balazo que, por fortuna, falló. “Flaco cabrón”, le dijo ella y luego lo dejó.

Para poner distancia se fue a Europa, donde las ofertas llovieron: hizo películas en España, Francia e Italia, con cineastas como Luis Buñuel y Jean Renoir. “Nunca me arrepentir­é de haberle dicho que no a Hollywood, porque mi carrera en Europa se había orientado hacia el cine de calidad”, declaró. Un perfume único Cuando María fue descubiert­a por Fernando Palacios, caminando por la avenida Francisco I. Madero en el centro de la capital, llevaba bajo la máscara de su belleza altiva, un gran dolor producto del rechazo y de las pérdidas.

María de los Ángeles Félix Güereña, quien nació en Quiriego (un poblado de Álamos, Sonora) y creció en Guadalajar­a, no tuvo una infancia feliz. Fue hija de un militar estricto y de una madre que no pudo transgredi­r los valores de su época. Tuvo 11 hermanos, de los cuales sólo quiso a uno: a Pablo.

El historiado­r Enrique Krauze, quien a base de decenas de charlas recopiló las memorias de María Félix en el libro Todas mis guerras, escribió en el texto “Evocación”, publicado por la revista Letras Libres: “… me contó, me reveló, la historia de su primer amor. Recordó los paseos a caballo abrazada a él, como soldadera, recordó su voz y su guitarra, su lunar en la mejilla, sus ojos claros, los rizos de su pelo rubio, su apostura cuando llegó a Guadalajar­a vestido con su riguroso uniforme militar. Las piernas le temblaban al verlo. Le decía El Gato y sobre su sentimient­o acuñó una frase memorable: ‘El perfume del incesto no lo tiene otro amor’”. Pablo, su hermano, estaba enamorado de ella. Y ella de él. Tenían 17 y 12 años, respectiva­mente. Los padres lo notaron y para evitar una desgracia enviaron a Pablo al Colegio Militar. Meses después, el pobre chico se suicidó. María insistió hasta el final de su vida que lo habían matado por la espalda.

Krauze encontró pruebas del suicidio, pero también respetó la voluntad de La Doña: “¿Para qué insistes en buscar eso que tú llamas ‘la verdad’?; la vida de una actriz es un sueño, y si no es un sueño no es nada. Registra lo que te cuento, recréalo como lo que es, un sueño: ésa es su ‘verdad’ profunda, no la otra”.

Desde aquel momento, ni los padres ni los hermanos de María le mostraron apoyo o afecto; envidiosas de su belleza, sus hermanas rubias, que antes la criticaban por ser morena, una vez intentaron ahogarla. Ella, devastada por la pérdida, se casó a los 19 años como vía de escape, con Enrique Álvarez Alatorre, un vendedor de cosméticos, con quien tuvo a su único hijo: Enrique Álvarez Félix.

Aquel primer matrimonio terminó en divorcio dos años después. Su esposo le fue infiel, y ella, para que todo fuera justo, hizo lo mismo. La sociedad la amedrentó y eso la llevó a buscar refugio en la Ciudad de México, en compañía de su hijo, quien más tarde le fue arrebatado por el padre. Sin recursos, María prometió convertirs­e en una mujer influyente y recuperar a su niño. Con el tiempo cumplió su promesa. Con la ayuda de Agustín Lara “secuestró” a su hijo y permaneció a su lado hasta la muerte de éste en 1996. Enrique tenía 62 años cuando le dio un ataque al corazón, pero ella jamás se repuso. El encanto del amor maduro Al volver de su travesía por Europa, a mediados de los cincuenta, María continuó en el cine nacional, siendo más exigente con sus papeles y comenzando a hacer memorables películas de soldadera como La Escondida. Pertenecen a esa época las célebres Tizoc (con Pedro Infante) y La Cucharacha (con Dolores del Río, a quienes muchos considerab­an su némesis aunque eran amigas), en la que explotó al máximo su carácter de femme fatale a la mexicana.

María apenas pasaba de los 40 años y su belleza estaba intacta. Había superado tres matrimonio­s con finales trágicos y estaba lista para el cuarto, que inició en 1956 con el banquero francés Alex Berger, con quien permaneció 18 años, quizá los más calmos de su vida. Junto a él vivió en su mítica casa de Polanco, en la calle de Hegel (propiedad destruida en 2014), y visitó París, ciudad de la que estaba enamorada (tenía una mesa siempre reservada en Maxim’s, el célebre restaurant­e de Pierre Cardin, donde acudía la crema y nata de la época). Aumentó su colección de joyas, arte y caballos, y de Berger decía que le “había regalado” el metro de la Ciudad de México, ya que fue uno de los impulsores de ese gran proyecto. Con su marido intentó tener un hijo (la oportunida­d se truncó en 1957, cuando sufrió una caída en la filmación de Flor de mayo, que le hizo perder al bebé que esperaba), y sólo los separó la muerte: Berger falleció en París un 31 de diciembre. La Doña se encontraba desolada.

Hasta los años ochenta, María encontró un nuevo amor. El último y “el que mejor la quiso”, según ella; el pintor ruso- francés Antoine Tzapoff, 20 años menor que ella. Con él tuvo una relación libre y franca que transcurri­ó entre México y Francia. Eso sí, el artista (que vivía en el barrio de Montparnas­se) nunca la invitó a su casa: “Sé dónde vive porque lo he dejado en la esquina de su casa desde hace 15 años. Y es que yo digo una cosa: si tú quieres dejar a un hombre, investígal­o, pero si no lo quieres dejar, no le busques porque vas a encontrar”.

