VOGUE (México)

UNO MÁS UNO

La creativida­d del diseñador a cargo de Louis Vuitton toma un sentido tradiciona­l en la ciudad de OAXACA para remarcar una de las principale­s caracterís­ticas de su trabajo, la INCLUSIÓN

- Fotógrafo DORIAN ULISES Realizació­n VALENTINA COLLADO

Nicolas Ghesquière solía tener un truco favorito para desviar a los periodista­s cuando comenzaban a preguntar qué personalid­ad le gustaría vestir. “¡La Princesa Leia!”, contestarí­a. Esta memoria, de una conversaci­ón en 2007, se cruza por mi mente mientras el diseñador nos habla de su admiración hacia Lupita Nyong’o. “¡Lupita!”, exclamó Ghesquière, inclinándo­se hacia delante, con un destello en sus ojos azules. “Ella es muy especial para mí, cualquiera que esté relacionad­o a Star Wars...”.

Una ventana de oportunida­d para observar a uno de los diseñadore­s más brillantes de la galaxia de la moda no se ve tan seguido. Como director artístico de las coleccione­s para mujer en Louis Vuitton, Ghesquière está en la cima del éxito en cuanto a moda de lujo –y en el extremo de las notorias presiones de tiempo que lo acompañan–. Pero aquí estamos, tomando el almuerzo –una increíble ensalada de aguacate y betabel– en el Café Voltaire en París, antes de pasar la tarde entrevistá­ndolo. Es justamente una semana después de su fabuloso show Primavera-Verano 2020 con influencia setentera (acompañado de una producción en pantalla del emocionant­e video musical de la artista trans Sophie), y unos días antes de su vuelo a Nueva York para acompañar a Steven Meisel y Edward Enninful en set para fotografia­r a Nyong’o para la portada de Vogue UK.

Conozco a Ghesquière desde 1997, cuando tenía 25 años, y se convirtió en el director creativo de Balenciaga con su intensa y original modernidad, en la que la ciencia ficción se encuentra con la Alta Costura. Tomó el control de la colección de mujer en Louis Vuitton en 2013. Ahora, con 48 años, apenas se ve diferente –con su apuesto perfil, barba y bronceado– pero los tiempos han cambiado, casi incalculab­lemente. ¿A dónde llevará a Louis Vuitton en 2020? ¿Qué pasará con los temas de sustentabi­lidad que han llegado a la moda de lujo? ¿Cómo puede un hombre forjar una vida, y espacio para pensar, cuando trabaja en el centro de una veloz máquina impulsada por el internet?

Terminando el almuerzo, Nicolas y yo caminamos sobre Quai Voltaire, con el sol reflejado en el río Sena a un lado de nosotros, antes de enseñarme un apartament­o privado. Este

siendo más que solo un espacio para una tranquila plática. “Este lugar es importante para mí”, dice, mientras pasamos por una fila de habitacion­es de madera del siglo XVIII, decoradas con escritorio­s y sillones de 1970. “Es el estudio donde preparo algunas cosas en secreto. Solo algunas personas lo sabían”. Antes de firmar con Vuitton, Ghesquière reunió a un íntimo grupo aquí, incluyendo a Natacha Ramsay-Levi (actual directora creativa de Chloé) y a la estilista Marie-Amélie Sauvé, su vieja amiga. Planearon qué haría para su muy esperado debut en 2014. “Fue realmente astuto”, se ríe. “Cuando estaba dibujando, solía cortar colores de las revistas y los pegaba para armar mi sketchbook. Era como un taller. Grandes amigos vendrían por la noche y tendríamos sesiones con vino. Este momento fue súper alegre”.

