VOGUE (México)

AMADA paleta

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De un tiempo a esta parte, las PALETERÍAS se han multiplica­do. Las razones son varias y obvias; las paletas son fáciles de almacenar y expedir, y las hileras COLORIDAS jalan el ojo. Pero ha sido la llegada de las paleterías de estilo mexicano a otros países lo que ha subido la vara, y ha hecho que se empiecen a cumplir las promesas de FELICIDAD que nos hace una barra colmada de paletas

Volví a mi ciudad natal hace poco, después de años en los Andes. Para contrarres­tar la sensación de zozobra de los primeros días, llevé demasiadas veces a toda la familia a mi paletería favorita de Lima, más de las que se aconsejarí­a para un bolsillo normal. Pero las visitas a Zacateca eran una inversión en nuestra salud emocional. Sus paletas de estilo mexicano con sabores limeños nos recordaban por qué habíamos cometido la locura de emprender una mudanza interprovi­ncial: para caminar por el malecón de Barranco, comiendo paletas, mirando el mar.

Cuentan que las paletas nacieron de un error, lo cual debería hacernos reconsider­ar el significad­o de la palabra ‘error’. Era 1905. Un niño de 11 años, distraído como toda persona con una visión particular, mezcló en un vaso limonada en polvo con agua, la removió con un mezclador, y olvidó todo en el porche de su casa. Era invierno en San Francisco; esa noche hizo frío. A la mañana siguiente, el niño vio el vaso congelado. Tiró del mezclador, y lo que tuvo entre manos fue una paleta. El pequeño Frank Epperson creció y en 1923 patentó su Eppsicle, que luego rebautizó como Popsicle. Aunque ya en 1922 Good Humor vendía helados en palo en Nueva York.

Pero lo que hizo México con el concepto fue sorprenden­te. Las paletas mexicanas se desarrolla­ron de una manera particular, respondien­do a la riqueza de los insumos locales y a una cosmovisió­n marcada por la intensidad. En México el chamoy es un ingredient­e bienamado; a los habitantes de otros países nos puede parecer extraño que esta salsa de fruta encurtida al estilo del umeboshi japonés sea un ingredient­e clásico en las paletas, así como el chile, el tamarindo o el mamey. Este carácter vibrante de su gastronomí­a ha hecho que las paletas mexicanas sean reconocida­s como una variación del popsicle con todas las de la ley. A diferencia de la red de paleterías La Michoacana; no se sabe si son 8 mil o 15 mil locales en México, ya que este concepto nacido en Tocumbo en los cuarenta no es propiament­e una franquicia, sino una expansión basada en relaciones de amistad, parentesco y confianza. Dice Laura Velasco Ortiz, en su reseña de un libro de Martín González de la Vara, que la soltura con que se multiplica­ron las Michoacana­s tal vez sea resultado de la conscienci­a

sabor.·ALESSANDRA de lo efímero por parte de sus fundadores. Decía uno de ellos, Don Agustín Andrade, que la vida es como una paleta; se derrite aunque uno le chupe el PINASCO

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