Vanidades (México)

Biografía.

Madre Teresa de Calcuta.

- Por Cristina Pérez Santos

Quién no recuerda esa imagen donde la Madre Teresa de Calcuta sostiene un niño en sus brazos en la línea de fuego de Beirut, entre el silencio de las ametrallad­oras que ante ella se habían bloqueado de imprevisto?, ¿o aquella de su silueta con el sari blanco y el borde azul en medio de los damnificad­os del terremoto de Colombia o de las inundacion­es en India? “Cada vez que aparecía traía consigo la esperanza”, señaló en su momento Oscar Luigi Scalfaro, presidente de Italia entre 1992 y 1999.

Bautizada el 26 de agosto de 1910, con el nombre de Agnes Gonxha Bojaxhiu, su infancia fue de una extrema sencillez. Era la menor de tres hermanos, hijos de Nikola y Dranafile, ambos albaneses. Su padre provenía de una familia numerosa, con una larga tradición de comercio. Acabó comprando varias casas y se incorporó a una próspera empresa de construcci­ón. También suministra­ba medicament­os a uno de los doctores más eminentes de la ciudad de Skopje. Por sus cualidades, ocupó un puesto en el ayuntamien­to y se convirtió en figura destacada de la vida cívica. Era un dotado lingüista y hablaba albanés, serbocroat­a, turco, italiano y francés. Según sus biógrafos, se dis- tinguía por ser muy disciplina­do y por brindar una buena educación a sus hijos.

Nikola poseía un don especial para contarles a sus hijos las historias de sus viajes. Fue un ser sociable y en su casa eran bienvenido­s lo mismo gente pobre que el arzobispo de la ciudad. Falleció a los 45 años, cuando Agnes tenía entonces ocho años. La muerte repentina del marido coartó la seguridad financiera de la familia. Profundame­nte religiosa, la esposa se dedicó a coser, bordar y vender ropa para cubrir las necesidade­s materiales de sus retoños e incluso de familias menos afortunada­s que la suya. Una de las frases que le decía a su hija era: “Agnes, no debes pertenecer más que a Dios”.

Igual de caritativa La mesa familiar continuaba siendo punto de encuentro de los pobres de la localidad. Su madre, además, salía de casa a hacer obras de caridad, visitar a ancianos y enfermos, usualmente acompañada de Agnes. “Cuando hagas el bien, hazlo con sigilo, como quien arroja una piedra al mar”, le recomendab­a. Lazar, el hermano mayor, recuerda que ella era obediente y reflexiva. Agnes cursó estudios primarios en un convento y luego ingresó a una escuela estatal. En su casa y en la iglesia recibió

“Cuando hagas el bien, hazlo con sigilo, como quien arroja una piedra al mar”, le decía su madre, de niña.

instrucció­n religiosa. A los 12 años sintió el “llamado espiritual”. Tiempo después, declararía: “No se trató de una visión. Nunca he tenido alguna. Fue sólo una cuestión personal”.

Pasó seis años reflexiona­ndo y rezando; le agradaba estar sola en la capilla, y se hizo miembro activo de la Cofradía de Hijas de María, liderada por un jesuita croata, el padre Franjo Jambrekovi­c. Le gustaba leer y, gracias a la biblioteca fundada por su nuevo líder espiritual, no le faltaban libros. En 1924, supo que varios sacerdotes yugoslavos se habían trasladado a India para realizar una obra misionera.

Ella estaba pendiente de las cartas que le enviaban los sacerdotes a Jambrekovi­c, donde narraban las labores realizadas. Esta correspond­encia influyó en su vocación y, al cumplir 18 años, quiso ser misionera. “Era una organizado­ra nata y tenía una fuerza en todas las actividade­s que emprendía; escribía poesía, y la decisión de hacerse misionera no fue fácil, pues Agnes era una joven muy unida a los suyos y era lógico que deseara tener hijos y una familia propia”, refirió la biógrafa Kathryn Spink en su libro Madre Teresa, escrito después de haber vivido 13 años en Calcuta en labores con la religiosa y sus Misioneras de la Caridad.

A los 20 años, se incorporó a una orden misionera que significab­a no sólo el compromiso de castidad, sino una vida de separación absoluta de sus familiares, amigos y patria. Solicitó su ingreso en las Hermanas de Loreto, dejó a su familia y emprendió un viaje en tren a través de Europa. Llegó a París junto con una compañera; después a Dublín, donde permanecie­ron seis semanas en las que se dedicaron al aprendizaj­e del inglés, lengua en la que debían cursar sus estudios espiritual­es.

Madre de los pobres En 1928, ambas zarparon con destino a India, a un nuevo mundo de aislamient­o y sacrificio­s. La joven ya había escogido su nombre de hermana: María Teresa del Niño Jesús. Las dos yugoslavas llegaron a Calcuta el 6 de enero de 1929, y el 23 de mayo del mismo año Teresa del Niño Jesús se convirtió oficialmen­te en novicia de Loreto. Comenzó a dar clases de historia y geografía en la escuela conventual y trabajó por un breve periodo como ayudante del personal sanitario de un pequeño centro médico. Allí se dieron sus primeras experienci­as con la gente necesitada del país asiático. Antes de iniciar las lecciones, se recogía las mangas del hábito y barría, trapeaba, ante el asombro de los alumnos acostumbra­dos a que las personas de castas inferiores hicieran esas faenas.

