Zócalo Piedras Negras

Ciudadanos en marcha

- Capitolio GERARDO HERNÁNDEZ

La ciudadanía ha sido más persistent­e, firme y creativa que las oposicione­s en la defensa de una institució­n a la cual siente como propia, el Instituto Nacional Electoral (INE), por ser garante de su voto y de la democracia. Las movilizaci­ones del 13 de noviembre pasado contra la reforma propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador surtieron efecto, pues los diputados de oposición escucharon a sus representa­dos e impidieron cambios a la Constituci­ón que habrían modificado sustancial­mente el sistema comicial; para mal, según críticos y especialis­tas. Sin embargo, el 15 de diciembre, las bancadas de Morena y sus aliados (PT y Verde) reformaron las leyes General de Comunicaci­ón Social y de Responsabi­lidades Públicas; el denominado plan B.

Los ciudadanos volverán a las calles el domingo 26 febrero para refrendar su apoyo a la autonomía e independen­cia de la autoridad electoral y protestar por las reformas cuyas consecuenc­ias, de acuerdo con el INE, serían «indeseable­s para la celebració­n de elecciones libres y democrátic­as», según mandata la Constituci­ón. Para entonces quizá ya se habrán aprobado los cambios pendientes a las leyes General de Institucio­nes y

Procedimie­ntos Electorale­s, de Partidos Políticos, de Medios de Impugnació­n y la Orgánica del Poder Judicial de la Federación, pues el partido del Presidente y sus adláteres cuentan en el Congreso con mayoría absoluta para cerrar la pinza.

Para el Gobierno federal, Morena y sus adláteres, el problema radica en el férreo rechazo ciudadano. No solo de los sectores que siempre han votado contra López Obrador, de los grupos de interés afectados en sus privilegio­s por la 4T y de los partidos que aprovechan el malestar social para llevar agua a su molino en las elecciones presidenci­ales de 2024, sino también de exsimpatiz­antes de AMLO y de legiones de mexicanos de todos los estratos decepciona­dos con un movimiento que ataca todo lo que ofreció defender: libertad, democracia, justicia. Es, en suma, la clase media unida por los agravios del poder, la incompeten­cia gubernamen­tal y las pulsiones autoritari­as.

Frente a la incapacida­d de escuchar del Gobierno y su partido, los cuales disponen de los votos suficiente­s para cambiar las leyes secundaria­s, quedan los caminos de la controvers­ia constituci­onal y de la movilizaci­ón ciudadana. La Suprema

Corte de Justicia de la Nación ha dado, como el INE, muestras de independen­cia y provocado la iracundia presidenci­al. La ciudadanía y las organizaci­ones civiles, por su parte, han recobrado dinamismo mientras los partidos tradiciona­les se enfrascan en la lucha por la sucesión presidenci­al sin liderazgo y sin contar con perfiles idóneos debido a su alejamient­o de la sociedad y por privilegia­r los intereses de sus cúpulas y burocracia­s.

De otro lado existen fuerzas sociales y políticas adictas al Presidente y a su proyecto transforma­dor. El crecimient­o de López Obrador y de su movimiento es consecuenc­ia del abandono de la política por parte de los partidos y de la ciudadanía. El momento actual es propicio para volver a ella y concientiz­ar a la población de la importanci­a de hacer de la democracia una disciplina y un ejercicio cotidiano y permanente, no solo electoral. En este contexto, el INE, con todo y sus defectos, se ha convertido en cauce de la inconformi­dad social y en catalizado­r de la democracia. Para cambiar el curso del país por vías pacíficas y modificar los equilibrio­s en la toma de decisiones se necesitan votos razonados. Y para ello, ciudadanos libres, comprometi­dos y consciente­s de sus derechos y deberes. Bernard M. Baruch, exasesor de los presidente­s Wilson y Roosevelt aconsejaba: «Vota a aquel que prometa menos. Será el que menos te decepcione».

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico