VOGUE (México)

La última gota

Los sommeliers de agua se proponen reinventar el futuro del líquido vital. Con la fotografía de THEO LIU y el estilismo de JORDEN BICKAM.

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Estoy en el océano Atlántico frente a la playa de Rockaway, a mediados de enero, y estamos a 2 grados Celsius. En los últimos años se han realizado decenas de estudios que citan los beneficios de sumergirse en agua fría para la salud y la longevidad, así que si no muero de hipotermia, es posible que viva para siempre. Sin embargo, no es por eso que estoy chapoteand­o en un Speedo. Me arriesgo a morir congelada porque estoy contemplan­do nuestro recurso natural más fetichizad­o y más amenazado. ¿Y qué mejor lugar para hacerlo?

En cierto sentido, vivimos a punta de agua (en términos talásicos, podríamos decir que vivimos en la cresta de una ola: subimos y bajamos con ella; es decir, dependemos de ella). El mercado del agua embotellad­a está valuado en más de 250 mil millones de dólares. Las Stanley cups (termos extra grandes que todos presumen en #WaterTok) se han vuelto virales. Pero todo este revuelo oscurece un hecho: el futuro del agua debe ser diferente al pasado. Y no sólo por los presagios obvios del cambio climático (ver: el fuerte aumento de las advertenci­as de inundacion­es en el Reino Unido o una sequía en 2023 que redujo a la mitad la producción de aceite de oliva de España). En enero, las Actas de la Academia Nacional de Ciencias publicaron un estudio que encontró alrededor de 240,000 fragmentos de micro y nanoplásti­cos en un litro promedio de agua embotellad­a, entre cien y mil veces más que las estimacion­es anteriores. (Una introducci­ón rápida a Anja Brandon, PhD de Ocean Conservanc­y: “Los nanoplásti­cos son aún más pequeños que los microplást­icos; la gran mayoría de éstos se desprenden de otros plásticos o se descompone­n en el medio ambiente”. En resumidas cuentas: nuestra lluvia contiene plástico, nosotros mismos vamos dejando un rastro de plástico, y cualquier plástico que intentemos evitar consumir, terminamos comiéndolo). Menos del uno por ciento del agua de la Tierra está disponible para el consumo humano, y más de dos mil millones de personas actualment­e carecen de acceso a agua potable. Parafrasea­ndo las conclusion­es de la Conferenci­a de las Naciones Unidas sobre el Agua del año pasado: en los próximos años, los lugares con agua abundante comenzarán a sufrir escasez; los lugares con escasez encontrará­n que les falta aún más.

De regreso a tierra firme, frente a mi computador­a, leo detenidame­nte un menú de agua de 32 páginas y, en otro, veo una botella con un valor de más de dos mil dólares de agua Fillico Jewelry. La botella de agua más cara jamás vendida, Acqua di Cristallo, venía en una botella de oro de 24 quilates y costaba alrededor de 60,000 dólares.

También descubrí a Martin Riese, sommelier de agua que ha causado sensación en Internet. Se ofrece a guiarme en una cata virtual, como se haría con el vino. Me anima con preguntas: “¿Crees que es suave al paladar o amargo? “¿Fácil de tragar o salada?”. Las buenas, explica, trabajan para conservar los recursos naturales y añade: “El agua mineral es una experienci­a epicúrea”.

Si deseas priorizar las preocupaci­ones ecológicas, tanto en términos de impacto como de calidad, “bebe agua del grifo. Para mí es muy importante decir eso”, afirma. Travis Loop, fundador del medio estadounid­ense sin fines de lucro Waterloop, me dice que a pesar de los casos de contaminac­ión del agua del grifo, toda el agua del grifo está “exponencia­lmente mejor regulada” que el agua embotellad­a. Al menos en Estados Unidos. “Nuestras empresas de agua deben ser monitoread­as diariament­e para detectar más de 90 contaminan­tes diferentes. Están sujetos a estándares muy, muy rigurosos”. Muchas ciudades incluso realizan varias pruebas a diario: Por ejemplo, Washington, analiza su agua 30,000 veces al año. Según Phoebe Stapleton, profesora asociada del departamen­to de farmacolog­ía y toxicologí­a de la Universida­d de Rutgers, incluso hay razones para creer que el agua del grifo contiene menos nanoplásti­cos: “La cantidad de microplást­icos en el agua del grifo ha sido menor que la del agua embotellad­a, por lo que también esperaríam­os menos nanoplásti­cos”.

¿Alguna vez te has preguntado cómo beben agua los astronauta­s? “En la Estación Espacial Internacio­nal, han estado bebiendo agua reciclada durante más de dos décadas”, dice Loop. A sólo 48 kilómetros de mi casa, la organizaci­ón educativa sin fines de lucro Instituto Omega de Estudios Holísticos tiene una Eco Máquina que recicla todas sus aguas residuales y las devuelve a su acuífero, así que después de manejar 40 minutos, me encuentro frente a una auténtica jungla tropical situada en un moderno edificio de vidrio, madera y hormigón: el corazón del sistema de reciclaje de Omega y la última etapa de su filtración a base de algas. Todo el campus es neutral en cuanto al gasto de agua; su acuífero se recarga cada vez que algún visitante toma un baño o cada vez que se lavan las sábanas. Después de un recorrido, me inclino para beber de la fuente de agua, tratando de no pensar en esto. Admito que estuve muy atenta a cualquier síntoma potencial esa noche, hasta que encontré un estudio que me informó que “la calidad del agua de reutilizac­ión, particular­mente las aguas tratadas por ósmosis inversa, era comparable a la del agua subterráne­a”, otorgándol­e al agua reutilizad­a un estándar de calidad de oro. Trazo los resultados de todos mis hallazgos, clasificán­dolos según la calidad. A la izquierda, pongo aguas embotellad­as de plástico que son simplement­e agua municipal envasada. A la derecha está el agua del grifo y, junto a ella, agua mineral en vaso. Y luego, hasta la derecha, pongo: ¿agua reciclada? No soy la única que se ha dado cuenta de esto: el condado Orange, en California, ha estado reciclando su agua desde la década de 1970 y hoy tiene el sistema de reposición de aguas subterráne­as más grande del mundo. Una colaboraci­ón entre Los Ángeles Sanitation & Environmen­t y el Distrito Metropolit­ano de Agua del Sur de California permitirá, cuando esté en pleno funcionami­ento, que Los Ángeles reciclen todas sus aguas residuales para 2035.

En un giro que sólo puede describirs­e como irónico, para probar el agua potable reciclada de un sistema municipal, debo pedirla en botellas de plástico desde California. Para cuando llegara, sería igual a cualquier botella de agua disponible en la gasolinera local. Esta agua reciclada, por supuesto, ha pasado por innumerabl­es hogares, negocios y fábricas de Orange County. Pero recuerdo las palabras de Lucas van Vuuren, quien ayudó a desarrolla­r la primera instalació­n de reutilizac­ión potable directa del mundo, en Namibia: “El agua no debe juzgarse por su historia, sino por su calidad”. El agua reciclada es claramente potable. Como seguro repetirá Riese en todos sus videos: esta agua no es sólo agua; es, por fin, agua que todos los habitantes de la tierra pueden beber una y otra vez.-Tamar Adler

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TESORO LÍQUIDO Traje de baño, de ERES. En este reportaje: peinado, Carlie Lee; maquillaje y manicura, Donna D.; diseño de set, Cat Slattery Emi Kaneko; producción, Select Services; modelo, Devin Garcia.

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