Vanidades (México)

El niño prodigio de la moda

- Por FLORENCIA SAÑUDO

A los 25 años, Olivier Rousteing fue nombrado director artístico de la casa de moda Balmain. Rihanna, Cara Delevingne y Kim Kardashian son sus musas. Su cuenta de Instagram tiene 5.9 millones de followers… Pero detrás de su éxito, se esconde una herida profunda.

De su llegada al mundo se sabe que nació el 3 de abril de 1986 en una maternidad al sudeste de Francia. No tiene idea de quiénes son sus padres y hasta hace poco desconocía la razón de su abandono. Y es que Olivier vino al mundo “bajo X”, mecanismo del sistema legal que permite a una madre dar a luz de modo anónimo y abandonar a su bebé a los servicios del Estado sin que su identidad sea revelada.

Sus primeros recuerdos son en brazos de Lilou y Bruno Rousteing, la pareja que lo adoptó cuando sólo tenía siete meses. Se enamoraron de la sonrisa de aquel adorable bebé de color. Según evocaba el diseñador en una entrevista para el semanario Paris Match, el director del orfanato les habría preguntado: “¿Están seguros de querer un niño negro?” Nada les hizo cambiar de opinión y es que habían caído bajo el hechizo de quien más tarde sería su pequeño Olivier.

Una infancia complicada

“Sabía que mis padres, los que me educaban, no me habían concebido, pero me amaban. Aun así, tuve miedo de que me devolviera­n y por eso me portaba bien”, recuerda. No había riesgo: todos lo adoraban, pero en su interior siempre vibró una insegurida­d que lo hizo destacarse. Pero si su ámbito familiar era cálido, Burdeos, la ciudad donde vivió de niño, era tradiciona­lista y hasta racista, al punto que a los 11 años, un insulto de un compañero de colegio le atravesó el corazón como una flecha cuando le gritó ‘bastardo’, expresión que jamás olvidó.

“Nunca me faltó el amor. Mi combate fue por existir, por ser legítimo”. Tal vez por ello de pequeño se refugió en una fantasía: su padre era un príncipe blanco, su madre una princesa de color, y sus familias se oponían a su amor. Más adelante la idea evolucionó: eran dos adolescent­es que se adoraban, pero no podían hacerse cargo del fruto de su

amor. A los 16 años quiso averiguar sus orígenes, pero al enterarse que un día fue llamado Claude Olivier Conte, nombre acordado por el Estado, quedó en shock. Quince años después descubrirí­a una realidad más dura de lo que pudo imaginar.

Diferente a los demás

De niño solía mirar los partidos de futbol con su padre, “pero no por las mismas razones”, expresó a la revista TÊTU. “Cuando veíamos Baywatch no era Pamela Anderson quien me interesaba, sino los chicos lindos detrás de ella”. Sus padres intuían su homosexual­idad, que en el liceo era vox populi, e incluso en la paredes de los baños se leía: “Olivier maricón”. Una herida más para el chico.

Al terminar la secundaria siguió sin entusiasmo un año de abogacía y luego emprendió un viaje a París para estudiar en Esmod (Escuela Superior de Artes y Técnicas de la Moda). Soñaba con un destino como el de Galliano o Lagerfeld, pero abandonó sus estudios luego de un año, para conocer el mundo. En realidad se había enamorado de un italiano y partió con él. Aquel romance terminó mal, pero aún así decidió quedarse en Italia y enviar su book a Roberto Cavalli. Suerte de principian­te o evidencia de su talento, el diseñador lo tomó como pasante y más adelante fue su asistente. Olivier recuerda esa etapa como formidable y afirma haber aprendido mucho, pero, tras cinco años fuera de su país, regresó.

Su historia de amor con Balmain

Corría 2009 y para entonces tenía 23 años. Apenas llegó a París, se presentó a la maison Balmain que buscaba un director para el estudio de prêt-à

porter femenino. Se quedó de inmediato. Allí haría sus armas junto a Christophe Decarnin, el director artístico. Cuando en 2011 Decarnin sufrió una profunda depresión a consecuenc­ia de la presión y se vio obligado a renunciar, lo eligieron para reemplazar­lo, a pesar de su corta edad. “Cuando me propusiero­n su puesto dudé: soñaba con ello, pero ser director artístico de una gran casa parisina a los 25 años ¡me parecía insensato!”, confió a

Madame Figaro. Todo fluyó con naturalida­d, “mi suerte fue haber comenzado como asistente y guardado la misma relación con mi equipo. Aún trabajamos y nos divertimos juntos y nos decimos la verdad”.

De su predecesor y mentor guardaría el estilo rock y femenino, así como sus cortes gráficos y audaces, pero Rousteing reveló un don para inyectar con sensualida­d y glamour los básicos de Balmain. “La mujer Balmain debe sentirse bella y segura de sí”, y así lo demuestra su célebre #BalmainArm­y, su ejército de mujeres aguerridas del que forma parte Kim Kardashian o Gigi y Bella Hadid, algunas de sus amigas que participan de las campañas y asisten a sus desfiles.

La apuesta de la casa parisina por el joven de color, desconocid­o y gay, fue acertada. Encarnació­n de una diversidad que defiende con fervor, es una inspiració­n para un público en plena mutación y ejemplo a seguir para una nueva generación de diseñadore­s. Pero no sólo eso: desde que está a la cabeza, Balmain cuadriplic­ó sus ventas.

La historia de amor entre Rousteing y la maison suma ocho años, un caso excepciona­l en la inestable industria de la moda. Y no olvida el coraje de los directivos al confiar en él cuando tenía todo por probar. “Me eligieron a mí con cero relaciones en el medio, sólo por mis méritos, así que nunca les estaré lo suficiente­mente agradecido”.

De amor y redes sociales

Con sus 5.9 millones de seguidores en Instagram, Olivier es uno de los diseñadore­s franceses más seguidos de la plataforma. “Muchos creen que todo es calculado, pero no hay una estrategia detrás. Es apenas un momento que deseo compartir…”, ha dicho en entrevista­s.

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