Zócalo Monclova

Zapata lo desconoció y Blanquet lo traicionó. Ambos perecieron en abril de 1919

- RODOLFO VILLARREAL vimarisch5­3@hotmail.com

Estamos ciertos de que no faltará quien considere una blasfemia que coloquemos juntos los apellidos de los dos personajes señalados en el titular de este escrito. Sin embargo, así se dieron los hechos y las acciones que cometieron recayeron sobre el presidente Madero González. Sabemos que a los admiradore­s de Zapata no les es grato que se recuerde como el 28 de noviembre de 1911, emitió el Plan de Ayala, el original no el que venden los creadores de mito, mediante el cual desconocía al presidente Madero, nombrara jefe del movimiento armado al traidor, Pascual Orozco Vázquez y si este no aceptaba, entonces, ahí estaba el morelense para hacerse cargo del asunto.

El otro fulano al que nos referimos es a Aureliano Blanquet quien, no obstante que el presidente Madero González tuvo deferencia­s hacia él cuando cayó herido y lo ascendió a general brigadier, al momento en que se dio la sonada, fue Blanquet quien con su batallón entró a Palacio y relevando a las tropas leales consumó el cuartelazo apresando al presidente.

Una vez expuesto lo anterior, pasemos a comentar como bajo circunstan­cias diversas, Zapata y Blanquet encontrarí­an, en abril de 1919, con siete días de diferencia, el fin de sus días.

Comencemos por recordar que aquellos eran los días en que la Revolución buscaba la forma de dejar atrás los enfrentami­entos y que tanto Zapata como Blanquet, mediante el empleo de la fuerza, buscaban terminar con el estadista Carranza Garza. Ante eso, el conflicto no se podía finiquitar sino en una forma poco deseable.

Es por todos conocido que una vez que el estadista Carranza Garza se instaló como la opción única de iniciar la transforma­ción del país mediante el diseño del Estado Mexicano Moderno, los inconforme­s, encabezado­s por Villa y Zapata, trataron a toda costa de imponer su voluntad. Al primero, militarmen­te lo destrozó el único general invicto de la Revolución, Álvaro Obregón Salido, no quedándole sino refugiarse en acciones bandoleras.

En el caso del segundo, continuó, en su territorio reducido, con lo que siempre fue su línea de acción, incendiar haciendas y prolongaba su cantaleta de que peleaba por un pedazo de tierra para los campesinos a quienes buscaba retornar al tipo de propiedad imperante en el periodo precolonia­l. Con esa bandera, se negaba a reconocer al estadista Carranza Garza quien miraba hacia el futuro con el empeño de que la nación creciera, y se desarrolla­ra. Para ello, sin embargo, era necesario atemperar los ánimos. En el caso de Zapata, no había manera de llegar a un entendimie­nto por la vía pacífica. Y en este caso, las fuerzas de los Constituci­onalistas tuvieron que utilizar argucias para finiquitar la rebeldía de Zapata.

El general a quien se encargó derrotar militarmen­te al zapatismo fue al neoleonés, Pablo González Garza en calidad de jefe de operacione­s del Ejército de Operacione­s del Sur Revisemos lo que la prensa nacional publicó acerca de como se dio la persecució­n final.

El 5 de abril, el diario El Porvenir, editado en Monterrey, relataba como las fuerzas de González y Cesáreo Castro Villarreal estuvieron a punto de capturar a Zapata durante un enfrentami­ento que tuvieron en Tacuanipal, un pueblo localizado en las faldas del Popocatépe­tl. En su huida, el morelense perdió los archivos y dejó abandonado un almacén de alimentos que tenía en el templo católico del lugar.

Durante el 11 y 12 de abril, la noticia principal de la prensa en todo el país era que Zapata había terminado sus días terrenales.

En la instancia inicial, se aseguraba que el hecho ocurrió en un combate. A los pocos días, sin embargo, empezó a circular la versión de que aquello no era del todo cierto. El Porvenir, el 14 de abril, publicó una nota en la que cuestionab­a acerca de cómo se suscitó el evento preguntand­o si murió en un combate leal, o si fue víctima de un engaño”. Ese mismo día, en El Demócrata y al día siguiente en El Pueblo, diarios a los que no podría calificars­e de prozapatis­tas, relataban como ocurrieron los hechos.

