DIANA, 60 AÑOS
Te presentamos un retrato objetivo de la inolvidable princesa de Gales.
Poca gente ha vivido bajo el escrutinio público como ella. La princesa sobrepasó los límites de la realeza para convertirse en una figura de la cultura pop. Su vida, que parecía destinada a ser un cuento de hadas, fue una tragedia cuyo final, hace poco más de dos décadas, sigue dando de qué hablar. ¿Cuál es su verdadera herencia?
Diana Spencer (1º de julio de 1961) hoy está más vigente que nunca, no sólo por el tributo que Harry y Meghan le han rendido al ponerle su nombre a su recién nacida, también hay teorías de la conspiración alrededor de su muerte, pruebas para negarlas, videos, documentales, series y películas. La fascinación que provoca no es gratuita. Más allá de su belleza, su sentido de la moda y su pasión por la filantropía, fue su desgracia pública la que atrajo las miradas a Buckingham, un palacio habitado por una familia estable y fría.
Los ingleses, acostumbrados a esto, recibieron con afecto a una princesa que no parecía de hielo, sino una persona real, capaz de reír, hacer muecas de disgusto y llorar en público. La gente la colocó como su figura favorita de la familia real, algo incómodo no sólo para su suegra, la reina Isabel II, sino incluso para su esposo, Carlos.
Pero el amor público también tiene un lado B. Mientras la gente la llamaba la “Reina de Corazones”, no había un paso que diera sin llevar detrás a decenas de fotógrafos. Su relación con la prensa fue un arma de doble filo. Le daba poder, a veces ella la convocaba para llamar la atención sobre temas que iban desde publicitar una causa benéfica hasta un romance, pero la cobertura le restaba intimidad y contribuyó a empeorar su carácter ansioso y depresivo.
CUENTO TRÁGICO
La de Diana y Carlos de Gales fue la boda que marco los 80. La transmisión televisiva registró poco más de 750 millones de espectadores. La novia, enfundada en un vestido de Elizabeth y David Emanuel, sonreía tímida y feliz. Pero cuando pensaba que las cámaras la descuidaban, se veía seria y desconfiada. Desde ese primer día, Diana Spencer vivió un tormento: entre los invitados estaba Camilla Parker-Bowles, antigua novia de Carlos, que se convertiría pronto en su mayor antagonista.
Si la relación de Carlos y Camilla no había culminado en matrimonio era porque, pese a tener perfil de alcurnia, ella no fue considerada para ser reina. Así comenzó la búsqueda de una esposa para el príncipe, quien encontró en Diana a la ideal. Era 13 años menor que él, de familia aristócrata y virgen. Se comprometieron en febrero de 1981 y la boda se realizó cinco meses después. Diana no había crecido con una educación que la preparara para el giro que tomaría su vida.
No había tenido una relación seria con otro hombre; provenía de un hogar fragmentado y sus deseos de tener uno le hacían olvidar que la realeza no ofrece calidez.
En cintas de audio que Daily Mail hizo públicas, grabadas en 1991 en una entrevista que Andrew Morton le hizo para Diana: Her True Story (1992), se escucha decir a la princesa que la pasó mal apenas inició su compromiso. Narra que se encontraba con Carlos cuando él puso una mano en su cintura y le dijo: “Un poco gordita de aquí, ¿verdad?”. Eso catalizó una ansiedad que nació con sus sospechas sobre él y Camilla, y derivó en bulimia: “Eso disparó algo en mí. La primera vez que me midieron el vestido tenía 73 centímetros de cintura. El día que me casé medía 60. Me había reducido a nada”.
“Mientras caminaba hacia el altar la buscaba (a Camilla). Sabía que estaba allí. (Pero) estaba tan enamorada de mi marido que no podía apartar mis ojos de él. Pensaba que era la chica más afortunada del mundo. Que él iba a cuidarme. ¡Me equivoqué!”, expresó.
