VOGUE (México)

La tierra cocina,

En México guardamos cerca de nuestro corazón el RECUERDO de vivir de la tierra. La cosmovisió­n en la que la tierra es una diosa que opera su MAGIA sobre las semillas se refleja en una preparació­n comunal y despaciosa, que se encuentra, bajo distintos nomb

- PINASCO

En México guardamos cerca de nuestro corazón el recuerdo de vivir de la tierra y la historia de la barbacoa nos recuerda el por qué.

Vivir en Latinoamér­ica es ser consciente­s del pulso de la tierra. Aquí la tierra sigue siendo una diosa, la madre que nos da la vida y nos acoge en sus brazos a nuestra muerte. Tal vez por esto a lo largo del continente encontramo­s variantes de una manera primigenia de cocinar: permitir que la tierra misma lo haga.

La versión andina de la barbacoa es la pachamanca, para mí el reverso de un entierro. Esta preparació­n milenaria es fiesta y es ritual. Los expertos llegan a la celebració­n y cavan un agujero en la tierra. Calientan piedras al rojo vivo y las llevan al hoyo. Las cubren de hojas de plátano, colocan carne adobada y sobre ellas papas y camotes, habas y tamalitos; todo es coronado con hierbas y más hojas de plátano, cubierto de telas y vuelto a enterrar. Los alimentos se cuecen con el calor residual de las piedras bajo un montículo de tierra oscura, fresca y fragante, a veces con una cruz de flores en la punta. Mientras tanto, los invitados beben y se ríen y rememoran y esperan –que pase el tiempo, que vengan tiempos mejores– como en un velorio surreal. Pero en lugar de irse a casa con una ausencia, se reúnen todos otra vez alrededor del montículo. La pachamanca se abre. Adentro todo se ha cocinado con el vapor de su propia humedad, y huele a todos los nutrientes de la tierra. A la vida misma.

Este ritual se llama curanto en Chile, pampaku en Bolivia y huatia en su versión andina más antigua. La barbacoa tiene un giro; la carne, envuelta en pencas de maguey, cubierta de hierbas y chiles, se cocina en una olla con una rejilla sobre pulque o agua, de modo que los jugos exquisitos de las carnes marinadas, asándose lentamente al vapor, caigan y se conviertan en el primer paso del festín: el consomé. Luego se preparan tacos con las vísceras y finalmente con la tierna carne, que se deshace con solo mirarla. Esta carne desmenuzad­a y suculenta, con la ternura y la potencia que solo la cocción lentísima puede conseguir, inspiró lo que actualment­e se conoce como barbeque, que se considera una especialid­ad estadounid­ense. Del mismo modo, el clambake de Nueva Inglaterra (almejas y langostas que se cocinan sobre algas en un hoyo en la arena calentado

tierra.·ALESSANDRA con piedras) proviene de los pueblos originario­s de América del Norte. Nuestra identidad es un tesoro que se cocina, lentamente, en el regazo de la

LOS ALIMENTOS COCINADOS LENTAMENTE BAJO LA TIERRA ADQUIEREN UNA TERNURA PARTICULAR Y UN SABOR INCOMPARAB­LE. PERO CUANDO LAS GANAS DE COMER UNA BARBACOA TRASCIENDE­N LA AUSENCIA DE UN HUECO EN LA TIERRA, SE RECURRE A UNA HORNILLA. LA METÁFORA SIGUE AHÍ, PRESENTE Y PODEROSA

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