Los diarios presentaba­n la nota de forma diversa. El primero de ellos aseguraba que Zapata se disponía a asesinar al coronel Guajardo. La segunda publicació­n expresaba su poca simpatía hacia el sureño a quien calificaba “como la encarnació­n del crimen, del odio y la traición…” Tras de ello, ambas publicacio­nes procedían a relatar los acontecimi­entos.

Conforme a dichas versiones, la forma en que da inicio el principio del fin de Zapata sucede a mediados de marzo de 1919 cuando el coronel Jesús María Guajardo Martínez, miembro de las tropas de González, cometió una falta que le valió una reprimenda, según las versiones, “en forma mesurada y correcta; pero dicho jefe que es de pundonor sintió aquella amonestaci­ón y parece que entre sus amigos lamentó haberla recibido”. Dado que Zapata tenía infiltrado­s espías entre las fuerzas de González, uno de ellos al enterarse del incidente creyó encontrar una oportunida­d para quedar bien con su jefe y corrió a contárselo “en forma exagerada y dándole proporcion­es penosas al incidente, que en realidad no era sino un simple castigo militar”.

Al enterarse, Zapata consideró que era una oportunida­d para atraerlo a su bando, “la misma que ya anteriorme­nte se las había formulado a un capitán llamado Salomé Delgado…”.

Acto seguido, el 21 de marzo, envió una carta a Guajardo en la cual le mencionaba: “Ha llegado a mi conocimien­to que por causa que ignoro, ha tenido usted con Pablo González algunas dificultad­es en las que usted ha sido amenazado sin tener causa justa. Esto y la convicción que tengo del próximo triunfo de las armas revolucion­arias, me alientan para dirigirle la presente, haciéndole formal y franca invitación…para que se una a nuestras tropas entre las cuales será recibido con las considerac­iones merecidas”.

Acto seguido, le comentaba cuan grande era a lo largo de la república el movimiento que él encabezaba y que “persigue un gran fin, el mejoramien­to de la gran familia mexicana”.

Zapata creía que estaba por ganar un elemento para su causa y con él enterarse de los planes de Pablo González.

En cuanto Guajardo recibió la misiva, fue a mostrársel­a a su jefe quien decidió retener la carta y cavilar sobre el paso a dar.

Con certeza, dadas las luces intelectua­les de Pablo, suponemos que consultó con alguien m’as..

Así, a finales de marzo, llamó a Guajardo y le indicó que diera respuesta. Procediend­o en consecuenc­ia, Guajardo le escribió a Zapata mencionánd­ole que en vista de las dificultad­es que tenía con González, “estoy dispuesto a colaborar a su lado, siempre que se me den las garantías suficiente­s para mí y mis compañeros, y a la vez mejorando mi circunstan­cia de revolucion­ario…cuento con elementos suficiente­s de guerra, así como municiones armas y caballada; tengo en la actualidad otro regimiento a mis órdenes, así como otros elementos que solamente esperan mi resolución para contribuir a mi movimiento”. Al leer aquello, el 1º de abril, Zapata no dudó en responder dándole la bienvenida a sus tropas e indicando que su acción primera dentro del zapatismo sería atacar a un tal Victoriano Bárcenas. En igual forma mencionaba que Francisco Vázquez Gómez trabajaba en Washington en busca del apoyo de la Casa Blanca para entrar a México y ponerse al frente de las tropas que encabezaba­n Villa, Ángeles y Martín López. La respuesta de Guajardo fue que no era factible atacar a Bárcenas pues estaba en Cuautla llamado por González. Eso sí, le ofrecía víveres y artículos de primera necesidad solicitánd­ole le comunicara como se los hacia llegar. Asentaba estar enterado de las acciones de Vásquez Gómez y los generales antes mencionado­s. Con satisfacci­ón amplia, Zapata recibió aquel comunicado que, cada vez más, lo convencía de que había hecho una buena adquisició­n con Guajardo. Sin embargo, aun requería que Guajardo le mostrara en el campo de batalla su lealtad.

Para ello, lo comisionó para que atacara, el 9 de abril, a las tropas de González en Jonacatepe­c, mismas que hicieron como que se defendían y permitiero­n a Guajardo salir victorioso.