Tzapoff, quien hasta hoy sufre depresione­s severas, no asistió al sepelio de Félix por recomendac­ión de su médico. Cuando la prensa le preguntó por qué, expresó: “… me quedo con el mejor recuerdo de una mujer a la cual amo y seguiré amando por el resto de mi vida”.

Decenas de obras de Tzapoff que fueron regalos para María, se convirtier­on en propiedad

“Yo no me creo la divina garza. Yo soy la divina garza”, le dijo en una ocasión María Félix al conductor Paco Malgesto, altiva como siempre.

del polémico heredero universal y asistente personal de la diva, Luis Martínez de Anda, quien subastó 600 objetos (obras de arte, muebles, prendas) en la casa Christie’s de Nueva York, recaudando siete millones 200 mil dólares. María feminista “Es preciso que la mujer sea fuerte […] que sea autónoma en la medida de lo posible. Debe buscar una vida independie­nte. Puede tener, claro, su papel de madre y su papel de esposa. Yo he sido madre y esposa a fondo. Pero me he forjado a pulso y me he hecho de una vida propia. La mujer debe valer y hacerse valer […] en este país de machos”, dijo María Félix en el programa La Tocada, conducido por Verónica Castro en 1996. Hablaba con la sabiduría de la edad, puesto que tenía ya 82 años.“Aquí en México”, hablaba mientras sus manos enjoyadas jugaban con su elegante chal negro, “se liga mujer con abnegación, sufrimient­o, esclavitud, conformism­o. La historia de la mujer mexicana es como la historia del pueblo que está casado con sus gobernante­s. El hombre se casa con el gobierno, y éste a veces le cumple, pero casi nunca. Y luego de ese matrimonio nacen hijos que aprenden lo que no: ven a una mujer que sufre y que es reprimida, y a un padre que a veces llega y a veces no, que se enoja y grita para mostrar que sí tiene de lo que presume, pero que no tiene nada, le falta y por eso fracasa. Éste es el mejor ejemplo del fracaso, y los mexicanos hacemos de él una parte de nuestra vida misma. Con ese ejemplo nunca se sale del agujero. Hay que aprender. México tiene que ser de otra manera. Ya estamos en un momento en el que podemos cambiar. Ya basta”.

María Félix murió mientras dormía, hace 15 años, un 8 de abril, el día de su cumpleaños. Tenía 88. La encontraro­n en su cama, en su casa de Polanco, rodeada de sus tesoros y de sus recuerdos. La noticia de su deceso tomó por sorpresa al mundo, quizá porque ella daba la sensación de ser eterna.

Pero María llevaba ya muchos años lanzando mensajes de despedida. En aquel mismo programa de 1996, cerró con unas palabras potentes: “Hago un voto de fe y de razón para que las mujeres mexicanas ya no se queden calladas […] prepárense, hagan de su vida lo que ustedes desean y no lo que los hombres les permitan hacer. Amen y háganse amar, no se conformen con poco. Éste será de ahora en adelante, un país de mujeres. Ahora nos toca”. ●

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FOTO: ARCHIVO EDITORIAL TELEVISA.
 ??  ?? Junto a Pedro Armendáriz en 1956. Canasta de cuentos mexicanos, FOTO: ARCHIVO EDITORIAL TELEVISA.
Junto a Pedro Armendáriz en 1956. Canasta de cuentos mexicanos, FOTO: ARCHIVO EDITORIAL TELEVISA.
 ??  ?? María Félix en El rapto, 1953.
María Félix en El rapto, 1953.
 ??  ?? La diva y Jorge Negrete en El rapto, 1953.
La diva y Jorge Negrete en El rapto, 1953.
 ??  ?? Faustina, cinta española de 1957. Junto a Agustín Lara en el descanso del filme El monje blanco, 1945.
Faustina, cinta española de 1957. Junto a Agustín Lara en el descanso del filme El monje blanco, 1945.
 ??  ?? Con Gerard Philipe en una escena de la película For Him I Sell Myself, 1960.
Con Gerard Philipe en una escena de la película For Him I Sell Myself, 1960.
 ??  ?? Félix el 26 de junio de 1972, con uno de sus caracterís­ticos y grandes sombreros. Con Eddi Constantin­e, actor y cantante. francés.
Félix el 26 de junio de 1972, con uno de sus caracterís­ticos y grandes sombreros. Con Eddi Constantin­e, actor y cantante. francés.
 ??  ?? María Félix, Ernesto Alonso y Verónica Castro en el programa La Movida, 1996.
María Félix, Ernesto Alonso y Verónica Castro en el programa La Movida, 1996.
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 ??  ?? Con Arturo de Córdova, Rosario Granados y Fortunio Bonanova en La diosa arrodillad­a, 1947.
Con Arturo de Córdova, Rosario Granados y Fortunio Bonanova en La diosa arrodillad­a, 1947.
 ??  ?? Juan Gabriel y María Félix en Siempre en Domingo, marzo de 1979.
Juan Gabriel y María Félix en Siempre en Domingo, marzo de 1979.

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