El mundo vio a una princesa hermosa casada con un frío príncipe que la despreciaba adorando, en cambio, a otra mujer. Diana no se dejó caer, se entregaba a ayudar a los desamparados, a luchar por cuidar ella misma a sus hijos y, pese a todo, a seguir buscando el amor de Carlos.
Se ganó el cariño mundial, pero por más aprobación o tiara real que usara, no ostentaba la entrega de su esposo. Sabiéndolo desde su luna de miel, Diana, según Daily Mail, intentó quitarse la vida en los días que siguieron a la boda: “Estuve muy deprimida y traté de cortarme las venas con navajas de afeitar”.
Al poco tiempo se anunció el primer embarazo. Para entonces la bulimia había avanzado y el acecho de la prensa empeoró. Hoy se sabe que, en su desesperación, discutió con Carlos y decidió tirarse de unas escaleras frente a él. Se cuenta que la reina atestiguó el hecho y empezó a considerar que la conducta de su nuera era ‘peligrosa’. La depresión posparto, que sufrió tras el nacimiento de William, tal vez reforzó esa percepción.
Esa clase de acciones inmaduras y dramáticas eran, al parecer, una constante. Y su efecto, si es que ella esperaba recibir comprensión del príncipe, resultaba lo contrario. Carlos le pedía que se detuviera y se portara “como una mujer respetable”.
En una entrevista que concedió al programa Panorama de BBC en 1995, ya separada, pero aún no divorciada, ella le dijo al conductor Martin Bashir que la depresión en su matrimonio permitió que la gente la tildara de inestable: “‘Diana tiene un desequilibrio mental…’. Por desgracia, esas etiquetas han prevalecido con los años…”. Dijo que cuando Carlos anunció que él y Camilla mantenían su relación, la depresión aumentó. “Algunos amigos de mi esposo le decían que mi inestabilidad había vuelto, que estaba enferma y debía ponerme en algún lugar especial. Yo lo que tenía era que estaba muy avergonzada”, dijo a la
Lady Di era una romántica sin remedio, idealizaba el amor, se obsesionaba con los hombres de los que se enamoraba. No consiguió el afecto del príncipe, pero tuvo varios amantes.
BBC, cadena que actualmente está en polémica, junto con Bashir, por la manera antiética en que obtuvo la entrevista del siglo (al falsificar documentos para lograr el encuentro). Para el príncipe Harry fue “el efecto dominó de una cultura de la explotación y prácticas faltas de ética” en los medios, lo que terminó por costarle la vida a su madre.
LA OTRA HISTORIA
Visto a la distancia, quizás el problema de Diana tenía que ver con su incomprensión sobre el rol asumido cuando aceptó a Carlos. “Convertirme en reina nunca pasó por mi mente cuando me casé”, le dijo a Bashir. ¿Era tan ingenua como para no pensar en las implicaciones?
La contraparte es imaginar a Carlos y Camilla enamorados y aceptar que no podrían estar de manera oficial juntos por el cargo de él. Y en medio de ellos una joven que quiere, con desesperación, sentirse amada, y para conseguirlo lanza señales que ahuyentan, como aventarse de unas escaleras. Es fácil identificarse con el pesar de Diana, pero también hay que ponerse en el lugar del príncipe para entender algunas de sus reacciones. En Diana: Her True Story, Morton recopiló entrevistas que hizo a personas cercanas a ella. Muchos coinciden: era una romántica sin remedio, idealizaba el amor, se obsesionaba con los hombres de los que se enamoraba. No consiguió el afecto del príncipe, aunque tuvo varios amantes (deportistas, actores, empresarios, médicos, guardaespaldas) y admitió ser infiel en el encuentro con BBC.
En el documental The Last 100 Days of Diana, realizado por Martin Bashir, Tina Brown, autora de The Diana Chronicles, habla sobre esto: “Quería poseer a los hombres, tenerlos a su lado”. El guardia real Ken Wharfe confesó que ella le hacía tantas llamadas al corredor de arte Oliver Hoare, su examante, que había molestado a la esposa; y alguna vez le pidió a un amigo que la llevara afuera del departamento de él para ver “si había luz en su ventana”.