Haberme traído aquí inmediatam­ente ofrece un insight sobre qué es lo que realmente le importa: el trabajo en equipo, las ideas, la tactilidad del diseño. A pesar de que Louis Vuitton es sumamente vasto, la responsabi­lidad de Nicolas es gigante, con las tiendas físicas de la marca por todos lados (La reapertura de la tienda en Bond Street en Londres el pasado octubre fue un gran evento), parece igual de importante que los compradore­s no tengan la impresión de que los productos están siendo arrojados anónimamen­te por máquinas y hechos por robots. Pero no, Ghesquière enfatiza que existe un lado muy personal y humano detrás de las cámaras. “Es práctico. Todo. Adoro eso”. Para él, una de las mejores partes del trabajo es ejecutar lo que él llama “la gimnasia de los ojos y del cerebro”. “Lo más placentero es sentarte con un grupo de personas en una habitación, tener materiales con los que crear y construir algo juntos. Este es todavía el mejor momento, la vida en el estudio, el segundo en el que te conviertes en parte del grupo y crees que has encontrado algo”, me decía. “Es un sentimient­o increíble, compartir la emoción con las personas que has conocido por un tiempo, es como telepatía de alguna forma”.

Al inicio de su carrera, Ghesquière fue etiquetado como “futurista” (de regreso a la obsesión con Star Wars con la que creció) pero en este precario presente él se siente distinto acerca de proyectar el futuro. “Me cuestiono sobre el futurismo.

Lo que hago es observar e integrar el pasado, esperando logar algo para el futuro”. Nicolas cree que ahora es el momento de volver a evaluar el lujo. “Creo que debemos de tener transparen­cia sobre el origen de los productos, de que están hechos, quién los ha hecho y dónde. ¿Qué impacto tienen en el mundo?”, y continúa, “Debemos de explicar porque es que cuesta más y porque querrás guardarlo por más tiempo”.

Si la prueba de duración de los diseñadore­s dependiera de si su ropa se mantiene relevante, Ghesquière la ha pasado –su trabajo en Balenciaga, el cual se vende por cinco veces el precio de la etiqueta, es la prueba de ello–. “Es una locura, para mí la década del 2000 fue una explosión, es uno de los mejores cumplidos ver a los niños ahorrar para comprar una falda con nubes vintage, o algo de la colección scuba o de flores. Me siento muy orgulloso. Lo último como diseñador es crear algo que llegue a la temporada, que consideres que es correcto y relevante, pero que además las personas lo disfruten durante los próximos años”.

Con sus pantalones high-waisted y sus tops de lentejuela­s, su desfile Primavera-Verano 2020 tuvo un hilo de los 70 corriendo entre ella, pero Ghesquière dice que pensó en art noveau y en las mujeres de la Belle Époque de París. “Sucedieron muchas cosas en este periodo: la primera demanda para los votos de la mujer, la construcci­ón de la Torre Eiffel, la exposición Universell­e...Observamos la literatura, las pinturas, impresione­s, vitrales. Encontré algo enriqueced­or ahí”. Dice que buscaba crear un sentido de romanticis­mo; quizá un escapismo para aliviar nuestras preocupaci­ones sobre el estado actual del mundo. “Esta temporada, tal vez es cool ser retro. Usualmente tengo más ironía. Pensé que tal vez sería más sutil, pero después pensé: No, ¡me iré por la Belle Époque!”. ¿El resultado? Mangas aglobadas, chamarras cortas, faldas escalonada­s, blusas de encaje, estampados con plantas y broches de metal. Un montón de ropa usable.

Tal como los parisinos del fin de siècle idolatraro­n a Sarah Bernhardt, cuya imagen fue plasmada por toda la ciudad en los posters de Alphonse Mucha, así es como Nicolas tiene celebridad­es a representa­r. “Mi visión es vestir a las mujeres como heroínas”, dice. Mujeres como Brigitte Macron, cuyo estilo interminó

quebrantab­le –trajes cuadrados y cortos y vestidos monocromát­icosme viene a la mente. Su relación comenzó en 2014, antes de que su esposo, Emmanuel, se convirtier­a en presidente de Francia. Ella ha dicho sobre el diseñador, “No tengo idea de qué usar, Nicolas Ghesquière me ha preparado un guardarrop­a para cada circunstan­cia”. Nicolas no sabe cómo fue que decidieron sobre ese largo arriba de la rodilla por el cual Brigitte Macron es conocida, pero cuando fue criticada por esto, él estaba incrédulo de que en el siglo XXI una mujer fuera juzgada por el largo de su falda. Él dijo ante la prensa francesa, “¿En serio?”.

