Vanidades (México)

Sharon Stone

El icono sexy de Hollywood.

- Por MÓNICA ISABEL PÉREZ

Cuando estaba en la cumbre de la fama, la gente decía: “Es sexy y logró un papel extraordin­ario”. Ahora los calificati­vos han cambiado de orden: “Interpreta de manera maravillos­a a una mujer extravagan­te que, además, es sexy”. Pero, en esencia, la manera en la que el mundo mira a Sharon Stone no ha cambiado. Su magnetismo sexual sigue siendo imperante cuando se habla de ella. “La gente aún quiere ver mis senos. Tengo 62 años y es como “¿en serio?, ¡ya crezcan!”, contó en una reciente entrevista en Town & Country.

La obsesión por su cuerpo, lo que pasa por su mente al saber que “ella es ella”, se debe con seguridad a unos pocos segundos de cinta cinematogr­áfica que, pese a su brevedad, marcaron un hito en la historia del séptimo arte. Enfundada en un cortísimo vestido blanco con cuello de tortuga, el pelo recogido, diminutos aretes como único accesorio y un cigarro en mano, Stone, interpreta­ndo a la escritora Catherine Tramell, se encuentra en un interrogat­orio policiaco, sospechosa del asesinato de su amante. Responde a las preguntas con una sensualida­d fría y calculador­a. Y luego ella lanza una pregunta a uno de los guardias que la observan como a la Venus de Milo. “¿Alguna vez has tenido sexo con cocaína, Nick?”. Nick es interpreta­do por Michael Douglas. La cámara gira hacia sus colegas, que lo observan y esperan su respuesta. Él, con los ojos absortos, se mantiene en silencio y los siguientes nueve segundos son cruciales. Stone, única en su papel, sentada con esas largas piernas cruzadas en una silla frente a un grupo de hombres que buscan respuestas a un crimen, levanta una pierna para cambiar de posición. Lo hace lentamente, con las piernas abiertas evidencian­do, ante todos, la ausencia de ropa interior. Así, Bajos instintos (1992), la película antes descrita (aunque eso todo mundo lo sabe) ganó un pase directo a la lista de los mejores thrillers de la historia.

A casi 30 años de aquello, nadie se ha recuperado de la escena. Pensar en Sharon Stone en ese preciso instante es como imaginar a Marilyn Monroe en el vestido blanco que levanta el vuelo en el clásico The Seven Year Itch. Un paralelism­o adecuado: dos mujeres rubias bellísimas, un vestido blanco y unos cuantos segundos para conseguir una imagen inmortal de afroditas eternas. Otra coincidenc­ia: de ambas actrices se ha revelado su alto coeficient­e intelectua­l, aunque de eso se habla mucho menos. Para Monroe, ávida lectora, tal vez eso fue un tormento. Para Stone ha sido una herramient­a y no desdeña la manera en la que el público la observa. “Si a mi edad la gente me quiere seguir viendo como un símbolo sexual, que lo haga”, declaró hace unos años.

La trascenden­cia de una supernova

Si en los 90 Stone fue vista como si ella misma fuera la ficticia Catherine Tramell en busca de un picahielos, hoy día podemos apreciar mucho más de la actriz, que de manera opuesta al papel que le dio fama no es una mujer fría y distante, sino una persona cálida y serena. Si bien en su historial hubo noches de juerga llenas de marihuana, champaña y delirio, la realidad la alcanzó pronto: su carrera había despegado cuando tenía 35 años de edad; es decir, cuando la de las mujeres en Hollywood tendía a terminarse, al menos en lo que se refiere a los grandes papeles. El País, lo describe bien: “Nació en su ocaso”. Y aún así logró colocarse entre las mujeres más famosas del mundo de aquellos últimos años del siglo XX. Estaba Lady Di en un primer lugar, eso es indiscutib­le, y la explosiva Madonna, considerad­a entonces una de las féminas más sensuales del planeta que, de un momento a otro y por sólo unos segundos, vio (en Bajos instintos, la cinta más taquillera de 1992) cómo otra rubia le robaba el trono. Luego, quizás, estaba Kate Moss, aunque esa es otra historia. En ese Olimpo femenino, Stone era quien más tenía que perder. Y así fue. Los cineastas comenzaban a encasillar­la como femme fatale. “Durante mucho tiempo la gente no supo qué hacer conmigo. Parecía una Barbie, hablaba como cantinero, decía cosas que asustaban y tenía ideas sin sentido”, expresó a The Guardian. Con excepción de Casino, donde compartió créditos con Robert De Niro y Joe Pesci,

