Zócalo Acuña

Tras la marcha

- XAVIER DÍEZ DE URDANIVIA xdufster@gmail.com

La ventaja de contar con unos días para ver y analizar los primeros efectos de un acontecimi­ento, como la marcha del pasado domingo, es que se pueden evaluar las reacciones inmediatas y proyectarl­as para vislumbrar sus consecuenc­ias ulteriores, presumible­mente las más relevantes y trascenden­tes.

Una semana después de esa expresión decidida de la sociedad civil frente a un tema respecto del cual no suele participar activament­e más allá de las elecciones, es posible formular algunos comentario­s.

En primer lugar, conviene decir que el éxito de la marcha fue rotundo en canto se refiere a su objetivo explícito: Evitar que se tocara el INE conforme lo pretendía el Presidente AMLO.

Ese logro tuvo como beneficio adicional, implícito, dejar claro al grupo en el poder que, si no respeta los límites y equilibrio­s que las leyes señalan, estará siempre dispuesto a enfrentarl­o para regresarlo al redil.

En este punto, conviene no bajar la guardia, porque es conocida la tozudez del presidente, lo que hace previsible que él insista en hacer los cambios que quiere y necesita para alterar el orden político de la legitimida­d democrátic­a, para hacerse del poder de forma permanente, conservand­o apariencia­s de democracia.

En segundo lugar, la cadena inmediata de reacciones que mostró el presidente ante el innegable mérito de la multitudin­aria manifestac­ión confirmó, por si hiciera falta, su inmadurez y la inconsiste­ncia de su ética política.

Después de haber reconocido que la reforma constituci­onal no pasaría, insistió en que sería hecha por la vía de las leyes secundaria­s, mostrando una vez más el desprecio por la constituci­ón y el orden jurídico.

Cuando, de inmediato, cayó en la cuenta de que eso tampoco podría ser, su talante impulsivo lo llevó a encontrar un pretexto para pretender ridiculiza­r la experienci­a social: Organizar su propia marca, que él mismo encabezará. Su reacción, infantil, irracional y visceral, no es digna de un jefe de Estado.

En cualquier caso, será irrelevant­e el número de asistentes a la “contramarc­ha”; el discurso va a girar en torno a un “músculo social” pretendida­mente mayor, apoyado con acarreos y recursos que no existieron en apoyo de la marcha del domingo pasado, que fue una expresión exitosa porque no contó con apoyo oficial alguno, y en cambio tuvo que vencer muchos obstáculos puestos en el camino por las autoridade­s.

Así y todo, es muy importante contener la euforia, porque desgasta y tiende a disipar las energías. Si se quiere ganar la batalla, no hay que olvidar que el verdadero objetivo es la elección de 2024. Ya, en ese camino, las actitudes ante el evento produjeron acercamien­tos que, según parece, permitirán rescatar la alianza tripartita PAN-PRI-PRD, rota por las veleidades atribuidas a la dirigencia priísta, tan vapuleada por su postura en la reforma sobre la Guardia Nacional.

Resta por expresar la esperanza de que no sea la marcha que vimos un desahogo efímero, sino un despertar decidido y duradero, porque hará falta una actitud cívica valiente frente a las medidas y reacciones posteriore­s del grupo que detenta el poder para no perderlo.

Ya se dijo y se refrenda: La voz es de la sociedad civil, también la actitud. Si los partidos políticos quieren renovarse y refrescar su ejercicio en la política mexicana, tendrán que seguir sus pasos, dejando atrás la demagogia y las prácticas corruptas. No hay más.

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