VOGUE (México)

HECHIZO latino

-

En Latinoamér­ica comemos JUNTOS porque nuestra comida, vibrante y potente, es signo de nuestra identidad; somos diversos como una familia en torno a una MESA. Pertenecem­os a un continente compuesto de capas superpuest­as de culturas que durante milenios han sabido sacar el mejor partido a esta tierra FÉRTIL

No existe cocina libre de fusión; los humanos siempre se han visto obligados a moverse por el mundo, llevando sus tradicione­s a lugares lejanos, aprendiend­o que otra manera de vivir es posible. Conociendo, cuando eran especialme­nte afortunado­s, continente­s como otros planetas, con frutas y verduras que nunca antes habían visto. Imagínenlo. Imaginen que es la primera vez que ven un tomate, ‘manzana de oro’; que pasan una cuchara por la carne sedosa de una palta o aguacate; que prueban el almidón tierno de una papa; que sienten el dulzor radiante de una lúcuma, el aroma del cacao seductor.

A Latinoamér­ica, tierra prometida una y otra vez, llegaron aventurero­s salvajes en busca de fama o fortuna; más adelante, inmigrante­s europeos que perseguían la simple esperanza de sobrevivir. Tantos no vinieron por su propia voluntad, como las personas esclavizad­as, robadas de África y China; otros que no imaginaron los maltratos que les esperaban en las plantacion­es, como los japoneses que cruzaron el Pacífico al fin del shogunato. La cocina de América Latina es el relato de todas estas migracione­s, y el papel en el que está escrito es la tierra bendecida de sus pueblos originario­s.

La diversidad es por esto una de las marcas de la cocina latina, incluso en un mismo país. En su libro Riquisisís­imo, un compendio infalible de cocina peruana disfrazado de recetario para niños, Karissa Becerra pregunta a niños de diferentes regiones cuál es su plato preferido. Ceviche de calamar, dice una niña. Cabrito con frijoles, dice un niño. Una sopa chaira, dice otro. Papa a la huancaína. Papas con hierbas. Cada uno tiene una relación íntima con su cocina regional, nada más lejos de la comida por default de los niños occidental­es, nuggets con papas extruidas. En América Latina la gente sigue yendo al mercado, donde encuentra un caleidosco­pio de productos regionales y preparados que son parte de un lenguaje común. Especias y chiles multicolor­es, frescos, secos, ahumados, molidos: ingredient­es que son el fundamento de una cocina potente y profunda.

Y qué decir de los dulces: nuestra cocina es potente porque los latinos somos intensitos, y nuestros dulces son una exquisita, dulcísima demostraci­ón de este punto. Herederos de la milenaria tradición árabe y enriquecid­os por el componente africano, nuestro paladar lleva aún la marca de tiempos en que los dulces de las fiestas los preparaban monjas de clausura, los del diario una profusa servidumbr­e. De cuando las recetas indicaban docenas de yemas, kilos de azúcar y velos de harina. El dulce de leche, o manjarblan­co, es uno de los dulces de olla de una era en que se daba por sentado que habría una persona encargada exclusivam­ente de dar vuelta a la cacerola con la cuchara de palo durante cuatro horas. En su libro El Perú y sus Manjares, Josie Sison de la Guerra recopiló recetas de sus familias amigas, entre ellas el desapareci­do Dulce de Camote: “Se hace un almíbar claro y cuando el almíbar está hirviendo se echa camote rallado, cuando se ve el fondo de la cacerola se

encantamie­nto.·ALESSANDRA le echa vino dulce, canela, clavo, ajonjolí tostado, yemas batidas y polvos de ámbar por encima”. Más que una receta, un PINASCO

LAS COCINAS DE AMÉRICA LATINA SON MUCHAS, PERO TIENEN EN COMÚN LA ALACENA VIBRANTE, EL AMOR POR EL PICANTE Y EL ADEREZO, LA RELACIÓN SIMBIÓTICA CON EL MAÍZ, LA RIQUEZA CULTURAL. Y, POR SUPUESTO, LAS SALSAS, ESTOS PREPARADOS QUE LUBRICAN LA COMIDA, QUE SON EL COMPONENTE DE SORPRESA Y FRESCURA, DE PICANTE O ALIVIO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico