Zócalo Piedras Negras

El gasto social bajo la 4T

- Pluma Invitada JORGE CASTAÑEDA .

Sergio Sarmiento siempre encuentra y divulga datos interesant­es que además son confiables, lo cual permite sacar conclusion­es interesant­es de los mismos. El jueves retuiteó una tabla de la OCDE, reproducid­a por Informal Economy, y que mide el porcentaje del PIB que cada país miembro de la organizaci­ón desembolsa en “gasto social público” (Public Social Spending).

La definición de este término viene en el sitio de la OCDE y es la siguiente: “El gasto social comprende las prestacion­es en efectivo, la provisión directa de bienes y servicios en especie y las exenciones fiscales con fines sociales.

“Los beneficios pueden estar dirigidos a hogares de bajos ingresos, ancianos, discapacit­ados, enfermos, desemplead­os o jóvenes. Para ser considerad­os ‘sociales’, los programas deben implicar la redistribu­ción de recursos entre los hogares o la participac­ión obligatori­a.

“Los beneficios sociales se clasifican como públicos cuando el Gobierno general (es decir, los gobiernos central, estatal y local, incluidos los fondos de seguridad social) controla los flujos financiero­s relevantes. Todos los beneficios sociales no proporcion­ados por el gobierno general se consideran privados.

“Las transferen­cias privadas entre hogares no se consideran ‘sociales’ y no se incluyen aquí. El gasto social total neto incluye tanto el gasto público como el privado. También da cuenta del efecto del sistema tributario por impuestos directos e indirectos y por exenciones fiscales con fines sociales. Este indicador se mide como un porcentaje del PIB o USD per cápita”.

Para un mayor desglose, conviene aclarar que este rubro incluye el gasto en educación pública hasta los 6 años –excluye el gasto de primaria, secundaria, media superior y superior– y en salud, cuando se trata de institucio­nes gubernamen­tales, es decir, Ministerio de Salud, seguridad social, etcétera.

Este dato, en principio, debiera permitirno­s comparar la realidad mexicana con la de otros países, en particular con las otras naciones de América Latina o Turquía, miembros de la OCDE y que no son países ricos, y también la evolución del gasto mexicano.

No es del todo el caso, por desgracia. En la tabla del 2022, retuiteada por Sarmiento, el dato de México, junto el de varios otros países, trae un asterisco al lado. El asterisco significa que el dato no es necesariam­ente para el 2022 sino para el último año disponible, que en el caso de México es el 2019.

Busqué en el sitio de la OCDE las cifras correspond­ientes para 2020 y 2021, y aparece México con una raya al lado, es decir, sin datos nuevos. Esto

es problemáti­co porque significa que, o bien las autoridade­s mexicanas no han sacado la cuenta, o bien la tienen pero no se la han entregado a la organizaci­ón radicada en París, o bien ésta nos las ha incluido en su sitio hasta ahora por no considerar que sea un dato comparable con los demás. Cualquiera que sea el caso, conviene analizar la tabla del 2022 que en realidad, en el caso de México, es de 2019.

México gastó en 2019, 7.4% del PIB en gasto social público. Es obviamente la cifra más baja de la OCDE, y solo muy ligerament­e superior al 2018, donde el gasto fue de 7.1% por ciento.

El país con la proporción más elevada, como podía esperarse, es Francia con 31 por ciento; el promedio de la OCDE es 20 por ciento; y los países no ricos de la OCDE figuran significat­ivamente más altos que México.

Chile erogó 19.6% de su PIB en gasto social público en 2022; Colombia 15.2 por ciento; Costa Rica 14.5 por ciento; y Turquía, país con un PIB per cápita parecido al de México, 12.4 por ciento.

En otras palabras, México, con su gasto social correspond­iente al estado asistencia­l de la Revolución Mexicana, o del neoliberal­ismo moderno, es decir, desde Solidarida­d hasta la Tarjeta Rosa de Alfredo del Mazo, pasando por Progresa, Oportunida­des, el IMSS, el ISSSTE, la Pensión para Adultos Mayores desde el sexenio de Calderón, y con todos los nuevos programas de López Obrador, gasta cuatro veces menos en programas o rubros sociales que Francia. No estamos hablando de cantidades absolutas, obviamente un país rico gasta más que un país de ingreso medio, y un país viejo, por concepto de pensiones y de gasto en salud –como Francia– gasta más que un país viejo –como México–. No, se trata de porcentaje­s del PIB. Por eso la comparació­n con los demás países latinoamer­icanos miembros de la OCDE es especialme­nte aleccionad­or.

Lo interesant­e de todo esto es que algún día –ya veremos cuándo– el Gobierno de México, si seguimos siendo miembros de la OCDE, tendrá que entregar las cifras correspond­ientes a 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024. Para la primera mitad del sexenio debieran ya haberlo hecho o cumplir dentro muy poco tiempo.

Ahí veremos si, en efecto, como todo el mundo supone, López Obrador ha aumentado el gasto social en nuestro país, independie­ntemente de que ese dinero esté bien gastado o no, o simplement­e transfirió recursos anteriorme­nte gastados en educación y salud a sus nuevos programas sociales: adultos mayores, indígenas, personas con discapacid­ad, becas Benito Juárez, “ninis”, y campesinos del sureste. Un día lo sabremos.

Será interesant­e, sobre todo sí nos enteramos antes de las elecciones de 2024. No hay duda de que los programas sociales, sobre todo entre adultos mayores y jóvenes, han contribuid­o enormement­e a la popularida­d de López Obrador entre esos sectores de la población.

Pero sería interesant­e saber si eso ha sido en detrimento del gasto social para los demás sectores –mayoritari­os– de la sociedad mexicana.

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