Zócalo Acuña

Plaza de almas

- CATÓN

Noche de bodas. El primer acto de amor dejó plenamente satisfecha a la recién casada, tanto que de inmediato le pidió a su maridito un bis o encore, o sea una segunda vez. Él respondió: “Espera un poco”. “¿Cómo que espere un poco? -se impacientó la ansiosa desposada-. ¡Hasta en la tele hay repetición instantáne­a!”. Declaró un matrimonia­do: “Mi esposa y yo nunca estamos de acuerdo en nada. Sólo hay una cosa sobre la cual no discutimos: la cama”. Afrodisio, galán concupisce­nte, llevó a la linda Susiflor a la habitación 210 del Motel Kamawa.

Grande fue la sorpresa del labioso galán cuando ya en el lecho del amor la chica requirió su bolso y sacó de él una cinta de medir como las que usan los sastres. Explicó Susiflor: “Mi mami me dijo: ‘Si vas a tener sexo toma medidas’”. (Me pregunto qué fue lo que midió esa cándida joven. No quiero ni imaginarlo). La semana que pasó viajé a Guadalajar­a el lunes, pues debía dar una conferenci­a el martes por la mañana, temprano. Regresé el mismo día a Saltillo a atender un compromiso similar el miércoles, y el jueves volé de nuevo a la capital tapatía para otra conferenci­a. El viernes hice por carretera el trayecto de Guadalajar­a a León para una conferenci­a más, y el sábado me levanté a las 3 de la mañana para ir al Aeropuerto del Bajío y tomar un vuelo que sale a las 6 AM a Monterrey. De ahí, otra vez por carretera, a Saltillo. A mis 84 años una semana así es típica, normal. No sé si cuando envejezca podré mantener el mismo ritmo de actividad, pero sí sé que me gusta lo que hago, de modo que no trabajo nunca: vivo en una perpetua vacación. El camino y la casa me atraen con igual fuerza, y disfruto el amor de los míos y el afecto de quienes asisten a mis presentaci­ones, gente cordial y bondadosa cuyas muestras de cariño me alientan y vivifican. Digo esto a propósito del 69 aniversari­o de AMLO. Cuando él nació yo ya tenía 15 años de vida, y uno de haber empezado a trabajar formalment­e para hacer más ligera la carga de mis padres. Pienso que a su edad López Obrador debería ser más reflexivo y menos injurioso y contumaz. La tolerancia y el respeto deberían ser caracterís­ticas de su actuación, y no la invectiva o la burla desdeñosa. Eso de decir que las manifestac­iones en defensa del INE fueron un striptease del conservadu­rismo no sólo muestra escaso ingenio, sino constituye una ofensa para las mexicanas y mexicanos que en uso de sus derechos y su libertad salieron a las calles en numerosas ciudades del país para protestar contra sus ataques a una institució­n en que se finca en buena parte la vida democrátic­a de México. Por desgracia, en parodia de la canción, a López Obrador nada le han enseñado los años; siempre cae en los mismos errores. No enfrenta la realidad: de pie frente a un espejo sólo se mira a sí mismo y sólo escucha su propia voz repitiendo su misma monótona palabrería. Mejor presidente merecía México, pero la democracia suele incurrir en descomunal­es yerros que sólo con más democracia se pueden enmendar. Día llegará, estoy seguro, en que esa democracia a la que ahora ataca AMLO nos librará del régimen impuesto por este hombre a quien la edad, lejos de mejorar, ha agriado como a los malos vinos. Eran tres niños de 7 años. Arthur, inglés; Panchito, mexicano; y Pierre, francés. Estaban internos en un colegio europeo, y un día oyeron ruidos extraños en la alcoba del director y de su esposa. El pequeño inglés se asomó por la cerradura de la puerta y dijo: “Se están peleando”. Se asomó Panchito y lo corrigió: “No se están peleando. Están haciendo el amor”. Se asomó Pierre el francesito y sentenció: “Y muy mal”. FIN.

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