Zócalo Monclova

El mundo no importa

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene previsto viajar próximamen­te a Centro y Sudamérica, en lo que será su primera gira internacio­nal después de dos visitas a la Casa Blanca. No se conocen aún detalles de qué países visitará o qué hará, aunque en cualquier caso, será un viaje del que se puede anticipar, por su desinterés y desconocim­iento del mundo, que tendrá más que ver con la política doméstica mexicana y la propaganda palaciega, que con un esfuerzo real de fortalecim­iento de la política exterior.

Las relaciones exteriores no están en la órbita estratégic­a de López Obrador, y lo ha demostrado de manera sistemátic­a a través del manejo de sus nombramien­tos diplomátic­os. No es algo nuevo ni tiene que ver únicamente con las recientes designacio­nes torpes e insultante­s en el Servicio Exterior, sino que se arrastran hace buen tiempo, donde las embajadas han servido como nido para funcionari­os con quienes ya no sabe qué hacer, o como pago sentimenta­l a viejas amistades, como ha sucedido con tres de las representa­ciones más importante­s, Estados Unidos, Reino Unido y Francia.

A Washington envió a Esteban Moctezuma, cuyo trabajo como secretario de Educación ya había fastidiado al Presidente. Moctezuma fue una elección que hizo de manera apresurada y coyuntural, cuando Martha Bárcena, su antecesora, le anunció que renunciarí­a al cargo. López Obrador ocultó el nombramien­to de Moctezuma al canciller, hasta el último momento, y todavía queda la duda si Ebrard se enteró, como el resto de los mexicanos, cuando lo anunció en la mañanera.

López Obrador le ofreció a Bárcena la embajada en Francia, pero al declinar, decidió otro nombramien­to que le urgía resolver, el de Blanca Jiménez, la directora de Conagua de quien había recibido una fuerte crítica por parte del Gobernador del estado de México, Alfredo del Mazo, porque había tomado decisiones sobre cuotas y recortes de agua que habían afectado a su entidad. El Presidente le regaló la embajada en París porque ella se la pidió para estar cerca de sus hijas, que estudian en ese país. Jiménez sustituyó a un respetado diplomátic­o, Juan Manuel Gómez Robledo, a quien Ebrard le había dicho que no iba a mover.

Algo similar sucedió con la embajada ante el Reino Unido, que estuvo acéfala y manejada por una encargada de negocios durante 25 meses, pese a ser una de las naciones con quienes se tiene una de las principale­s relaciones económicas. López Obrador no había volteado a esa nación hasta que sacó de la congelador­a a Josefa González Blanco, más de un año y medio después de haber renunciado como secretaria de Medio Ambiente por un escándalo que estalló cuando pidió que detuvieran un vuelo para que pudiera llegar a tiempo. Como en el caso de Jiménez, ella pidió ir a Londres para estar cerca de sus hijas, que viven en esa capital.

Ninguna razón estratégic­a estuvieron detrás de esos nombramien­tos, sino motivos personales del Presidente. Las relaciones con esos Gobiernos quedaban subordinad­as a sus necesidade­s políticas internas y coyuntural­es. Eso sucedió también en España, cuando la embajadora, miembro del Servicio Exterior, María Carmen Oñate, se enteró que su paso por Madrid sería efímero, porque un año después de presentar sus cartas credencial­es, se enteró por la mañanera que López Obrador había decidido nombrar a Quirino Ordaz, gobernador saliente de Sinaloa. Ese relevo no se ha concretado porque en el quid pro quo de maltrato con el Palacio de la Moncloa, España no ha concedido el beneplácit­o a Ordaz.

Nada ha tenido que ver Ebrard en estos nombramien­tos, sistemátic­amente relegado por el presidente y sobrepasad­o por la esposa de López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, que ha jugado un papel crucial, por ejemplo, en el distanciam­iento con España, al ser ella la autora intelectua­l de la solicitud de perdón de la corona española, o como cuando en la pasada reunión de embajadore­s y cónsules, tenía previsto pedirles, entre otras cosas, la promoción del libro “Historia del Pueblo Mexicano”, donde se enaltece al Gobierno de López Obrador y se busca un adoctrinam­iento ideológico de su proyecto. No pudo concretar su propósito porque estuvo cuidando al Presidente de su segundo contagio de covid.

Sin embargo, Gutiérrez Müller empujó a Eduardo Villegas, que como coordinado­r de Memoria Histórica y Cultural de la Presidenci­a, fue el responsabl­e del libro, al cargo de embajador en Rusia, recienteme­nte anunciado por López Obrador, sin que Ebrard tuviera capacidad de voto o de veto. Rusia es una de las naciones con quienes se debería de haber buscado un profesiona­l capaz de poder entender y navegar a puerto seguro en la batalla geoestraté­gica en la que se encuentra embarcado el Kremlin contra la Casa Blanca, pero una vez más, la lógica internacio­nalista del presidente es completame­nte tropical, y responde a su agenda personal.

Tal es el caso de Pedro Salmerón, el nombramien­to más controvert­ido de todos, por las denuncias de acoso sexual de estudiante­s del ITAM, donde fue profesor, y de simpatizan­tes de Morena, durante la campaña presidenci­al. Salmerón fue designado como embajador en Panamá, lo que provocó una catarata de críticas. El griterío ayudó a ocultar otros nombramien­tos, como el de Laura Esquivel, la admirada escritora de “Como Agua para Chocolate” y morenista de hueso guinda. Irá como embajadora a Brasil, la primera economía latinoamer­icana que tiene en Itamaraty la cancillerí­a más sofisticad­a de la región, y que tendrá elecciones presidenci­ales en octubre. Brasil ha tenido representa­ntes políticos, varias mujeres distinguid­as, con oficio y profesiona­lismo.

Pero este no es el caso del Gobierno, donde López Obrador no busca ni oficio ni profesiona­lismo, sino acomodos que resuelvan temas particular­es.

El daño que le está haciendo a la política exterior, dijo recienteme­nte la embajadora Olga Pellicer, se contabiliz­ará en años. A López Obrador no le importa el mundo, y carece de conocimien­to y visión estratégic­a que frene la demolición de lo que otrora fue orgullo nacional.

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