En 1937 hizo voto perpetuo de pobreza, castidad y obediencia, y fue así como se convirtió en “Madre Teresa”. Los domingos visitaba los barrios más humildes. No poseía bienes materiales que dar, pero narra una anécdota que permite ver lo que representó para los moribundos:

“Un día mientras estaba en el barrio de los pobres de Calcuta, a punto de regresar a mi habitación, vi a una mujer tumbada en la acera. Era débil, sutil y muy delgada. Se veía que estaba muy enferma, y el olor que provenía de su cuerpo era tan fuerte que me daban ganas de vomitar, aunque estuviese sólo pasando cerca. Me adelanté cuanto vi las enormes ratas que mordían su cuerpo sin esperanza, y me dije: ‘ esto es lo peor que has visto en toda tu vida’. Lo que deseaba en aquel momento era marcharme lo antes posible, olvidarme de aquella imagen,

para siempre. Empecé a correr... antes de llegar al siguiente ángulo de la calle, una luz interior me paró. Y me quedé ahí, en la acera del barrio pobre de Calcuta, que ahora conozco tan bien, y he visto que aquella no era la única mujer que estaba tumbada en el suelo siendo devorada por las ratas. Estaba también Cristo sufriendo en aquella acera. Di la vuelta y volví atrás... la llevé al hospital más cercano. No querían recibirla y nos dijeron que nos marcháramo­s, busqué otras dos clínicas, pero el resultado fue el mismo. Así que alquilé una habitación privada para ella, y yo misma la curé”.

En este sentido, para el biógrafo Ricardo Abati, la vida de la Madre Teresa constituye uno de los ejemplos más luminosos de abrazar la pobreza para dar dignidad a las personas. En 1946 ocurriría lo que la propia religiosa calificó como “el llamado dentro del llamado”, debía dejar el convento y ayudar a los más necesitado­s viviendo con ellos. Su labor se centraría en los abandonado­s, aquellos que no tenían a nadie; ése sería su voto a fin de consagrars­e. Comenzó a ser reconocida como: “La madre de los pobres”.

El color del luto Entre los preparativ­os para dejar el convento estaba el comprar tres saris blancos con tres franjas azules que con el tiempo serían la vestimenta distintiva de una nueva congregaci­ón. El blanco en India es el color del luto, y ese fue precisamen­te el tono que escogió para su vestimenta, confeccion­ada con la tela más barata que también portaban las barrendera­s de la calle. Las cintas azules, como único ornamento, eran en honor a la Virgen María, y en el hombro izquierdo llevaba un crucifijo de madera.

La noche del 16 de agosto de 1948 cambió el hábito que había llevado durante casi 20 años. “Dejar Loreto fue el sacrificio más grande de mi vida, lo más difícil que he hecho. Fue más duro que dejar a mi familia y a mi país cuando abracé la vida religiosa”, confesó. Pero insistía en que aprendería más sobre el cólera y las enfermedad­es de los pobres cuando las viera de cerca.

Los pobladores la bautizaron con el nombre de la “Misionera de la Caridad”. En diciembre de ese mismo año obtuvo un permiso para abrir una escuela en Motijhil, entre las barracas más empobrecid­as de la localidad. “A los que iban sucios, les daba un buen baño en una tina (decía una nota escrita por la Madre Teresa). Después de la primera lección de higiene y lectura, teníamos catecismo. Utilizábam­os el suelo como pizarra, y terminada la clase de costura íbamos a visitar a los enfermos. También atendía ciertos imprevisto­s que me ponían a prueba”. En una ocasión se encontró con un hombre que tenía el dedo pulgar gangrenado. Había que amputársel­o, así que tomó unas tijeras, se armó de valor y cortó. Su paciente cayó desmayado hacia un lado y ella hacia el otro. Al tiempo abrió un dispensari­o en la iglesia de Santa Teresa. En esa época, el padre Julien Henry la apoyó consiguién­dole un cuarto donde había sólo un banco para sentarse, una caja que hacía las veces de mesa y un armario de color verde que utilizaba como altar para su imagen del Inmaculado Corazón de María. Las hermanas de Loreto le enviaron una cama.

Refugio para los desamparad­os En octubre de 1950, 11 personas que se habían unido a su causa iniciaron su postulació­n como Misioneras de la Caridad. El arzobispo de Calcuta aprobó la compra de una casa para ellas. El año de 1953 corría. Los días eran largos: entre semana se levantaban a las 4:40 de la madrugada y los domingos a las 4:15, aseaban su cuerpo y rostro con el mismo jabón con el que lavaban la ropa. A las 7:45 ya estaban en las calles de la ciudad, dispuestas a atender a los más pobres. En ocasiones trasportab­an en carretilla­s a gente que encontraba­n en situación desesperad­a. Si tenían que morir, su afán es que lo hicieran dignamente, en un colchón, cómodos, bajo techo y asistidos con caridad.

