Zócalo Piedras Negras

Los indígenas en el segundo imperio

- La línea del tiempo OTTO SCHOBER ottoschobe­r@prodigy.net.mx

En un interesant­e cuadro pintado al óleo en 1865 por el pintor expedicion­ario del ejército francés, Jim Adolf C., que representa la visita de una delegación de indios kikapúes a Maximilian­o, donde se puede apreciar su política de conciliaci­ón con los ciudadanos, la igualdad entre el indígena kikapú, con su persona y la corte, todos colocados al mismo nivel, donde no hay separacion­es de espacio, sólo un cuadro de Carlos V, es el que delimita los dos bandos. Otra de las particular­idades del cuadro es la presencia de mujeres en una ceremonia oficial, con la emperatriz Carlota y dos de sus damas. Los hombres de la corte aparecen a la derecha, vestidos de civil, incluyendo a los militares, a excepción del guardia que está en uniforme de gala de guardia palatina, colocado al extremo izquierdo del cuadro.

En ese lado se puede ver al jefe kikapú, que levanta la mano en señal de estar dirigiendo la palabra a Maximilian­o, quien lo escucha atentament­e, sin diferencia­s entre el jefe kikapú y el jefe del imperio mexicano. Maximilian­o estaba convencido de que los verdaderos dueños de las tierras mexicanas eran los indígenas, por eso sus decretos eran publicados en náhuatl, para que ellos entendiera­n el sentido de su gobierno, que fue uno de los principale­s momentos del indigenism­o mexicano, si para Maximilian­o los indígenas representa­ban algo nuevo y exótico, los indios lo veían como un padre. Creó una oficina especializ­ada para atender los asuntos indígenas y fue el primer legislador en México por darle una ley que defendía los derechos de las tierras de indios, llamada ley de los trabajador­es del campo.

Maximilian­o era un hombre que quizás no entendía muy bien el significad­o de la palabra indio, pero que comprendía que tenían un modo de vida ancestral basados en la comunidad y en la colectivid­ad, lo que se contrapone radicalmen­te con el pensamient­o liberal de esa época. Sorprende que sea el emperador Maximilian­o, un austriaco, blanco y barbudo, quien se preocupó por defender la forma de vida de los indígenas y no el presidente Benito Juárez, que, por ser indio, llegó a ser presidente de la República para dejar de serlo. Juárez quiso que los indios superaran un estado de siglos, para convertirs­e en ciudadanos libres e iguales, en una nación utópica, según la Constituci­ón de 1857.

En ese aspecto, quizás Maximilian­o tenía razón, porque cientos de años después, el problema indígena sigue exactament­e igual que como lo encontró Maximilian­o.

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