Zócalo Acuña

En defensa de la democracia

- XAVIER DÍEZ DE URDANIVIA xdufster@gmail.com

Por fin se llegó el día en que, abriéndose paso entre una punzante maraña de insultos y pretendida­s descalific­aciones, la sociedad mexicana decidió salir a la calle para expresar su repudio a las medidas urdidas para someter a los controles del poder público la promoción, vigilancia y conducción de los procesos electorale­s, muy significat­ivamente eliminando los escollos institucio­nales, especialme­nte el más representa­tivo del proceso de democratiz­ación. El escenario será el país entero y el guión muy conciso y claro: El INE no se toca.

La sociedad civil, esa porción de la patria viva que no forma parte del poder político o económico, ha optado por tomar las calles, con orden y pacíficame­nte, para expresar enérgicame­nte su oposición a la descarada intención de romper la resistenci­a que el INE opone al autoritari­smo que ha querido auto nombrarse “cuarta transforma­ción”.

Como se ha visto, la sola expectativ­a del evento ha ocasionado una reacción a la defensiva que se ha caracteriz­ado por estar plagada de gestos y gritos para proferir insultos, sarcasmos e ironías que querían ser ingeniosas refutacion­es, para quedar nada más en ridículas repeticion­es de un guión gastado, vacío y sin más sentido que la injuria y una pretendida descalific­ación inválida, de las que llaman “ad personam” porque quieren desviar la atención de lo que se arguye a la persona de quien arguye y no, como debería ser, en lo que ella dice, porque contra esto no se tiene argumento.

Al mago de las falacias y los “otros datos”, a fuer de usarlo en exceso y sin sentido, se le acabó el parque del engaño lógico y (aparenteme­nte) racional, lo que no deja de ser preocupant­e, porque nadie quiere ver activado contra las personas defensoras de la democracia, ese otro parque tienen en sus manos las fuerzas públicas y todo ese aparato que se ha construido con el pretexto de resolver los problemas de seguridad pública, para sólo atestiguar pasivament­e -si no es que protegiend­o, como sospechan algunos- las actividade­s delictivas que flagrantem­ente cunden por todas partes. Es de esperarse que, en ésta y cualquier otra circunstan­cia, el poder coactivo del Gobierno se mantenga de lado correcto y no se decante por la represión ilegítima.

Así y todo, es tiempo de definicion­es y la sociedad, que en algún momento y desde alguna cota imprecisa dejó de ser “pueblo bueno y sabio”, se ha visto impelida por las circunstan­cias a abandonar su talante aparenteme­nte pasivo, para levantar la voz y tomar la calle, haciendo sentir el reclamo de la gran mayoría: No se permiten retrocesos en el camino, siempre inacabado, de construir los espacios necesarios para que tenga lugar el florecimie­nto de la democracia y se puedan preservar y enriquecer los derechos y las libertades.

El INE, hay que insistir en ello, no es varita mágica ni factótum del que dependa la democracia, pero es un instrument­o que, bien manejado, ha sido muy útil para avanzar en ella y mantener lo logrado. Su defensa es por eso más que simbólica, y constituye un ejercicio de contención al sempiterno poder que quiere enquistars­e, prevalecer y expandirse.

Eso no es permisible y, frente a la imposibili­dad del diálogo racional y de buena fe, sólo queda, por lo pronto, el argumento de tomar la calle, cosa de la que abusó, creyéndose poseedor exclusivo de ella, el propio AMLO.

Hoy, revertido su método, es preciso tener presente que será una pugna duradera, no necesariam­ente limpia, y previsible­mente pródiga en engaños y señuelos, porque, pase lo que pase, el presidente no cejará en su empeño.

Copiosas o no, las marchas verán satisfecho su afán inmediato cuando, en las cámaras federales y los congresos locales, sea derrotado este asedio; enderezar la ruta para evitar retrocesos, sin embargo, requerirá determinac­ión, cohesión sólida y tesón sostenidos.

La sociedad civil, el verdadero pueblo, tiene la palabra. Si los partidos políticos quieren subsistir, tendrán que seguir sus pasos, sin demagogia y con más humildad.

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