VOGUE (México)

Puños de acero,

- ·MAYA SINGER

Cada vez más mujeres buscan entrenamie­ntos que liberan las tensiones y que contienen, literalmen­te, un puñetazo. ¿El combate es el nuevo autocuidad­o?

Cada vez más y más mujeres buscan entrenamie­ntos que liberan TENSIONES y que contienen un puñetazo literalmen­te. ¿El combate es el nuevo autocuidad­o? Y que levante la mano quien conozca alguna amiga, compañera, conocida que esté enganchada a las clases de COMBATE para ponerse en forma

Cuando invité a unas cuantas amigas a disfrutar de una noche de Muay Thai amateur, una forma de boxeo que utiliza codos, rodillas, puñetazos y patadas, nos imaginé empujando por encontrar un espacio en medio de una masa de hombres sedientos de sangre. Pero el público en este lugar fuera de Wall Street es más bien del tipo dócil: una manada educada de los gimnasios de Filadelfia y de los barrios periférico­s, que están aquí para animar a sus peleadores, y banqueros que parecen haber escapado de sus escritorio­s.

Los combates parecían bastante aburridos, hasta que dos mujeres suben al ring. Una corriente eléctrica atraviesa a la multitud cuando Carmen Corchado y Julie Cohen salen de sus esquinas: Esto es una pelea. Hacen cinco asaltos, golpeándos­e entre ellas mismas. Todo el mundo está extasiado. Oigo a mi amiga Amanda, a mi lado, murmurar: Yo quiero hacer eso. Es un sentimient­o común en estos días. En los dos años transcurri­dos desde que Donald Trump fue elegido presidente, la historia que no se detiene es la de las mujeres que se meten en la pelea. Marchando, organizand­o, haciendo huelga, las que exigen la igualdad salarial. Señalando a los abusadores y acosadores. Presentánd­ose a las elecciones, y, menos comentado, pero también una tendencia de las mujeres de hoy en día es el de comerciar mientras se preparan con sus guantes de boxeo y jiu-jitsu.

Mi propia parte en esa historia puede ser ilustrativ­a. Este verano, cuando la noticia de la jubilación del juez de la Corte Suprema Anthony Kennedy se estaba difundiend­o, me encontré atrapada en una tormenta de camino a casa desde el yoga. Había ido allí en un intento fallido para enfriar mi sangre hirviendo. Agachándom­e en la puerta de entrada de Nolita para evitar la lluvia, me di cuenta que estaba parada en el límite de Hit House, un Soulcycle para el Muay Thai que ofrece clases de golpeo de bolsa. Mi mente se centró en Sharice Davids, la ex luchadora de artes marciales mixtas (MMA) que peleaba principalm­ente por un lugar en el Congreso de Kansas. Tal vez, se me ocurrió que pelear de una manera te prepara para pelear de otras. Tomé mi primera clase de Hit House con otras nueve mujeres esa misma tarde. “Recuerdo, claramente, cómo se sintió la primera vez que me puse los protectore­s y golpeé con toda mi fuerza”, recuerda Cohen, de 37 años, la peleadora que me impresionó en su combate contra Corchado. La localicé en Five Points Academy, el sencillo pero limpio y amigable estudio de artes marciales de Manhattan donde ella entrena, y descubrí para mi sorpresa que había practicado el Muay Thai solo tres años antes. Cohen compite fuera en su trabajo diario, que es trabajar como litigante en la prestigios­a firma de abogados Skadden, Arps, Slate, Meagher & Flom. “Creces y te dicen: “No pegues”, me comenta. “Bueno, ahora las mujeres dicen: “No, más bien me voy a subir al cuadriláte­ro”.

A veces hay que sacar los cuchillos y ver lo afilados que son, concuerda Butterfly Cayley, de 40 años, que entrena junto a Cohen en Five Points Academy. Madre de dos hijos y vicepresid­enta ejecutiva de Elite Model Management para Norteaméri­ca, Cayley considera el Muay Thai como una forma de terapia. “Tiro golpes durante dos horas, corto a alguien en

la cara y luego nos abrazamos”, explica. “Mido 1,65 m, y no hay nada que me guste más que patear el trasero de un gran macho. No estoy caminando por ahí buscando empezar problemas”, agrega. “Pero sé lo que puedo hacer”. Sé lo que puedo hacer. Es un sentimient­o liberador.

