MANIFIESTO de la Moda en RESISTENCIA
Escribí el Manifiesto de la
Moda en Resistencia porque estoy convencida de que otro sistema de la moda es posible; un sistema de trabajo generoso y placentero en el que el gozo de unos no se dé a costa del sufrimiento de otros. Un sistema que dice NO a la maquila anónima. NO a la moda que depende de la opresión de los trabajadores y de la sobreexplotación de los recursos del planeta
A continuación, les muestro unos fragmentos del decálogo que compone nuestro Manifiesto de la Moda en Resistencia.
Hacemos lo que nos dijeron que no hiciéramos, nuestro proceder les parece suicida a las escuelas de negocios:
Trabajamos en México, un país en el que se hablan sesenta y ocho lenguas diferentes. Nuestra lengua franca es el textil. Entre nosotras nos entendemos con dedos, cuartas y codos.
Nuestras prendas huelen a humo, se tejen y bordan junto al anafre. Hacemos poquito y vamos lento.
Somos como los chapulines del campo de nuestra nación, pequeñitas pero bien ruidosas.
Usamos telas que fueron tejidas para ser atesoradas. Un huipil tradicional es un libro abierto. Sus brocados nos cuentan cómo se transforma un gusano en mariposa. El mismo rectángulo que por la mañana es una falda, por la tarde es un petate y, por la noche, una cobija.
Nos toca poner el freno a la moda basura. No diseñamos prendas para que se pudran en un tiradero.
Decimos no a los vampiros trasnacionales y a la producción masiva en detrimento del planeta.
La maquila anónima es para los raptores de almas.
No a la falsa urgencia neoliberal que temporada tras temporada privilegia el volumen sobre el cuidado.
No al uniforme, al consumo automatizado, malinchista y ruin. En la moda participamos todos, no nos hagamos guajes. Sí a una creatividad insumisa... ¡Sí al trabajo exento de congoja!
1. SER ORIGINAL ES VOLVER AL ORIGEN
En México se elabora Alta Costura en nuestras montañas, nuestros desiertos y nuestras selvas.
Hacemos moda en conjunto con la gente que está arraigada a la tierra y vive de ella.
En los montes, la artesana cosecha el noble algodón, se da a la tarea de recoger siete varas para crear su telar de cintura y sentada sobre su petate teje un lienzo.
Si mañana se acabara el petróleo, no hubiera electricidad o Internet y se paralizara la industria, ella seguiría adelante, continuaría haciendo su propia ropa, cultivando su comida y construyendo su casa. Lo haría mañana igual que hoy, igual que lo hicieron sus antepasadas hace siglos.
La capacidad de transformar la materia en sustento es el elemento primordial de una forma de vida en equilibrio con nuestra naturaleza, en la que se fusionan los rituales, la cosmogonía y las ciencias.
Dicho lo anterior, lanzamos la pregunta obligatoria:
¿Quién debe aprender de quién?
2. LA MODA NO ES EFÍMERA
¡Muerte a la obsolescencia programada! Que vuelve prescindible todo aquello que atrae a su abismo de desechos.
El mejor diseño es el que subsiste. Queremos que nuestras prendas sean tan perdurables que su murmullo sea audible para otras generaciones.
La moda no es efímera: nuestro planeta tampoco lo es, nuestras relaciones no lo son.
Nuestros vínculos con las comunidades, con las que colaboramos, son duraderos y entrañables.
3 LA TRADICIÓN NO ES ESTÁTICA
Desde hace más de tres mil años las tejedoras y las bordadoras han transmitido su conocimiento de madre a hija. Si sus técnicas han sobrevivido es porque son una forma de expresión. En ellas lo subjetivo y lo colectivo se manifiestan simultáneamente.
No obstante, la tradición no está suspendida en el tiempo: en los pueblos y las comunidades las modas cambian y evolucionan, la creatividad está viva, no cancelada y da lugar a diseños nuevos e inesperados.
4. LA TIERRA ES EL ORIGEN DEL TEXTIL
En ella se siembran las semillas de las plantas con las que se crean las fibras. El algodón, con su túmulo blanco y café, está henchido de los sucesos de América que fluyen de las raíces a los brotes transmitiendo su vitalidad. El trabajo manual convierte las fibras en tejidos. Los diseños se conciben con el cuerpo y la mente en un proceder orgánico.
La tierra manifiesta su generosidad en nuestras prendas.
Sus colores y texturas narran historias: las lanas de San Juan Chamula se sumergen durante días en el lodo para no perder jamás el negro intenso y brillante. En las faldas tricolores de las mujeres mixtecas de la costa de Oaxaca, el azul se obtiene de la planta del añil que es el cielo; el rojo de las franjas se consigue al macerar el insecto de la grana cochinilla y representa la fertilidad; y el morado que se obtiene al soplar el caracol púrpura de la costa simboliza el poder y la muerte.
corazón.·CARLA
La transformación de la materia se da con el sutil despertar de los elementos naturales bajo el influjo de la mano, la mente y el FERNÁNDEZ