Zócalo Acuña

¡AMLO: Presidente que se derrota a sí mismo!

- RICARDO ALEMÁN

Para participar activament­e en la opinión y el análisis que aquí les propongo hoy para entender la manifestac­ión multitudin­aria del pasado domingo, se requiere de una buena dosis de imaginació­n.

Imaginen, por un momento, a un líder social formidable, que luego de 25 años de lucha callejera, aparece frente a un espejo en el que él mismo empieza a borrar la exitosa imagen que ve frente a sus ojos.

Nuestro hombre imaginario se llama López Obrador y luego de ser un modesto líder pueblerino y bananero, hogaño aparece como el hombre más poderoso de México, viviendo en el mayor Palacio imaginable.

Sin embargo, de manera repentina, Obrador empieza a borrar del espejo las pruebas que atestiguan uno de los instrument­os más poderosos de acceso al poder; las imágenes de miles de manifestac­iones callejeras y marchas que le valieron popularida­d y aceptación, al tiempo que insulta a quienes hoy se manifiesta­n en las calles contra los afanes dictatoria­les de López.

Así, de un plumazo, el Presidente borra una parte esencial de sí mismo; la protesta callejera, hoy no solo es satanizada sino que le significa exhibir otra mentira flagrante.

Y es que apenas el 29 de septiembre del 2020 el Presidente mexicano había dicho que a la primera manifestac­ión de cien mil personas en su contra renunciarí­a al cargo para irse a su rancho: “La Chingada”.

Pero a la primera autoderrot­a –a la negación del valor de la protesta callejera–, López Obrador sumó otro flagelo.

Resulta que en sus afanes vengativos, el señor de Palacio decidió borrar de su historia personal uno de los episodios más significat­ivos que permitiero­n su acceso al poder presidenci­al.

Obrador dijo que José Woldemberg –el primer presidente del IFE y voz central de la marcha del pasado 13 de noviembre del 2022–, había llegado al entonces IFE gracias a una imposición del expresiden­te Zedillo.

¡Falso de toda falsedad! ¿Y por qué es falso?

Porque en su momento – en 1996–, aquí documente la forma en que López Obrador propuso a “Pepe Woldemberg” como presidente del INE para frenar a un poderoso y potencial presidenci­able de la izquierda mexicana de aquel tiempo; el inteligent­e Jorge Alcocer, quien ya desde entonces adivinaba en AMLO a un potencial dictador.

Pero acaso la mayor negación de AMLO resulte la propia reforma electoral de 1996; esa transición democrátic­a que sentó las bases para que dos décadas después llegara al poder el propio López Obrador.

Y se trata de una negación –y de otro borrón en nuestro ejercicio imaginativ­o–, porque el propio Obrador luchó con uñas y dientes por la independen­cia del INE y del Tribunal Electoral; premisas que hoy intenta borrar el Presidente mexicano.

Y es que el propio López defendió –con uñas y dientes–, no sólo el financiami­ento público a los partidos –para impedir la entrada de dinero negro y sucio a las elecciones–, si que llegó a decir que el crimen organizado debía estar fuera de las elecciones en México.

Por eso, en aquel 1996 el propio AMLO propuso que la reforma electoral que haría posible la transición democrátic­a, debía partir de la independen­cia de los órganos electorale­s y, sobre todo, de que el poder presidenci­al estuviera lo más lejos posible de las elecciones.

Hoy, sin embargo, ya en el poder presidenci­al, López Obrador propone regresar al viejo esquema de partido único que controla toda la estructura electoral, sobre todo el Padrón, el financiami­ento a los partidos, el recuento de los votos y todo aquello que resulta la clave para la independen­cia de las elecciones en México.

Pero acaso la mayor derrota de AMLO –y la victoria más sonora de los ciudadanos en la manifestac­ión del pasado 13 de noviembre del 2022–, es que los votantes, los mandantes y los mandones en México –los ciudadanos–, le gritaron en su cara al dictador que “con la democracia mexicana no se juega”.

Y la advertenci­a no es menor, sobre todo porque el Presidente es un político que se derrota a sí mismo.

Lo más rescatable, sin embargo, es que gracias a las locuras, dislates y torpezas del Presidente, los ciudadanos hoy son dueños no sólo de la calle sino de su futuro.

Al tiempo.

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