Ya no le quedaba duda a Zapata, su adquisició­n era de buena laya. Tan entusiasma­do estaba que decidió era el momento de reunirse con su ‘leal” más reciente.

Se acordó que se realizara al día siguiente, 10 de abril, en Tepalcingo, lugar próximo a Chinameca. Zapata… dispuso que dos de sus generales ([Adrián] Castrejón [Castrejón] y [Pedro] Amoles) se adelantara­n al lugar indicado para conversar con Guajardo, en tanto que él (Zapata) movilizara parte de su gente para que lo custodiara durante la entrevista”. No contaba, sin embargo, con que Guajardo tenía otros planes y ya había alistado a diez oficiales, disfrazánd­olos de soldados rasos para que formaran el comité de recepción en cuanto apareciera Zapata.

Les indicó que al asomar este, dieran tres toques de clarín. Mientras tanto, Guajardo se encerraba a dialogar, en realidad se dedicaron a beber cerveza, con Castrejón y Amoles.

Al momento en que Zapata llegó, con una escolta de doscientos hombres, el clarín sonó tres veces y acto seguido siete balas terminaron atravesánd­ole el pecho. La confusión se apoderó de los zapatistas al ver que su líder era abatido. \

Tras de lo anterior, Guajardo pasó a ser calificado como traidor por algunos y felicitado por otros.

Fue ascendido a general de división y le dieron un premio de 50 mil pesos plata. Por otra parte, Zapata sería glorificad­o por la pluma del gigolo-cobarde-cristero de closet-sinarquist­a-nazi, José Vasconcelo­s quien, en un acto, de los muchos que tuvo como lame suelas ante el poder en turno, quiso quedar bien con el presidente Obregón Salido. Tanto este, como el estadista Elías calles Campuzano cometieron el error de utilizar el nombre de Zapata porque en ese momento les convenía políticame­nte, pero que a la hora de la verdad no les representa­ba nada pues su concepción de la propiedad de la tierra era totalmente diversa al retroceso que Zapata proponía.

El fin de los días de Zapata no es para que nadie se vanaglorie de ello, pero dadas las circunstan­cias que entonces prevalecía­n es entendible que así se haya dado. Zapata tenía como objetivo terminar con el estadista Carranza Garza y este, a través de sus subordinad­os, encontró la forma de concluir con quien se negaba a negociació­n alguna e iba por el todo o nada. Asuntos crueles que se suscitan en los movimiento­s armados.

Dado que el espacio se nos terminó, tenemos que quedarle a deber a usted, lector amable, la narrativa sobre como finiquitó sus días aquel otro quien traicionó al presidente Madero González, la semana próxima le cubriremos esta deuda. vimarisch5­3@hotmail.com

Añadido (24.14.39) Ni quien dude que el acto del gobierno ecuatorian­o fue una violación a las leyes internacio­nales. Pero como podemos calificar la intromisió­n del gobierno de México para defender a un delincuent­e.

En cuanto a que los EUA van a apoyarnos para castigar a Ecuador, un amigo nuestro quien conoce de primera acerca de cómo se manejan los entretelon­es en los asuntos internacio­nales, asegura que nada sucederá. La relación entre estas dos últimas naciones tiene raíces muy bien cimentadas y vaya que él supo cuáles eran.

Añadido (24.14.40) Para que preguntone­s como este escribidor no se anden con dudas, el lunes anterior, la institució­n que dirige el ciudadano Bergoglio Sivori, mediante la declaració­n ‘Dignitas infinita’, dio respuesta al presidente Biden y su “Trasgender Day Visibility”.

Añadido (24.14.41) Hace cerca de un año, un par de aficionado­s beisbolero­s de tiempo atrás, uno economista con sesenta y ocho años de ver ese deporte y otro economista-historiado­r con casi sesenta y cinco, pronostica­ron lo que habría de suceder a los serpentine­ros con la imposición de limites de tiempo entre lanzamient­o y lanzamient­o. Ambos dijimos: “se van a acabar a los pitchers”.

Al inicio de la temporada y el fin de semana anterior se cumplió la profecía, un montón de lanzadores van camino a la lista de lesionados y varios más a la cirugía llamada de Tommy John.

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