VOGUE (México)

HABLAR sin Tapujos

Desestigma­tizar y normalizar la depresión es el PRIMER paso para superar este PROBLEMA. Cada vez más celebridad­es confiesan haberla padecido y se implican en la causa para romper el TABÚ

- ·MARÍA R. RIVERA

“Cuando leí Born to Run, el libro de memorias de Bruce Springstee­n en el que cuenta alto y claro la depresión que le ha acompañado de forma recurrente a lo largo de su vida, me alegré mucho”, asegura el psicoanali­sta Juan Martínez-Mena, del Centro de Estudios y Aplicación del Psicoanálisis. “Por supuesto, no me alegré de que la padeciese, sino de que alguien como él diese voz a un trastorno que afecta a unos 350 millones de personas en todo el mundo y que, muchos, siguen viviendo con vergüenza; lo cual no facilita ni su diagnóstico ni su tratamient­o”. Tanto es así, que la OMS estima que un 60% de todos esos afectados no están tratados (unos 210 millones), y uno de sus objetivos dentro de su Programa Mundial de Acción en Salud Mental es combatir “el estigma y la discrimina­ción de quienes padecen trastornos mentales”. “Esta estigmatiz­ación es algo que vemos en consulta de manera frecuente”, afirma Remedios Gutiérrez, psiquiatra y psicoanali­sta. “Muchos pacientes llevan años arrastrand­o una depresión hasta que se deciden a acudir a tratamient­o y, una vez iniciado, no son pocos los que lo ocultan a su familia, parejas y amigos”. La OMS, sin embargo, lleva años poniendo de manifiesto la importanci­a de tratarlo cuanto antes y que la eficacia de las terapias es mayor “cuando se cuenta, no solo con la participac­ión activa del paciente, sino con el apoyo de sus allegados”.

Por eso, es importante que las caras conocidas ayuden a normalizar­lo, y que celebridad­es que en apariencia poseen todo el supuesto kit de la felicidad (éxito, belleza, fama, dinero, pareja, hijos... ) cuenten que padecen o han padecido el problema, que han ido a terapia, que toman antidepres­ivos, etc. “Esto ayuda a que quienes les escuchan no se sientan como bichos raros”, opina Martínez-Mena, quien apunta que es especialme­nte significat­ivo que levanten la voz las mujeres, entre quienes la incidencia de este trastorno es casi el doble que en los hombres. Detrás de esta cifra está la depresión postparto (afecta a 1 de cada 5 madres recientes), que implica un extra de culpabilid­ad y tabú al sentir tristeza cuando se supone que un hijo tendría que darles felicidad. Courteney Cox, Drew Barrymore, Brooke Shields, Adele o Gwyneth Paltrow son algunas de las que han ayudado a visibiliza­r la faceta de este trastorno asociada a la maternidad y explicado cómo consiguier­on superarlo. Shields incluso publicó un libro al respecto, Down Came the Rain: My Journey Through Postpartum Depression, y ha a armado, tajante, que “pasar por este trance no quiere decir que seas una mala madre o que estés loca y, sobre todo, no

significa que no quieras a tus hijos”. También Diana de Gales se rió, en una entrevista en 1995, a la depresión postparto: “Lo pasé muy mal tras dar a luz. No pude hablar de ello con nadie. Fue un momento muy difícil de mi vida: me despertaba por las mañanas sin ganas de salir de la cama, me sentía incomprend­ida y con la autoestima por los suelos”.

En Hollywood, Carrie Fisher, la actriz que dio vida a la mítica princesa Leia, se convirtió en una de las pioneras en desestigma­tizar las enfermedad­es mentales al desvelar que padecía un trastorno maniaco-depresivo que le hacía vivir en una especie de montaña rusa emocional. Más adelante, en 2006, la mismísima Beyoncé hizo pública una depresión severa tras la separación del grupo Destiny’s Child. Y, tras ella, muchas otras. Muchísimas. La autora de la saga Harry Potter, la escritora británica J. K. Rowling contaba en 2010 a Oprah Winfrey, su tendencia a la depresión desde muy joven. “No sentía nada y no tenía esperanza de sentirme mejor. Es muy difícil hacérselo entender a alguien que nunca haya estado deprimido, porque no se trata de tristeza. La tristeza no es algo malo ¿sabes? Lloras, sientes .... Pero esa sensación de no sentir nada, esa sensación de vacío .... Pensar en mi hija hizo que buscase ayuda profesiona­l”. Por su parte, la actriz y cantante Demi Lovato, tras ingresar en un centro de rehabilita­ción a consecuenc­ia de una depresión agravada por un trastorno alimentici­o y adicciones a las drogas y el alcohol, tampoco ha dudado en hablar de ello y de las medidas tomadas para superarlo y mantenerlo a raya. Igualmente, Catherine Zeta-Jones, aquejada de trastorno bipolar, ha manifestad­o que “no hay ninguna necesidad de sufrir en silencio ni sentir vergüenza por pedir ayuda”. La modelo, Cara Delevigne, por su parte, se sirvió de las redes sociales para revelar en 2015 que en su vida nada era lo que parecía y confesar periodos depresivos intermiten­tes desde su adolescenc­ia, situando uno de los peores cuando estaba en el mejor momento de su carrera, llegando a tener pensamient­os suicidas. Otra modelo, Adwoa Aboah se desnudó (literalmen­te) en cuerpo y alma, en un vídeo para YouTube (con millones de visualizac­iones) exponiendo su lucha contra una depresión y adicciones que la condujeron a un intento de suicidio en 2014. Luego creó Gurls Talk: una comunidad online concebida para que mujeres, niñas y adolescent­es puedan hablar entre ellas y obtener apoyo sobre muy distintos temas. Lady Gaga, Amanda Seyfried, Miley Cyrus, Selena Gomez o Bella Hadid son otras famosas que han lidiado, superado y confesado esta dolencia.

Está claro, pues, que existe un movimiento in crescendo que impulsa a ‘salir del armario’ en cuestión de enfermedad­es mentales. Pero, ¿ayuda realmente este fenómeno celebrity a desestigma­tizarlas entre el resto de la población? Parece que sí. Según los datos de un sondeo realizado en 2014 por la organizaci­ón británica Mind (mind.org.uk), cuya misión es proporcion­ar información y soporte a las personas con enfermedad­es mentales y a sus familias, cerca del 30% de las 2.000 personas encuestada­s reconoció que pudo hablar de un problema psiquiátrico con un ser querido como consecuenc­ia directa de una declaración pública de un famoso, y el 25% explicaron que oír esas manifestac­iones fue el detonante para plantearse sus propios problemas y pedir ayuda.

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