Zócalo Piedras Negras

CUAUHTÉMOC CÁRDENAS SE SALE DE COLECTIVO

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Iba yo a comentar esto: el ex candidato presidenci­al, líder moral de la izquierda y esfinge que sirve de oráculo democrátic­o en nuestro país, Cuauhtémoc Cárdenas, osó formar parte de un grupo que pide abrirnos a nuevas propuestas de solución a los problemas nacionales, más allá del dedo de don López Obrador. Y se armó el drama. Pronto, el Peje llamó al hijo del

Tata Lázaro un “adversario conservado­r”, y además hipócrita, que no moderado. Don Cuah tuvo que deslindars­e del asunto, más que nada por llevar la fiesta en paz… en su propia casa. Eso porque su primogénit­o cobra en la presidenci­a, y ni modo de dejarlo en el desempleo, con lo difícil que está la vida.

Pero dije que “iba” a comentarlo. Siempre no. Porque tengo un tema pendiente: el transporte público en las grandes ciudades de México.

Algunas de ellas gozan de grandes subsidios, como la CDMX. Qué raro.

Sin embargo, a las demás se las lleva el tren, digo, el camión. Caso concreto, Guadalajar­a: no es raro que una persona invierta hasta cuatro horas diarias en desplazars­e, pagando muchas veces hasta la mitad de su salario. Sí, cada día.

El problema principal es que el servicio es un desastre, pero el que sea un negocio particular no ayuda, sino todo lo contrario. Toda iniciativa para mejorarlo topará siempre con los intereses de los dueños.

Otro dato: en sólo un año, en GDL aumentaron las contingenc­ias ambientale­s en un 150 por ciento. La contaminac­ión misma creció de 15 a 20 por ciento mayor en un año.

Aunque hay muchos factores que echan humo, como las fábricas, es innegable que los autos brindan con creces la parte de polución que les correspond­e… y además sigue creciendo el parque vehicular.

Por su parte, las autoridade­s le han entrado con fe a la que consideran su gran solución, las ciclovías.

Han construido muchas, y van por más, con el único inconvenie­nte de que empiezan en cualquier punto y terminan en ninguna parte, sin conexión entre sí.

Y por si fuera poco, ahora les da por instalarla­s donde más estorban, en las principale­s arterias citadinas, ahogando el cada vez más numeroso tráfico vehicular, en una tormenta perfecta donde se suman la arrogancia, la ineptitud y la ceguera.

Ah, pero eso sí: como si fuera el INE, el transporte público no se toca. Esa es la directiva de gobierno desde hace décadas. Podrá ser “mejorado” con unidades más nuevas y tarjetas que evitan que se roben millones de pesos en cambio no devuelto, pero nada más.

Imposible un ordenamien­to racional de las rutas, o que una sola tarifa ampare hasta dos transbordo­s en la misma dirección de viaje. Ahí no hay negocio. Lo único cierto es que, a la espera de mejores condicione­s para que la gente haga a un lado los autos, el parque vehicular seguirá aumentando. Y mejor ni hablemos de la explosión de motociclet­as, que ya es terrible... y se va a poner peor.

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