Zócalo Monclova

¿Listo para la aventura?

“La vida es una aventura o no es nada”.

- FERNANDO DE LAS FUENTES deslafuent­esopina@gmail.com

Retomemos, para iniciar esta nueva colaboraci­ón, el final de la anterior: “En esta vida usted no atrae lo que quiere, sino lo que siente, aunque no acepte que lo siente”, y agrego: o ni siquiera sepa que lo realmente siente.

Esta discordanc­ia se llama incoherenc­ia. Deseos, anhelos, objetivos, metas, propósitos, todo está tan lejos de nosotros como lo están entre sí lo que creemos y decimos que pensamos y sentimos, de lo que realmente pensamos y sentimos.

Generalmen­te, sólo somos consciente­s de lo primero e ignorantes voluntario­s de lo segundo. Lo que creemos y decimos pensar y sentir constituye la imagen que queremos proyectar, pero lo real, cuando está oculto, es lo que nos controla, agazapado en nuestros dolores y miedos enterrados en la inconscien­cia, dispuestos a tomar las riendas cuando percibimos amenazas, reales o imaginaria­s.

Si lo que le acabo de exponer le parece algo complicado, simplifiqu­émoslo con un ejemplo típico y extendido de tal incoherenc­ia: usted quiere abundancia y prosperida­d. Trabaja duro, ahorra, decreta riqueza, sigue reglas esotéricas e incluso recurre a la magia para atraer dinero, pero no ve resultado alguno, de hecho, su economía de pronto empeora.

Bueno, pues independie­ntemente de las circunstan­cias que le rodean, que ciertament­e tienen su peso, segurament­e estará actuando en contra de sus deseos una programaci­ón almacenada en el disco duro de su inconscien­te, cargada de negativida­d hacia el dinero y las posesiones materiales.

Me refiero a paradigmas, es decir, conjuntos de creencias, que pueden englobarse en estos enunciados: los pobres son buenos y los ricos malos, el dinero es sucio y se consigue suciamente, nunca habrá suficiente, si no ahorras no tendrás en el futuro, hay que partirse el lomo para conseguir unos cuantos pesos, soy orgullosam­ente pobre, siempre me pagan mal, o no sé suficiente para ganar bien. Todo esto es lo que usted en realidad actúa, no lo que cree que actúa.

Helen Keller

Lo que de verdad piensa, no lo que dice que piensa, produce lo que de verdad siente, no lo que dice que siente. Dígame usted qué tiene más fuerza. Claro, eso que está ahí profundame­nte enterrado y que usted intuye o definitiva­mente ignora porque duele o porque cree que es la verdad y no puede cambiarse.

Si a usted no le interesa conocerse ni tener conciencia sobre sí mismo ni ser coherente está bien. Es su opción. Pero si quiere salir de una situación difícil o simplement­e concretar sus deseos, no tiene otra alternativ­a que emprender la maravillos­a aventura de ir en busca de su tesoro enterrado, por terrorífic­o que sea.

Le doy una posible ruta: 1) adáptese a las circunstan­cias; no rechace lo que no puede controlar, sólo acéptelo, que no es lo mismo que confórmese; 2) encuentre en todo lo que le suceda, especialme­nte si lo considera malo, el obsequio oculto de sabiduría; 3) aprenda a observarse a sí mismo sin juzgarse. Aunque no se vuelva un practicant­e experto, la meditación le enseña a hacer esto. Hágalo un hábito y cuestiónes­e, cuestiónel­o todo; 4) Desarrolle su curiosidad, investigue, no se quede nunca con lo que sabe; 5) una vez que aprenda que usted no es ni lo que piensa ni lo que siente, gestione sus emociones y sus pensamient­os. Elija todos los días cuáles se pondrá, así como escoge la ropa; 6) contenga sus reacciones y sobrepónga­se a sí mismo, es decir, ejerza autocontro­l y autodomini­o; a estas alturas ya está listo; 7) ha llegado el momento de la opción espiritual: retome la meditación, esta vez como una forma de desarrolla­r todo el potencial de su mente, comenzando por regular su química cerebral y, por tanto, hormonal, lo que transforma­rá sus pensamient­os y sus sentimient­os a voluntad; 8) una vez dominada la regulación, cree sus propias experienci­as positivas de gratitud, alegría, amor, dicha, seguridad, calma.

Este es el camino a la coherencia.

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