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Reconocida como la mejor chef del mundo, Daniela Soto-Innes se une al numeroso talento que está llevando la cocina mexicana a un plano mundial.
The World’s 50 Best Restaurants reconoce a Daniela Soto-Innes como la mejor CHEF del mundo. Encargada junto a Enrique Olvera de la gestión de los restaurantes Cosme y Atla, ambos en NUEVA YORK, se une al numeroso talento que está llevando la cocina mexicana a tocar el cielo de la GASTRONOMÍA mundial
Cuando a finales de 2014 Enrique Olvera decidió abrir Cosme en Nueva York, protagonizando así el paso más trascendente dado por la gastronomía mexicana en el siglo XXI, el chef ya era una estrella en su país natal. Pujol, ese espacio que perfectamente podría haber imaginado el mismísimo Epicuro con el único objetivo de saciar las ansias de umami de la Ciudad de México, se había convertido en apenas unos años en el referente inequívoco de la nueva cocina mexicana que, como antes la francesa y la española, se lanzó a los brazos de la vanguardia gastronómica sin perder de vista la tradición. No estaba solo Olvera. En aquella aventura destinada a conquistar Manhattan, quizá el mercado culinario más competitivo del mundo, estaba también Daniela Soto-Innes, recientemente premiada por The World's 50 Best Restaurants como la mejor chef
del mundo, la mujer más joven en recibir el prestigioso galardón.
En el cada vez más saturado y abigarrado escenario gastronómico mundial los premios suelen llegar acompañados de un apéndice, ya sea tras una estrella Michelin, un James Beard o tras el galardón que nos ocupa: la presión. “La presión es muchísima”, explica Soto-Innes a Vogue. “Especialmente cuando supone tener que parar un servicio para ofrecer entrevistas como esta”, continúa sonriente. No le falta razón. El premio ha vuelto a convocar frente a la puerta de Cosme, restaurante que gestiona junto al propio Olvera, a foodies y gastrónomos de todos los rincones del mundo, curiosos ante una sugerente carta en la que las carnitas de pato que cautivaron a los Obama siguen destacando por encima del resto. “Estamos acostumbrados a otro tipo de clientela en el restaurante, pero obviamente cuantos más clientes tengamos, mucho mejor. Es una cuestión de estrés que hay que saber manejar. Además estamos recibiendo muchísima atención”.
No se deja llevar Soto-Innes por los aires de cambio que azotan la tradición gastronómica de su país de origen, que abandonó a los 12 años junto a su familia para trasladarse a Texas. “Nuestra tradición viene del maíz, los frijoles y los chiles y a partir de esos tres elementos podemos crear lo que nosotros queramos”, recita casi de memoria. Tres ingredientes que, gracias a su manejo de los fogones pueden trasladar al paladar menos entrenado a cualquier rincón de la República Mexicana y a los que hay que añadir otro que ha poblado las conversaciones de todo el mundo desde hace un par de años: el feminismo, concepto imposible de aislar en un mundo tan masculino como el del fine dining. Soto-Innes, en cambio, como tantas otras cuestiones de su vida profesional, lo tiene claro: “En nuestro espacio de trabajo tratamos de entender a las personas por cómo son y por su talento, no por su género. Tratamos de que la gente que trabaja con nosotros actúe en su vida diaria como nosotros actuamos en nuestros restaurantes”.
Sin embargo, el éxito, la atención mediática y el respeto que genera entre sus compañeros de profesión no han modificado sus planes, que se centran en la apertura de dos nuevos restaurantes junto a Olvera, en Las Vegas y Los Ángeles, que se unirán en Estados Unidos a Atla y Cosme, y seguir propagando los valores que la han llevado a la cima de su
concluye. mundo. “Los valores que pueden encontrarse en una cocina, como saludar, sonreír, la disciplina… Son también útiles para la vida”,