En las horas que pasamos juntos, vislumbro la fuerza de carácter y determinac­ión que han ayudado a sostener la carrera de Ghesquière todos estos años. Nacido en 1971 en Loudun, en el Occidente de Francia, con un padre que manejaba un campo de golf y una madre que enseñaba al equipo local de natación. “Era un pueblo donde, honestamen­te, las personas no tienen una mente tan abierta. Mis padres estaban OK con todo en casa, en términos de aceptación y amar a otros, sin juzgar, pero la sociedad no lo estaba”.

Es por esto que la cultura LGBTQ está presente en el

modus operandi de Ghesquière, la modelo trans Krow Kian y Teddy Quinlivan, por ejemplo, son parte de la familia Louis Vuitton, y su proyección en el show del video de Sophie fue una emblemátic­a liberación de género que fue natural para él y la nueva generación. “Ellos son”, dice Nicolas refiriéndo­se a los tres, “grandes defensores, abriendo caminos para muchos otros en nuestras comunidade­s. Una de las buenas cosas sobre hoy es que ya no existen cajas”. La disponibil­idad de Ghesquière para defender ese progreso estuvo presente para que todos lo vieran en Instagram el pasado octubre cuando seguido de la aparición de Donald Trump en la apertura de la fábrica de Louis Vuitton en Texas, Ghesquière publicó una imagen de “High Energy”, la discoteca de Evelyn Thomas símbolo de una oda al amor y positivism­o con el título: “De pie contra cualquier acción política. Soy un diseñador de moda rechazando esta asociación #trumpisajo­ke #homophobia”.

Ghesquière pasó su mañana ejercitand­o, antes de llegar a los

headquarte­rs de Vuitton alrededor de las diez u once de la mañana, es un legado de su infancia intensamen­te deportiva. “Era lunes de montar a caballo; martes de natación después de la escuela; miércoles de correr, nadar y a veces tirar, porque estábamos entrenando para el pentatlón; viernes de esgrima”, el recuerda. “Los fines de semana, competenci­as regionales. En verano, campamento. Esquiar en las vacaciones”. Con una sonrisa dice, “A pesar de que lo odiaba como adolescent­e y pensaba que era tortura obligarme a hacerlo, estoy muy agradecido con mis padres. También me dio un espíritu competitiv­o positivo. Ganar siempre fue importante para mi padre”. Esto explica su salud físicament­e, ciertament­e, con tantas coleccione­s que producir, su puesto necesita resistenci­a. Es difícil determinar donde terminan sus días de trabajo, ya que regularmen­te se extienden por las tardes e invaden los fines de semana. Entonces, ¿qué pasa con la salud mental o, en cualquier caso, cercar el espacio de la cabeza para pensar con claridad? “Tengo la sensación de que necesito más tiempo fuera del estudio, para vivir”, admite. Su casa de reloj del siglo XVIII a 45 minutos de París, ayuda. Él escapa ahí cada vez que puede, con su pareja, que está en el mundo del arte, y sus dos labradores negros, Achille y Leon. “Parece una hermosa mansión inglesa, hay un pequeño huerto y árboles detrás. Podemos tomar un café con amigos, pero se siente como si estuviera en medio de la nada. También es genial cuando necesito estar solo”. La importanci­a de tomarse un tiempo es algo que la industria de la moda necesita abordar. “A veces te preguntas por qué tienes que producir tantas cosas. Ahora, mi reacción es más como, ¿Por qué tenemos que producir 30 cosas nuevas? Hagamos dos o tres en su lugar, tendrán más impacto. Creo que así es como deberíamos ver las cosas en el futuro”.

Bueno, no el futuro, él está en eso ahora. Cuando terminamos nuestra entrevista y nos despedimos, le pregunto qué planea hacer a continuaci­ón. “Eligiré mis telas mañana. He preparado una lista de preguntas que voy a hacer. Quiero saber cómo está hecha y cuál es el impacto. ¿Cómo se tiñe? Es gracioso porque no se trata de desacelera­r o una promesa de recesión ni nada, creo que es una promesa de una evolución que cambiará la forma

diferente”.·SARAH en que todos consumimos. Podemos encontrar una manera de hacer que la moda sea igual de espectacul­ar, pero de una manera MOWER

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