POR LA niñez
El bienestar de los más pequeños comienza con la educación que seamos capaces de darles en casa y que se dirija a una mentalidad más consecuente con su salud y la del planeta en el que vivirán. ¿Qué hacer para moldearles un mejor futuro y hacerles parte de un universo más sano y habitable?
La preocupación por crear una cultura de bienestar integral, salud perdurable y un medioambiente vivible a largo plazo está estrechamente vinculada a la consciencia de la sustentabilidad. Nunca se hace más importante asumir eso, que cuando pensamos en el mundo en que crecerán nuestros niños de hoy y cuáles serán las prácticas que conducirán sus vidas en el futuro. Si bien la escuela y la instrucción académica es una parte muy importante, lo cierto es que la verdadera educación para la vida se obtiene en casa, a partir de los patrones que los pequeños asumen en su día a día. El hogar de nuestra infancia es algo que nos marcará para siempre y lo que, de manera más tangible, marcará quiénes y cómo seremos en la adultez. Cada vez que planifiquemos el menú de nuestros niños, será nuestra responsabilidad inculcarles hábitos y patrones de gusto que sean saludables. La comida chatarra, las gaseosas
llenas de azúcares y químicos, las grasas saturadas en las salsas, el exceso de cárnicos y el rechazo a los vegetales y las frutas no son solo culpa de una sociedad inconsciente ni de la publicidad deliberadamente festinada, sino de madres y padres que, muchas veces abrumados por problemas cotidianos, no se ocupan de la buena alimentación de sus hijos. ¿Cómo crear buenos hábitos y una consciencia ecosostenible? Cuando empezamos a familiarizar a los niños con la huerta, nada funciona mejor que acercarlos a ella. Nos sorprenderá cuánto va a acercar a los pequeños a los productos naturales el simple hecho de jugar con ellos a cultivar una planta en la terraza de nuestro departamento o, cuando la situación lo permita, en un terreno cercano a casa o en nuestro patio. Un niño que vea crecer la planta irrigándola cada día, va a degustar sus frutos como un regalo y una extensión de la experiencia. En lo que tiene que ver con la ropa que usan y los juguetes que les ponemos en las manos, cada uno puede ser una historia que les inculque el cuidado del planeta. No es tan diícil crearles un cuento a partir del algodón con que se elaboró su camisa y las personas que lo cultivaron. Tampoco nos va a robar el aliento animarle a jugar con un carrito de madera, de la misma que está hecho ese cepillo de dientes “que se parece al que usaba el abuelo cuando era pequeño como él”. También es esencial dosi carles el tiempo que pasan frente a artilugios tecnológicos y ciber juegos, impulsándoles, en vez de eso, a correr al aire libre, jugar al fútbol o rescatar retozos de interacción real y viva, de esos que funcionaron en el siglo pasado. Todo eso es parte del wellness, pero uno más abarcador e importante, porque implica la supervivencia de nuestra especie y la posibilidad de que exista el futuro.·