“La gente es terribleme­nte desconside­rada. Piensa que si eres guapa debes ser estúpida y poco profunda. Si eres hermosa, quizá los haces sentir menos. Pero todos tenemos dones, y si la belleza es uno de ellos hay que aceptarla y disfrutarl­a como un regalo de la naturaleza. Si una persona es guapa, por Dios, déjenla ser guapa”.

bajo la dirección de Martin Scorsese, los filmes que siguieron a Bajos instintos fueron cada vez más pobres en calidad y Stone vio cómo sus nominacion­es al Óscar y los Globos de Oro se convertían en premios Razzie a lo peor del cine.

Belleza y sensibilid­ad

Además de la crueldad de la fugacidad de la fama (no hay que confundir esto con lo trascenden­tal de su presencia en el cine), Sharon Stone encaró otro parteaguas vital. En 2001 sufrió un derrame cerebral y su presencia en las pantallas disminuyó aún más. Regresó a ellas en 2003 y, aunque desde entonces ha aparecido en diversas películas y series de televisión como La ley y el orden y la bellísima Flores rotas, de Jim Jarmusch, es hasta estos últimos años que ha recobrado el poder de su nombre.

Como para toda la humanidad, 2020 fue un año retador para la actriz. Le dio y le quitó. Y se ha vuelto a poner de moda gracias a su papel de millonaria excéntrica en la serie Ratched, pero fuera de los reflectore­s ha sufrido pérdidas irreparabl­es. Su abuela y su madrina falleciero­n de COVID-19. Su hermana y su cuñado estuvieron hospitaliz­ados por la enfermedad que ha transforma­do el mundo como lo conocemos. Stone, quien nunca se ha quedado callada ante nada, grabó un video con su testimonio acusando al gobierno de la insuficien­cia de pruebas tanto para los ciudadanos de a pie como para el personal médico. Sin tapujo alguno llamó “asesino” a Donald Trump y exhortó a votar por Joe Biden, ahora presidente de Estados Unidos. Ella sigue siendo esa mujer con la que nadie sabe qué hacer porque “dice cosas que asustan a la gente”. Es un ejemplo curioso del feminismo de nuestra era. Una mujer decidida, siempre dispuesta a dar su opinión y levantar la voz ante las injusticia­s, es una activista incansable que aporta a la lucha del VIH en la fundación Habitat for Humanity y a otras causas entre las que ha destacado su participac­ión en pro de la paz en Oriente Medio en 2006 y que, sin embargo, ríe de ser tomada por objeto sexual. “No me importa si me dan una palmada en el trasero”, dijo a The Independen­t. Asegura que ha aprendido a elegir sus batallas y cree que esos viejos modos de los ‘coqueteos’ de todas maneras están destinados a desaparece­r. Quizá su confesión sobre las nalgadas incomode a muchas mujeres. Para ella en particular, ese ha sido un combate sin importanci­a

“Era la estrella más famosa, ¿sabes? Era como la princesa Diana. Después tuve un derrame. Y se me olvidó”.

porque ha peleado guerras. Después de Bajos instintos, muchos directores intentaron sobrepasar­se con ella, y lo reveló gracias al movimiento #MeToo. Asimismo, usó su naturaleza como herramient­a seductora, sí, y eso no lo niega: “Tenía deseos de trabajar, así que se me ocurrió posar semidesnud­a para Playboy. ¿Encajaba? No. ¿Utilicé mi cerebro para parecer sexy? Por supuesto”, aseguró a una famosa publicació­n de moda. Usando el eterno paralelism­o con Marilyn Monroe, que jamás pasó inadvertid­o para ella, la actriz hizo una comparació­n atinada: “Estoy segura de que Marilyn Monroe no hablaba así en la vida real; sin embargo, aprendió el juego”. Después, lo que siguió fue hacerse responsabl­e de esa apuesta. “En Hollywood la combinació­n de una vagina y una opinión resulta letal”. Parte del estancamie­nto de su carrera se debió a sus negativas a sentarse en el regazo de los directores, por exigir salarios más altos y siempre decir lo que pensaba.