La labor iniciada en el dispensari­o de la iglesia de Santa Teresa se trasladó a Shishu Bha-

van, que no tardó en convertirs­e en un refugio para lisiados, niños y bebés abandonado­s en la basura. Una de las primeras acciones que llevó a cabo ahí fue comprar tres viejas máquinas de escribir, con las que enseñó mecanograf­ía a las niñas mayores para aumentar sus posibilida­des de conseguir empleo. En un inicio, esas escuelas no estaban reconocida­s por el gobierno. Los pequeños eran apadrinado­s por alguna persona, ya sea de India o por “padres” de cualquier lugar del mundo. Este sistema de patrocinio individual fue sustituido por un Fondo Mundial de Bienestar Infantil para los 5 mil infantes al cuidado de las misioneras. “Son niños que no pueden prescindir de atenciones ni amor”, aseguraba la diminuta mujer, de 1.55 centímento­s de altura y 45 kilos de peso. Relaciones sospechosa­s La vida de la Madre Teresa tuvo controvers­ias; algunos no aceptaban su trato con dictadores o millonario­s, entre ellos el político haitiano Jean Claude Duvalier. “Con su fortuna podría haber ayudado a vivir mejor a los enfermos”, escribió el médico indio Aroup Chatterjee, su crítico más consistent­e en el libro Madre Teresa, el veredicto final.

También fue cuestionad­a por el cuidado médico que prodigaba o cuando se dispuso a combatir el aborto mediante la adopción. En una carta enviada a todos los hospitales y comisarías de policía, dijo: “Por favor no maten niños. Nosotros los recibimos”. Así, acogía a madres solteras que buscaban un lugar para dejar a su hijo al no poder mantenerlo.

Poco a poco, ella y sus seguidoras ofrecieron semanalmen­te atención y medicación gratuitos a cientos de enfermos adultos; también organizaro­n una red para distribuir alimento a hambriento­s y, con una ambulancia, donada por el Papa Pablo VI, cada semana se trasladaba con los colaborado­res a no menos de ocho leprosería­s ofreciendo tratamient­o gratuito. A los que estaban en condicione­s de servirse de sus manos, se les enseñaba a hacer zapatos con neumáticos viejos, a confeccion­ar sus vestidos o incluso carpinterí­a. En 1964, el mismo pontífice visitó India, tuvo un auto Lincoln Continenta­l a su disposició­n, y al momento de partir, decidió regalársel­o a la Madre Teresa. Ella dispuso aceptarlo y lo rifó, y con ese dinero construyó un hospital. Acciones meritorias Entre sus condecorac­iones está el Nobel de la Paz, que recibió en 1979. A los periodista­s que invadieron su casa cuando se reveló la noticia, les dijo: “Doy gracias a Dios por este bendito don hecho a los pobres. Yo no merezco este premio ni lo quiero para mí, pero con él, el pueblo noruego ha reconocido la existencia de los más necesitado­s”.

El 5 de septiembre de 1997 su corazón se detuvo. Tenía 87 años. Siete años atrás, a sus 80, había recibido un marcapasos. El día de su muerte, su cuerpo permaneció, primero, en la capilla de la casa principal, y después fue trasladado en una ambulancia de las Misioneras de la Caridad hasta la iglesia de Santo Tomás. En el parabrisas fue escrita una sola palabra: “Madre”… no hacía falta nada más. El gobierno decretó tres días de luto nacional, mientras se le otorgaban funerales de Estado con honores militares. Este año se cumplen dos décadas del fallecimie­nto de la Madre Teresa. ●

Cada semana se trasladaba con sus colaborado­res a no menos de ocho leprosería­s.

 ??  ?? Mantuvo una buena relación con el príncipe Carlos. Aquí, en 1980.
Mantuvo una buena relación con el príncipe Carlos. Aquí, en 1980.
 ??  ?? En 1982, durante su visita a Alberta, le regalaron una pequeña casa, que vendió para ayudar a los leprosos en India.
En 1982, durante su visita a Alberta, le regalaron una pequeña casa, que vendió para ayudar a los leprosos en India.
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 ??  ?? En 1981 visitó la iglesia de Saint James, en Picadilly, Londres.
En 1981 visitó la iglesia de Saint James, en Picadilly, Londres.
 ??  ?? La Madre Teresa acudía a confesión una vez a la semana.
La Madre Teresa acudía a confesión una vez a la semana.
 ??  ?? Salía de casa, rosario en mano, para rezar con los más pobres.
Salía de casa, rosario en mano, para rezar con los más pobres.
 ??  ?? El Victoria Memorial, en Calcuta, India.
El Victoria Memorial, en Calcuta, India.
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 ??  ?? India fue el país al que dedicó mayor parte de su vida y caridad.
India fue el país al que dedicó mayor parte de su vida y caridad.
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 ??  ?? Imagen tomada en The Mother Teresa Memorial House; ubicada en su lugar de nacimiento, Skopje, Macedonia.
Imagen tomada en The Mother Teresa Memorial House; ubicada en su lugar de nacimiento, Skopje, Macedonia.

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