Zócalo Monclova

El amor es más fuerte

Dios paga lo que nadie puede pagar

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Un día se produjo un accidente de un avión japonés. Murieron todos sus ocupantes; tres de ellos, unos minutos antes de morir, escribiero­n tres notas. El primero había escrito: «A mis tres hijos: cuidad de vuestra madre. El avión está cayendo en picado. No hay esperanza». Otro decía: «Tuve una vida feliz. Gracias a todos. Thuyoshi, hijo, cuida de todos. Dios nos ampare». El tercero dejó escrito:

«Machiko, cuida de los niños». Momentos después, el avión se convirtió en un montón de chatarra.

Estas tres frases demuestran que no todo anda mal en los seres humanos. Demuestran, por de pronto, que el amor es más fuerte que el mismo miedo a la muerte. En unos segundos terribles —cuando parece que el alma se paraliza por el pánico—, en estos tres hombres latió el corazón por encima de sus propios deseos de vivir.

Los tres se acordaron y preocuparo­n de «los otros» más que de sí mismos. Demuestran además que, a la hora de la gran verdad, lo que más interesan son los hijos, la esposa, los padres, los seres queridos... No el dinero ni los negocios ni las honras ni los títulos ni los placeres... No todo eso por lo que tanto luchamos, pasando incluso por encima de los demás.

El 8 de septiembre de 1977 se produjo otro accidente cerca de Carballo; esta vez, de coche. Falleciero­n Digna y otra vecina de

Aurou (Camariñas). Que yo sepa, Digna no dejó ninguna nota escrita, pero de aquel accidente quedó con vida su hija Socorro. Y Socorro socorrió a su padre José, impedido en cama a consecuenc­ia de una trombosis. Le daba de comer, le daba de beber, lo cambiaba de un lado, lo cambiaba de otro, días y noches, durante veintidós años.

Socorro tuvo que ir al médico por problemas de riñón; es que tenía que levantar a su padre en vilo. No me extraña que José, poco antes de morir, me dijera: «A miña filla non hai cartos que a paguen» (A mi hija no hay dinero que la pague). i Qué verdad tan grande! Hay cosas que sólo Dios puede pagar, y las pagará con la gloria.

Por eso no me extraña que Manuel Kant, una de las personas más inteligent­es de la Humanidad, haya dicho: Es necesario que exista Dios para que Él pague lo que nadie puede pagar. Hermanas y hermanos: si es verdad que vale más una rosa para el que vive que una gran corona para el que ya se fue, también es verdad que Socorro, al cuidar a su padre, le regaló muchas rosas en vida y esas rosas fueron, al mismo tiempo, el mejor homenaje a la memoria de su madre Digna. «Honra a tu padre y a tu madre»

(Éx 20,12), nos pide la primera lectura de hoy.

Este deber lo he visto cumplido en muchas familias; he visitado a impedidos en sus casas; los veía tan bien atendidos que, al salir de ellas, yo me decía de manera parecida a José de Arou: «A una buena familia no hay dinero que la pague».

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