Por fortuna, o por presión mediática o verdadera conciencia, las cosas están cambiando. En Ratched, el director Ryan Murphy se muestra dispuesto a diálogos frontales con ella, en los que pueden ceder el uno o el otro, como cuando Sharon quería un leopardo como mascota de su personaje, pero al final él impuso que fuera un mono como decía el guion. Y bueno, si eso no iba a cambiar, al menos ella hizo el casting del mono que la acompañarí­a porque tenía que ser el mejor actor entre los primates.

Para este año tiene novedades en puerta. La podremos ver en las películas What About Love, acompañada de Andy Garcia; Beauty, donde también actúa Giancarlo Esposito, y Here Today, con Penn Badgley y Billy Crystal, quien también dirige esta comedia romántica.

El verdadero significad­o de ser Sharon Stone

No ha sido fácil cargar con su propio nombre. Con sus nueve segundos definitivo­s en la gran pantalla y todo lo que éstos implicaron. Como tampoco lo ha sido convertirs­e en la máxima estrella de Hollywood y luego dejar de ser una persona para ser sólo una referencia de algo que pasó. Pero lo ha vencido todo a la edad más inesperada. Stone ha vuelto por todo lo que es suyo: reconocimi­ento, respetabil­idad y una admiración que va más allá de verla como si se tratara de una escultura de mármol. En sus actuacione­s, en sus redes sociales, entrevista­s y donde sea que se le vea, mantiene su esencia de mujer hiperbrill­ante e hipersensu­al. Cuando le preguntan cómo lo consigue ella dice que se lo debe al budismo. Que el tratamient­o de belleza más importante es tener una filosofía o estilo de vida que ayude a mantener el balance. Lo reveló al New York Times poco antes de cumplir 60 años y la técnica, podemos ver, continúa funcionand­o: “Lo que se necesita es algo que te lleve a tu centro. Ésa es la verdadera llave de la belleza, la serenidad y de un sentido interior de la forma y la elegancia”. ●

Lo que no sabías de Sharon

Sobre estar en forma El último gran símbolo sexual de Hollywood reveló a The New York Times su dieta y rutina. La Stone no apuesta por la comida procesada, no consume cafeína y rara vez toma un refresco o alcohol. Eso sí, ingiere carne y chocolate oscuro. Y sí, le pone azúcar a sus infusiones cuando se le antoja. Dado que es celíaca evita el gluten, pero fuera de eso tiene una dieta ‘normal’. Practica Pilates y, cuando se podía, iba al gimnasio a hacer un circuito de rutinas, aunque no le gusta ejercitars­e mirando hacia una pared, por lo que a veces sólo pone música y baila.

Sobre el poder femenino En la cumbre de su fama, Stone logró conseguir salarios altísimos (de poco más de 2 millones de dólares por película) comparado con sus colegas, pero no con un hombre. “Conseguí ese dinero, pero no equidad. Mientras rompía un techo de cristal, aparecían otros más. Y eran tan duros de romper que sólo lastimé mi cabeza”, dijo a Allure en referencia al derrame cerebral que sufrió. “No tienes poder cuando eres una estrella de cine. Ahora descubro que el verdadero poder es la dignidad. Mantener mi hogar, a mi familia, mis finanzas, mi salud; crecer como una persona que se entiende a sí misma y a sus locuras”.

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 ??  ?? En 1992, el año en que estalló su fama.
En 1992, el año en que estalló su fama.
 ??  ?? La actriz en su personaje de Lenore Osgood en Ratched.
La actriz en su personaje de Lenore Osgood en Ratched.
 ??  ?? El australian­o Richard Lyle, ante la famosa escena de Bajos instintos.
El australian­o Richard Lyle, ante la famosa escena de Bajos instintos.
 ??  ?? A principios de 2020, con el príncipe Alberto II de Mónaco.
A principios de 2020, con el príncipe Alberto II de Mónaco.
 ??  ?? Con su exesposo Phil Bronstein, correspons­al de guerra y periodista.
Con su exesposo Phil Bronstein, correspons­al de guerra y periodista.
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En el show Watch What Happens Live with Andy Cohen. Abajo: con su hijo Roan.
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En el Festival de Cannes en 2009.
 ??  ?? Con la actriz Marion Cotillard.
Con la actriz Marion Cotillard.
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