Con más intensidad se comportó con el cardiólogo Hasnat Khan, a quien conoció en 1995 y con quien tuvo una álgida relación de dos años, terminando con la negativa de él a casarse porque ella atraía demasiada atención. Su mayordomo Paul Burrell (su confidente) dijo que Khan “fue el gran amor de la princesa”, reduciendo a su última pareja, el millonario egipcio Dodi Al-Fayed, a una relación casual cuyo lazo más fuerte fue morir juntos.
EMPATÍA, SU GRAN DON
Diana, a quien el mundo vio cruzar campos minados, atender a enfermos y necesitados, conectaba con la gente. Se identificaba con los rechazados sociales porque pensaba que el mayor mal en el planeta era la falta de afecto. “Sé que puedo darles amor por un minuto, por media hora, por un día, por un mes… y soy feliz de hacerlo”. Por eso es dramático que alguien capaz de dar y recibir ternura de multitudes sintiera desolación por no hallar una pareja. Esto es algo que Andrew Morton atribuyó a su búsqueda incansable de una figura paterna, y es que sus padres se separaron en 1969, cuando ella sólo tenía ocho años.
PRINCIPIO Y FIN
Tras el divorcio, pese a que su padre había ganado la custodia de sus cuatro hijos, Diana se mudó con su hermano Charles y su madre de Sandringham a Londres. Según registros, no fue estudiante ejemplar, pero sí era independiente, de modo que salió de la casa materna a los 17 años para vivir con sus amigas en un apartamento de Kensington y Chelsea. Se mantenía con trabajos ocasionales de moza o niñera. Convertirse en la novia oficial del heredero al trono fue algo que le sucedió de manera inesperada.
Dieciséis años después de aquella boda que le cambió la vida, siendo madre de los casi adolescentes William y Harry, por fin divorciada, libre de obligaciones reales, entregada a sus trabajos filantrópicos y protagonista de portadas, parecía ofrecer señales de felicidad. Si bien su relación con Khan había terminado, su romance con Dodi Al-Fayed le daba una actitud briosa. Luego, el 31 de agosto de 1997, ocurrió su trágico deceso.
A su funeral, el 6 de septiembre en Londres, asistieron miles de personas, mientras 32.10 millones más lo presenciaban por televisión. De su partida se ha dicho de todo. Según Wired, el accidente generó una de las 10 teorías de
“Sé que puedo darles amor por un minuto, por media hora, por un día, por un mes… y soy feliz de hacerlo”.
conspiración más difundidas en el globo: están quienes piensan que lo fingió para vivir en paz; otros culpan a la reina de haberla asesinado; hay quienes responsabilizan a la industria de las minas antipersonales, cuya eliminación fue una causa que la princesa puso en el reflector.
Hoy día se sabe que el Mercedes S280 en el que viajaban Diana y Dodi estaba averiado. Se ha dicho que el chofer había bebido y conducía veloz para dejar atrás a los fotógrafos que los perseguían.
EL LEGADO
En 2011, año en que Diana hubiera cumplido 50, Newsweek imaginó el mundo si continuara viva. En portada se veía caminando a lado de su nuera, Kate. “¿Qué estaría haciendo ahora?”, preguntaba, y las respuestas tenían que ver con su apoyo a la beneficencia, su presencia en desfiles de moda, su imagen “aún estupenda” y su incursión en el universo digital, seguida por millones e intercambiando mensajes con el Dalai Lama.
La gente, los medios y los entrevistados en decenas de documentales expresan que si hoy sus hijos, en especial William, han conseguido renovar la monarquía británica y ganarse el corazón del pueblo es gracias a su madre, quien dijo que lo que deseaba dejar para él y para Harry era “capacidad de entendimiento de las emociones e inseguridades de la gente, de sus aflicciones, esperanzas y sueños”.
Y por encima de toda clase de escándalos, desamores y vestidos icónicos, haber sembrado eso en ellos (aunque actualmente estén distanciados) es lo que debe trascender como su mayor legado.