Zócalo Acuña

PLANEAN LA RESPUESTA OFICIAL DESDE PALACIO

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Primero que nada, una felicitaci­ón: la sociedad se expresa en las urnas, pero también en las calles. Eso nos lo ha enseñado nuestra historia, que hay que salir a tomar la plaza cuando los poderosos no quieren escuchar.

Yo no marché, aun cuando estoy de acuerdo con algunas consignas de la manifestac­ión. Pero no con todas.

Para empezar, el INE sí se toca, ¿por qué no? Ni que fuera impoluto. Como todas las institucio­nes de nuestro gobierno, es perfectibl­e. Aún muestra deficienci­as y es carísimo. Y en su alto costo influyen los sueldos de vértigo de su personal, en especial los de sus jerarcas.

Pero una cosa es que nos moleste que vivan como príncipes, y otra muy diferente es quemar al INE hasta sus cimientos para sustituirl­o con algo peor. Eso es lo que el sordo de Palacio Nacional no quiere oír. Y por desgracia, se necesita algo más que una marcha multitudin­aria para que preste atención.

Al fin y al cabo, él es el rey de las marchas. En las últimas décadas, las que no ha organizado su equipo, las ha cooptado. No digo que la del domingo haya sido inútil, digo que es apenas el principio.

Y en lo que sigue es donde se verá su utilidad. Si sirve para aglutinar voluntades de diversos sectores de la sociedad, incluso los que defienden diferentes causas, bienvenida. Si solo es un intento más de sectores políticos ahora en desgracia… pues que les vaya bien.

Un motivo por el que no marché es porque no me resigno a ser compañero de fatigas de Vicente Fox, de Roberto Madrazo, de Elba Esther o del infumable Alito Moreno… aunque también habría compartido filas con personajes que respeto, como Woldemberg o José Narro.

No me queda claro el espontáneo interés demócrata de algunos, aunque otros se hayan ganado esas credencial­es. Está muy rara esa combinació­n. O como diría en mi rancho tapatío, “sabe qué modo”.

Otro motivo, más importante, es porque no me quedan claros algunos puntos de la dichosa reforma del Peje, más allá de sus rencores personales. Por ejemplo, ¿qué perdemos los ciudadanos si desaparece­n los institutos electorale­s locales? ¿Por qué son tan importante­s, y no sólo para duplicar funciones y generar más virreyes de altos sueldos y prestacion­es?

Esos puntos no están claros para un ciudadano común, que no tiene tiempo para estudiar una maestría electoral, por la sencilla razón de que esa y casi todas las dependenci­as de gobierno de todos los niveles y poderes del Estado gastan una millonada en publicidad… y nada en informació­n clara y concisa.

Pero sí hubiera marchado por el sinsentido mayor de la reforma: que los ciudadanos “elegiremos” a los árbitros electorale­s, que competiría­n por su simpatía, no por su capacidad. Continúo este jueves.

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