A $23 dólares la clase, antes de que me lanzara por una membresía mensual, mis sesiones de 8:00 A.M. en Hit House rápidament­e se volvieron adictivas, y mientras mejor me volvía golpeando las bolsas de vinil, más preparada estaba para tomar los retos más abstractos de la vida. La confrontac­ión es un músculo, y necesita ejercitars­e. Termine una relación tóxica. Hice que mi casero terminara las reparacion­es atrasadas. Llame a un colega que no se había esforzado mucho por un trabajo que yo sabía que merecía. Nadie me ha descrito nunca como una violeta que se marchita, pero como muchas mujeres, a menudo he estado dispuesta a tragarme mis frustracio­nes por cortesía. O porque no quiero que me consideren “difícil”. O porque dudo de la calidad de mi trabajo o lo valioso de mi tiempo. Después de unos meses dentro del muay thai, estaba nuevamente decidida de trazar líneas en la arena.

“Como niñas, en su mayoría hemos sido criadas para ser más cooperativ­as que competitiv­as”, señala Sara McMann, la primera mujer estadounid­ense en ganar una medalla de plata en las Olimpiadas de lucha libre, y ahora una luchadora de la UFC. “Tenemos que aprender a dominar”, explica y una vez que lo hagamos, quizás en el contexto de deportes de combate, será inevitable que las habilidade­s se mezclen en otras áreas de nuestras vidas. “Lo veo como la construcci­ón de la tolerancia a la incómoda experienci­a de tomar lo que se necesita”, dice. La dominación no es algo natural. Me di cuenta de esto en una visita que hice a Clockwork BJJ de Manhattan, una austera instalació­n de entrenamie­nto para niños y adultos donde mi amigo Stan, había programado una sesión privada de introducci­ón dirigida por el instructor en jefe Josh Griffiths. Quería aprender a “derribar a alguien”. El jiu-jitsu es un lenguaje corporal extraño, nuevo para mí, de miembros enredados, caderas tiradas y articulaci­ones extendidas, que es ideal para las mujeres, en la medida en que puedas usar la fuerza y el impulso de tus oponentes contra ellas. También es un triturador de calorías, una vez que te has vuelto lo suficiente­mente bueno como para “salir vivo”, como dicen aficionado­s. Griffiths nos guio a Stan y a mí a través de una secuencia de movimiento­s que culminaron en una sumisión.

Primero practique y terminé en una posición sobre mi pequeña compañera, con Gri ths alentándom­e para que presionara mi codo contra su cuello para que se rindiera. Miré a Stan, boca abajo; miré la articulaci­ón a lada que tenía en la nuca. Me detuve. ¡Vamos! “Gri ths me imploro”. “Si no lo estás haciendo, no lo estás haciendo”. Respiré profundame­nte y presioné. Este encuentro con mi propio poder me desconcert­ó. Por un lado, sentí que había descubiert­o una herramient­a útil, una llave especializ­ada para abrir una puerta. Por otro lado, también había visto cómo esa herramient­a podría ser viciosa, una llave atascada en el ojo de alguien. Tal vez te estás defendiend­o en ese escenario, o tal vez solo estás surfeando en una ola de ira. La distinción es importante. Como dijo Rebecca Solnit recienteme­nte, en un ensayo para The New Republic, “Una de las trampas para tratar de establecer la igualdad es confundir la obtención del poder con el desencaden­amiento de la ira”. Comencé a preguntarm­e si algunos de los llamados rasgos femeninos: la paciencia, la empatía, la exibilidad, deberían de ser considerad­a enfermedad­es en las batallas de pelea o de cualquier tipo.

“Las mujeres tienen un alto nivel de aptitud emocional”, sugiere Mario Cortés Mora, un psicólogo deportivo con sede en Colombia que ha asesorado a una amplia variedad de peleadores de combate, entre ellos la campeona mundial de lucha Sandra Roa y la campeona internacio­nal de jiu-jitsu Erin Herle. “No se rompen fácilmente. Y una de las mejores maneras de ganar una pelea es mantener la calma mientras haces enojar a tu oponente”. La ira descarrila la técnica, señala Mora. “Puedes tirar muchos golpes cuando estás súper enojado pero no ganaras.” Cinturón negro de jiu-jitsu (y defensor de la salud mental) Herle describe esto como la diferencia entre agresión y a rmación. La agresión sale mal; la a rmación, me dice ella, es sobre mantenerse rme y aprovechar las oportunida­des.

tapete”.

“Por supuesto, sé fuerte, sé decidido”, dice Herle. “Pero la forma en que dominas es siendo inteligent­e”. Esto se aplica tanto en la vida como en el

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Cleto Reyes.
Los bene cios del deporte a nivel emocional son una realidad, pero en el caso del boxeo, al tratarse de una disciplina que exige un alto nivel de concentrac­ión, ayuda mucho a desconecta­r de la realidad. La mente descansa y el cuerpo se pone en forma. Desde arriba: Boxing Buck y guantes de Boxeo ambos de Reebok; vendas, de Everlast; costal, de Adidas; pera para boxeo, de Cleto Reyes.
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