Pensamiento femenino
Bastó una mirada…
Desde hace tiempo, quizás diez años o más, cuando el último de nuestros hijos contrajo matrimonio y formó su hogar, tuvimos que acostumbrarnos a tomar los sagrados alimentos solos en pareja.
Dicen que recordar es vivir, por eso hoy me acordé de la forma alocada como mi sangre bullía en mis venas juveniles cuando me casé. Jamás imaginé la cantidad de problemas que debería sobrellevar o resolver.
La vida siguió su curso, empezaron a presentarse los ejemplos de amistades o desconocidas, jóvenes o adultas, que rompían su vínculo matrimonial y formalizaban con una nueva pareja.
Unas permanecieron en ese recién estrenado compromiso, otras no, asustadas regresaron a su soltería.
Para muchas chicas de mi edad ver en páginas sociales o en las redes por internet el novedoso empoderamiento femenino, nos parecía casi imposible aceptar que se ignoraran normas de conducta heredadas, valores y principios que fueron destinados a la basura.
Las muchachas de la sexta década o como yo de la maravillosa séptima, estamos sorprendidas porque nuestro tiempo se acorta; el físico se deteriora, nos conservamos esbeltas y ágiles gracias al ejercicio diario, la sana alimentación y al gozo interno que sentimos cerca de Dios.
Pero sucedió lo no esperado, ese innovador y proclamado rol social femenino, se llenó de divorcios casi inmediatos por incompatibilidad de caracteres, maltratos, insatisfacciones, problemas económicos, depresión y
deterioro en la reputación familiar.
Lo bueno es que la mayoría no escuchamos el canto de las sirenas y perseveramos. Bastó una mirada a los ojos de nuestra pareja de juventud, para olvidar disgustos sin necesidad de perdón, con inmensa alegría descubrimos que la chispa de aquel añejo amor continuaba encendida.