Todo niño debe tener muy en claro que maltratar a una niña es como herir a todas.
Sin duda, es básico hablar con los hijos sobre igualdad, condenar todo tipo de abuso y predicar con el ejemplo. No reírnos ni mandar memes que, aunque sea de manera velada, impliquen discriminación, estereotipos o burla para las mujeres. Debemos enseñar a los hombres que, si llegan a ser superiores a ellas en fuerza física, es para protegerlas, pero jamás para forzarlas, intimidarlas o abusar de ello. Nuestros dones están ahí para ponerlos al servicio de los demás, no para utilizarlos en su contra.
Conviene revisar las expresiones que usamos, los chistes y nuestros comentarios, ya que muchos de ellos pueden tener un alto contenido discriminatorio o machista. Un ejemplo de esto, que pudiera parecer inocente, es el cuento
El patito feo. Cuando Hans Christian Andersen lo escribió, nunca detalló que el patito debía ser negro. Sólo dijo feo, pero durante años las ediciones de ese texto lo presentaron como uno de color oscuro. Cuando crecía y se hacía ‘hermoso’, se le mostraba como un cisne blanco. Así debemos estar conscientes también de las representaciones de género que consumimos o circulan en la casa, y rechazar todo estereotipo o machismo, velado o no.
Debemos tener cero tolerancia con los comentarios machistas de nuestros propios hijos. Ni una insinuación de que existen tareas o deportes exclusivos para hombres o mujeres, así como no hay colores que nos distingan o apelativos femeninos que, para molestarse unos a otros, se usen como insultos. “Nena”, “muñequita” o “pareces vieja”, son expresiones que demeritan la integridad de un hombre, como si ser mujer se tratara de algo humillante. Serlo nunca es ser menos.
Así, en lugar de sólo preocuparnos, blindaremos el futuro de las siguientes generaciones. La transformación empieza desde temprano. Si no predisponemos a los hijos al machismo, y a las hijas a la sumisión y resignación, entonces estaremos verdaderamente trabajando por un mundo más respetuoso, culto e infinitamente mejor.